Nueva York. Con la forma de una torcida diadema para el cabello, los Google glass son una modesta pieza de tecnología cuando uno los sostiene en las manos. Al probar su flexibilidad, se siente casi como si uno los fuera a romper. Sin embargo, al colocárselos, es otra historia. Una vez que uno lo hace, estos anteojos conectados a Internet adquieren vida propia. Uno se convierte en La persona que está usando Google Glass y en todas las suposiciones que conlleva su posesión, respecto a la riqueza de uno, descortesía o curiosidad. Google llama exploradores a quienes usan sus gafas, porque el dispositivo no está disponible aún para todo público. Con su precio de lista de mil 500 dólares, el aparato está lejos de ser atractivo para las masas.