Política
Ver día anteriorLunes 3 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nosotros ya no somos los mismos

Otra instantánea de JEP

L

a asamblea a la que convocó el Comité por la Libertad de los Presos Políticos y la Defensa de las Garantías Constitucionales, en marzo de 1959, en la Real Academia de San Carlos, está registrada en el archivo mis documentos como una de las asambleas más emotivas, entusiastas y estéticamente bellas, entre las miles en las que participé en esos años y en las que, en jirones, quedaron mis ilusiones de ser, modestamente, un Mario de la Cueva, un Carpizo, un Valadez o, de perdida, un Mini Lic. O sea, según la DEA (la agencia antidrogas estadunidense, por sus siglas en inglés), el sucesor del emporio de don Joaquín Guzmán Loera.

No fue multitudinaria, como otras muchas manifestaciones de ese año, pero la asistencia rebasaba el patio y las graderías del edificio. Afuera se amontonaba un amplio contingente. Pese a que el motivo que nos congregaba estaba lejos de ser alegre, el ambiente era de auténtica kermés. Pitol giraba su cabeza, como un periscopio (360 grados), para, ávido, registrarlo todo. José Emilio llegó tan fatigado que se desplomó en los primeros peldaños de la escalera central. Allí resoplaba y aplaudía. Monsi estaba en todos lados y organizaba coros con letras que él inventaba, adaptándolas a la música de canciones españolas republicanas, que en ese entonces se cantaban en todas las manifestaciones (Ya Fito me corrigió: no se batían palmas): López Arias, sí/ López Arias, no/ La boquita chueca/ que le he visto yo. Fernando López Arias, político veracruzano, fue durante esos años procurador general de la República y se ensañó con los líderes obreros independientes. Por algún problema genético o de enfermedad superviniente, tenía la boca descentrada, jalada hacia un extremo, que no puedo precisar cuál era. Alguna vez me increpó frente a frente, pero no me atreví a verlo a la cara, porque el recuerdo de los versos monsivaisescos me hubiera ocasionado represalias de tercer grado.

Las mantas, los afiches, los volantes que envolvían esa reunión eran en verdad de colección: maestros y alumnos de San Carlos se habían esmerado y aquello era mejor que un set hollywoodense para filmar Doctor Zhivago. En un salón se inició la asamblea formal. Allí adentro estaban los jerarcos que, obviamente, discutían por todo: tan sólo el orden del día, llevó siglos. Afuera, la tropa y los prominentes mencionados seguían con una grata tertulia. Intermitentemente se oían aplausos, ovaciones, pero también abucheos y rechiflas, es decir, el asambleísmo democrático en su mejor expresión. De pronto, en una escalinata apareció José Revueltas, el mítico protestatario: No sólo sus indiscutidos méritos de escritor y teórico de la acción revolucionaria, sino su reconocida combatividad y solvencia moral, lo hacían absolutamente atendible, escuchable: se calmó la algarabía y Pepe, con pelambre hirsuto, corbata anudada al desgaire y un traje azul, cuyo uso constante lo hacía brilloso como shantú de seda, después de algunas frases estrujantes, dio la noticia: el Comité por la Libertad de los Presos Políticos ha tomado la decisión de sumarse solidariamente a la huelga de hambre iniciada por los mexicanos injustamente privados de su libertad. Los aquí presentes seremos los primeros, y luego por toda la ciudad y el país habrán de agregársenos miles de compañeros decididos a todo, por la causa de la libertad y la democracia. Que yo recuerde, y era de esperarse de cualquier multitud, por ilustrada que fuere, la respuesta fue unánime y atronadora. Nadie razonó un instante el compromiso que se adquiría. Vivas, consignas, mentadas. En el fondo yo escuché llanto y crujir de dientes. Creo que era JEP. Monsi, conmovido, me dijo al oído: perdimos a José Emilio. Con mi proverbial inocencia saltillense, que aún perdura, le contesté: Por supuesto que no, está allí, sentado en la escalera. Ortiz –servidor– contestó reprimiendo su irritación: lo perdimos como compañero de lucha. José Emilio prefiere enfrentar a un batallón de granaderos, él solo, que renunciar a las tortas del Pánuco, pequeño local de tres por cinco metros en el que se vendían algunos artículos escolares, que nunca nadie compró, a cambio de las miles de pequeñas tortas que alimentaron a incontables generaciones de hijos de San Ildefonso. Por cierto a Catita o sus herederos les reitero: sigo reconociendo la deuda de mi última ingesta en el estanquillo de su propiedad. Por favor hacerme llegar el número de su cuenta para la debida (y vaya que es debida) transferencia bancaria. Lo cierto es que la deserción la inició el propio Monsi engulléndose de golpe un suculento Milky Way bar que, según su versión escrita, le proporcionaron las hermanitas Galindo. Éstas, por su parte, lo niegan pues sostienen que en esa época estudiaban en la casa de niños de la escuela María Montessori. Yo le creo a Carlos, porque me resulta imposible creer que el ilustre cronista dispusiera de la cantidad suficiente para adquirir esa chocolatina (450 klc), producida por Mars Confectionery Company, de Minnesota. Quede sobre la conciencia de las hermanitas, el remordimiento por haber provocado que cayera en tentación el siempre íntegro varón de la Portales. Evidentemente la huelga de intelectuales y artistas tuvo una disolvencia de 24 cuadros. No así la de los líderes obreros: en marzo de 1968, de nueva cuenta Demetrio Vallejo se declaró en huelga de hambre y contó con la solidaridad inmediata de los dirigentes universitarios Pablo Gómez, Romeo González y Luis González de Alba. Fin de una instantánea de JEP.

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“La empresa trasnacional reina de la chatarra, McDonald’s, anuncia su gran estrategia mercadotécnica de 2014: las cajitas felices ya no contendrán juguetes, sino libros. Hubiera sido muy conveniente que antes de tomar esa decisión, los publicistas hubieran releído los cuentos seleccionados y realizado un sereno examen sobre la conveniencia de esa redición”Foto Ap

Anuncia la empresa trasnacional reina de la chatarra, McDonald’s, su gran estrategia mercadotécnica de 2014: las cajitas felices de su producción ya no contendrán juguetes, sino libros. (No es por aguar la fiesta, pero sería preferible que contuvieran carne, y lo menos adulterada posible.) Durante un mes se distribuirán 700 mil cuentos de grandes autores: los hermanos Grimm, Andersen, Perrault. Hubiera sido muy conveniente que antes de tomar esa decisión, los publicistas hubieran releído los cuentos seleccionados y realizado un sereno examen sobre la conveniencia de esa redición, en la que se tomaran en cuenta otros elementos más allá de la ventaja de no tener que pagar algunos derechos autorales. Pienso que algunos cuentistas clásicos eran unos verdaderos sicópatas que han causado daños irreparables a las mentes de muchas generaciones y daños en las relaciones familiares: en sus obras, las madrastras no son madres que por alguna razón muy natural y conveniente suplen a la madre ausente. No, madrastras y hermanastras son verdaderas arpías, injustas y crueles, que abusan de los hijastros porque los padres, o están muertos o son unos mandilones. Tengo frente a mí un ejemplar de los Cuentos de Grimm, de la editorial Época. Leo una página de Blancanieves, cuando la pérfida reina contrata a un sicario imperial para que la ajusticie porque un espejito, tan chismoso como claridoso, le informa que su hijastra está como quiere: 90-60-90. Llévate al bosque a Blancanieves, pues es preciso que yo no la vea más; mátala y tráeme su corazón y sus hígados en prueba de que has cumplido mis órdenes: El sicario (era de los viejos nobles tiempos) se enternece y prefiere sacrificar a un cervatillo (en lenguaje oficial de nuestros días se le calificaría de daño colateral). La pérfida reina dio al cocinero estas vísceras para que las guisara y luego se las comió muy satisfecha, creyendo que eran las de Blancanieves. ¿Y la Cenicienta, 12 años esclava, explotada por su madrastra y hermanastras, Griselda y Anastasia, que la tenían contratada outsourcing? ¿Y Dumbo, discriminado y humillado, víctima inicial del bullying por ser diferente? ¿En verdad les gustan tales historias para promover en los niños las ganas e interés por la lectura? He oído a una niña doceañera decirle a su madre: Si a Caperucita no le hubieran negado un iPhone, ¡el lobo no le hubiera podido llegar ni a ella ni a la abuela! (Voz de la abuela que reclama: ¡A mí no me defiendas, Caperuza metiche). Hansel y Gretel, por su parte, no hubieran tenido que recurrir a las ridículas migajitas para llegar a la autopista, de haber contado con su GPS. ¿En verdad esos cuentos tienen vigencia, contribuyen a despertar la imaginación creadora en los niños o los aburren soberanamente y hasta los trastornan? Recuérdese que una constante en los asesinos seriales y sicópatas de Estados Unidos es que son lectores obsesivos del Antiguo Testamento.

¿Y todo esto qué tiene que ver con José Emilio Pacheco? Mucho más de lo que se imaginan. Denme otra semana y otros 10 pesos y acabaremos.

PD. Joven Ana Constanza Oxford Lobera: la ancianidad no quita lo cumplidor: Por ayudarme a no confundir a Dumbo con Caperucita ni a Hanzel con Gretel, un Martini la espera.

Twitter: @ortiztejeda