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Temen activistas intento criminalizador detrás del nuevo ciclo de violencia

Autoridades, permisivas en el caso del auditorio Che Guevara; buscarían desgaste de los grupos
 
Periódico La Jornada
Sábado 8 de marzo de 2014, p. 16

Los llamados okupachés, uno de los bandos que disputan el control del auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde hace más de una década, acusan al Comité Cerezo de Derechos Humanos de protagonizar el violento desalojo de los anarquistas la madrugada del 3 de marzo. Francisco Cerezo, coordinador de la organización humanitaria, niega cualquier vinculación con el incidente.

Pero además expresa su preocupación de que estos últimos choques violentos entre corrientes rivales encubran un embate de las autoridades de la UNAM para criminalizar a todos los demás movimientos que trabajan dentro de la univesidad.

Francisco Cerezo y Melanie Salgado, coordinador y directora del área educativa del Comité Cerezo, respectivamente, explican a La Jornada los ciclos de conflictos, tomas y retomas de un recinto que hizo historia en la UNAM y que las generaciones de alumnos que han pasado por Ciudad Universitaria este siglo sólo conocen como un territorio en pugna entre grupos de activistas radicales, no necesariamente estudiantiles.

Los recientes incidentes violentos se iniciaron la madrugada del martes con el desalojo a golpes de anarquistas que ahí pernoctan, por encapuchados cuyo origen aún no se define. A mediodía, en medio de una batalla campal con saldo de varios heridos, los okupas lograron arrebatar de nuevo el recinto. La dirección de la facultad suspendió al día siguiente actividades académicas y en un comunicado la rectoría condenó a los dos bandos como ilegales.

Francisco Cerezo expresa su preocupación de que esta nueva rebatinga sea un ciclo más de lo que se ha visto estos años. Grupos de distintas corrientes se han arrebatado el control del auditorio cíclicamente. Unos ven como legítimo usarlo para hacer toquines, vender pulque y mariguana como actividades contraculturales; otros intentan regularlo y abrirlo a intereses más diversos. Pero el gobierno de la universidad es permisivo porque le conviene que el caos desgaste a los movimientos estudiantiles rebeldes, sostiene.

Desde 2007, cuando sus tres hermanos salen de prisión (habían sido acusados por el estallido de un petardo contra un banco), los Cerezo Contreras gestionan una cafetería en un salón frente a la biblioteca de la facultad. Su comité elabora y actualiza una base de datos exhaustiva sobre detención arbitraria, ejecuciones y desapariciones por motivos políticos.

Vivir en el auditorio

Una de las corrientes que ha permanecido por periodos más largos en el Ché Guevara desde el 2000 es la llamada okupaché. En su página de Internet definen al auditorio como “un espacio okupado, autónomo y autogestivo que dentro de él (sic) trabajan diferentes proyectos o individuxs”. Entre las actividades que anuncian figura su Kafé Boikot, cursos de dermografía (tatuajes) y consulta antisiquiátrica.

Luego de la ocupación de la Policía Federal en 1999, que rompió la prolongada huelga universitaria de esa época, las sucesivas directivas de las facultades redujeron al mínimo los espacios que podían ocupar los grupos estudiantiles. Buscando dónde expresarse, los activistas tomaron el auditorio con la idea de dar cabida a todas las militancias y colectivos que llegaron después del paro. Pero al poco tiempo perdieron el control a manos de los anarquistas, que no sólo cerraron las puertas a grupos que consideraron burgueses sino que se quedaron a vivir ahí.

Bajo su dominio, el auditorio fue perdiendo sus butacas; el escenario que en otras épocas albergó a Mercedes Sosa o a Joan Manuel Serrat quedó reducido a una plataforma de apenas un metro de ancho. La pantalla que proyectó ciclos de Luis Buñuel y Federico Fellini, o retrospectivas del documental cubano, desapareció. Los muros se cubrieron de graffiti y manchas. La basura de acumuló por doquier. Lo que fueron sanitarios quedó en una ruina indescriptible. Del techo, plagado de goteras, cayeron trozos enormes de plafón.

“Algunos de los ocupantes originales –explica Cerezo– ya no son estudiantes, tienen 35, hasta más de 40 años y consideran legítimo usar el auditorio como pulquería, para hacer toquines e incluso como centro de narcomenudeo, con el discurso del respeto a las culturas diversas, la madre Tierra e incluso la cultura canábica”.

Con reglas o sin reglas

Los okupas se quedaron a vivir ahí, instalados en la llamada sección norte, que alguna vez albergó las oficinas del auditorio y el acervo del cineclub, con dos puertas que les daban acceso sin control al enorme auditorio. Sus miembros más conspicuos –no los llaman líderes porque son una organización horizontal y anarquista– son seis o siete; Cerezo dice no poder identificarlos, porque usan apodos y pasamontañas.

En los últimos 14 años el auditorio cambió de manos varias veces, no así esta zona de viviendas, llamada también las catacumbas. En los últimos años hubo dos homicidios relacionados. Uno en 2010, de un hombre señalado como narcomenudista, Eduardo Valderrama, tiroteado en el estacionamiento de la facultad. Y otro, en 2011, de Carlos Sinhué, activista cercano a los anarco-okupas.

A raíz del primer homicidio, la autoridad convocó al estudiantado a recuperar el espacio. Decenas de organizaciones, representantes de los distintos colegios de la facultad e incluso delegados de otras facultades lograron, en asamblea, imponer para el uso del Ché Guevara un modelo de autogestión, pero con reglas que marginaron a los okupachés, pues se prohibieron las drogas y las bebidas alcohólicas. El espacio fue rehabilitado, repintado, iluminado y acondicionado. A la asamblea de representantes de colegios de la FFL se sumaron otras organizaciones, como los CCH y prepas, el Comité Cerezo, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (de las normales rurales), el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo y otros.

“En ese periodo –explica Melanie Salgado– tuvimos acceso al auditorio. Entre otras actividades organizamos el taller de monitores de derechos humanos del movimiento #YoSoy132 y el foro internacional contra la desaparición forzada”. Pero dos pequeñas puertas en el fondo del auditorio, que conectan con el área norte (la vivienda de los okupas), impidieron un control razonable en el área común, por la afluencia de consumidores de mariguana y el incumplimiento mínimo de reglas de limpieza y mantenimiento.

A principios de 2013, en una asamblea, se toma la decisión de clausurar, con dos candados, las puertas de acceso del ala norte. “Esto detona el actual conflicto –expresa Melanie–, porque los okupachés decidieron desde entonces recuperar el territorio que, según ellos, les negaron los autoritarios. Y el 19 de diciembre, en vísperas de su Congreso Internacional Anarquista Corriente Insurreccionalista, retoman ya no sólo el auditorio sino también la galería, cerrando el paso con barricadas”. El acceso es restringido, muy vigilado por hombres encapuchados y no se permite el ingreso de la prensa.

Desde el Comité Cerezo no ven salida a estos ciclos. “Parece que la permisividad de las autoridades va a continuar. Y mientras, a nosotros nos acusan de porros y paramilitares, además del hackeo de nuestro correo electrónico. Voces de la derecha piden poner orden a esta situación, pero a quienes van a afectar son a grupos como nosotros, del movimiento popular y estudiantil”, concluye.