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esde las primeras líneas de El Moisés, de Miguel Ángel, Sigmund Freud advirtió a su lector: Yo preciso, que en materia de arte, no soy un conocedor, soy un profano. Noté a menudo que el contenido de una obra de arte me llama más fuertemente que sus cualidades formales y técnicas, a las que el artista les otorga un valor propietario.

Las obras de arte pictórico del Vaticano lo sumergen en un estado de embriaguez, y respecto de las columnas de la Acrópolis expresa que son las más bellas cosas que haya visto jamás. Es un hecho que se interesó más por los temas que por los esquemas de las obras de arte.

¿Cuál es el enigma que Freud se afana en descifrar en las obras de arte? En este sentido se explica con claridad: Yo entiendo aprehenderlas a mi manera, es decir, darme cuenta de por qué hacen efecto. En el caso donde no puedo, por ejemplo en la música, soy casi inepto para el goce de ello. Más adelante continúa diciendo: Lo que nos empuña tan pujantemente en una obra de arte no puede ser, siguiendo mi concepción, más que la intención del artista. Por lo mismo que él ha tenido éxito en expresarlo en su obra y en permitirnos aprehenderlo. Miguel Ángel transmitió su fuerza creadora, las fuerzas que están detrás del nacimiento de las pasiones que adquirían expresión en los cuerpos humanos; La Capilla Sixtina, El David, El Moisés…

Así del Moisés relata Freud: Día tras día tres solitarias semanas de septiembre de 1913 (un desliz por 1912), permanecí en la iglesia frente a la estatua, estudiándola, midiéndola y dibujándola, hasta que me alumbró esa comprensión que expresé en mi ensayo, aunque sólo lo hice en forma anónima. Pasó mucho tiempo antes de que legitimara a este hijo no analítico.

Freud nos introduce al análisis de la obra escultórica debido a su afición particular que tiene de reducir a conceptos los efectos que las obras artísticas provocan en él, derivando una hipótesis acerca de cómo es que las obras nos cautivan: Según yo lo concibo, lo que nos cautiva tanto imperio no puede ser otra cosa que el propósito del artista en la medida misma que él ha conseguido expresarlo en la obra y hacer que nosotros lo aprehendamos, dándose lugar en el texto una pregunta que nos introduce al ensayo: La cuestión está en el detalle, los indicios, y las conjeturas en una clínica psicoanalítica de la tesis de sicólogo de mi alumno Luis Ángel Mendoza.

“¿Por qué el propósito no se podría indicar y asir en palabras como cualquier otro hecho de la vida anímica?

Empresa no sin riesgos la que corre Freud, indicar y asir en las palabras el propósito del artista a partir de la obra misma, inquiriendo, por si fuera poco, que en las grandes obras de arte no se consiga esto último sin aplicación del análisis. Y para desarrollar esta explicación, crea un nudo.

La obra misma habrá de posibilitar ese análisis si en verdad ella es la expresión, sobre nosotros eficaz, de los propósitos y mociones del artista. Y para colegir ese propósito tendré que hallar primero el sentido y el contenido de lo figurado en la obra de arte, es decir, poder interpretarla”.

¿Cómo es que Freud halla el contenido y el sentido de lo figurado en la obra? ¿Cómo es que puede hallar algo que está de manera figurada en la obra? No puede ser sino bajo el amparo de la forma de la lectura inicial.

Freud investiga acerca de la gran cantidad de interpretaciones y descripciones que le han dado a esta obra, encontradas unas con otras, sin recordar, des-pistadas y hasta sin encontrarle significación, que lo lleva a escribir una pregunta en el texto:

“¿Ha escrito el Miguel Ángel en la piedra un texto tan oscuro o tan ambiguo que fueran posibles lecturas tan dispares?

El maestro Miguel Ángel lo que hizo para hacer su obra escultórica fue esculpir, cincelar, labrar, tallar, modelar; sin embargo, Freud a lo que se refiere que hizo en la piedra fue escribir –la escritura interna que describe el filósofo francés Jacques Derrida–. Puede o no sernos sorprendente esta declaración, pero lo que tomamos como un hecho, que llamaríamos así gracias a la forma de operar que utilizó para develar el sentido de la obra, es decir: leyó esa escritura, ese abrirse pasó. La metáfora que emplea Freud para describir la forma de explicación de la obra, implica que va de los efectos a las causas, y así fue su método, a saber, los efectos: poder leerla; las causas: el maestro escribió en la piedra un texto.

La obra de Miguel Ángel sigue vigente 450 años después de su muerte y Florencia le rinde homenaje.