Lunes 17 de febrero de 2014, p. 3
Lucía tiene nueve años y, aunque sus papás ya se divorciaron, vivían en constante pelea. La niña decía que era por su culpa, porque siempre la mencionaban en sus discusiones, porque iba mal en la escuela o porque se peleaba con sus compañeras.
Los papás llegan juntos a la primera sesión en el Ceepi y al momento de platicar a la especialista algo de su vida cotidiana, afloran las diferencias entre ellos. La señora dice que a Lucía no le gusta salir con su papá, lo que para el señor se explica porque seguramente
la mamá la aconseja. Y así para todo.
Al principio, Lucía hizo un dibujo de sí misma en medio de un aguacero –un caos, según la interpretación de la terapeuta– y ella sin ninguna protección.
Después de algunos meses en terapia, donde juega lo que quiere, Lucía ha podido concluir con ayuda de unos títeres que ella maneja que, como la señora es muy gritona y el papá indiferente, lo mejor es que se divorcien
.