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Que diga ya si va a sumarse al movimiento, exigen a un ausente Juan Hernández

Autodefensas: si esto no se limpia, el que va a salir bailando es el alcalde de Aquila

El político priísta estuvo fuera del cargo en julio de 2012, cuando tomaron el palacio municipal

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Semeí Verdía durante la asamblea del pasado miércoles en la comunidad nahua de Ostula, donde fue electo comandante de la policía comunitariaFoto Víctor Camacho
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Autodefensas incursionaron ayer en el poblado de Aquila, donde intentaron reunirse con el alcalde priísta Juan Hernández RamírezFoto Víctor Camacho
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Periódico La Jornada
Sábado 15 de febrero de 2014, p. 5

Aquila, Mich., 14 de febrero.

Régulo Hernández Chávez, secretario del ayuntamiento, trata de capotear el vendaval. El presidente municipal, el priísta Juan Hernández Ramírez, no está, y los líderes de la policía comunitaria de Ostula (acompañados por las autodefensas de la cabecera y de los municipios aledaños) exigen una reunión para que diga, de una vez por todas, si se va a sumar al movimiento de nosotros.

La voz cantante la lleva Semeí Verdía, comandante de la policía comunitaria de la comunidad nahua de Ostula, un joven flacucho que carga la pistola no al cinto, sino en la bolsa derecha del pantalón.

El diálogo, en una oficina del palacio municipal, resume el ventarrón que ha echado del poder a varios alcaldes de Michoacán, cuestionados por su falta de acción o de plano por su complicidad con el crimen organizado.

El secretario del ayuntamiento trata a toda costa de evitar que se pacte una reunión del alcalde con un grupo numeroso. Dice que en una reunión anterior, ya ven, comenzaron a gritarle ya cosas de partidos políticos, y eso retrasa la cuestión de la seguridad.

El alcalde de Aquila también estuvo fuera del poder, aunque brevemente, pues las anteriores autodefensas tomaron el palacio municipal el 24 de julio de 2012, y él puso pies en polvorosa. Volvió a mediados de agosto, sólo después de que el gobierno federal desarmó a las autodefensas y detuvo a 45 de sus integrantes, muchos de los cuales siguen presos en penales federales.

En la plática con los comunitarios, el secretario del ayuntamiento admite que en Aquila todavía no se puede hablar libremente, debido a que continúa la presencia del crimen organizado (aunque nunca usa esa expresión, porque saben que todos conocen de qué habla).

Semeí Verdía se porta comprensivo. Dice que aunque el presidente municipal no lo diga, sabemos que está amenazado. Y reconoce que es justificado el temor de que si esto no se limpia, el que va a salir bailando es él.

Lo entiendo, sigue Semeí, mientras hace una V con dos dedos e introduce otro entre ambos. Él está así, en el puro medio.

Ahora que anda recorriendo los caminos de Aquila en su labor de limpieza, a Semeí le preocupa también el estado de los caminos. Están jodidos, parece que no hay autoridad.

El secretario del ayuntamiento dice que la maquinaria disponible nunca alcanza y que, además, no han recibido un solo peso del Fondo Nacional de Desastres (mil 96 millones de pesos aprobados para el estado tras el huracán Manuel).

De cuando Ternium puso el dedo

Minutos antes de la reunión entró a Aquila una larga caravana de autodefensas. En la desviación, a la derecha dice Aquila y a la izquierda Mina. Un letrero más pequeño informa que se trata de una explotación de Ternium, la multinacional ítalo-argentina concesionaria de Las Encinas, la segunda mina más importante de la región, según los aquilenses.

La mina ha sido motivo permanente de división en Aquila y Ternium, según los comuneros, una empresa que los ha engañado constantemente y que, en uno de los más recientes episodios, estuvo detrás de la aprehensión de los policías comunitarios.

Cada vez que Ternium tiene problemas con la comunidad, enseguida llegan 500 policías federales, dice un empresario local.

–¿La trasnacional paga o pagaba cuota a los templarios? –Se pregunta al hombre de negocios.

–Nunca; eso se los dejaba a los comuneros.

En abril de 2012, Ternium publicó en periódicos locales que pagaba más de 18 mil pesos mensuales de regalías a cada comunero; nos puso el dedo para que el crimen organizado viniera a secuestrar y extorsionar. Teníamos que pagar 2 mil pesos por cada uno de los 401 comuneros al mes, según denunció el presidente del comisariado comunal, Octavio Villanueva Magaña (nota de Ernesto Martínez Elorriaga, La Jornada, 19 de agosto de 2013).

El Simón Blanco de los templarios

Semeí se siente con autoridad para tratar de tú a tú a las autoridades municipales; no sólo porque el jueves recibió el nombramiento de comandante en una asamblea de mil 200 personas, sino también porque es uno de los firmantes del Acuerdo de Tepalcatepec, el pasado 27 de enero. Ahí se dejó claro al gobierno que seguiremos avanzando en los municipios donde todavía están los criminales.

El secretario del ayuntamiento sigue nervioso y busca empatía. Cuenta que en Maruata, de donde son él y el alcalde, hay jóvenes que quieren entrar a las autodefensas, pero no sólo tienen que ser los chavos, sino el pueblo entero.

Otros de los comunitarios presentes recuerdan que algunos alcaldes han pasado encerrados en sus propias oficinas cuatro o cinco días cuando se negaron a escuchar la voz del pueblo y apoyar el combate a los criminales. Lo dicen de oídas, porque ellos son de Coalcomán, donde el presidente municipal se sumó de inmediato e incluso otorgó su respaldo mediante acta de cabildo.

Nosotros no queremos llegar hasta allá, dice Semeí.

Régulo Hernández habla con el alcalde y ofrece una reunión para el día siguiente. Cuando le piden hora vuelve a consultar y regresa para decir: pues entre las 12 y las 3 de la tarde.

–¿Les puedo dar comida? –dice, para quitarle plomo al ambiente.

–No, hermano. Somos muchos, no te alcanza. Mejor sufrimos juntos.

–¿Cuántos son?

–Como 300.

Régulo sale del paso, al menos por este día, de una manera práctica: entrega a los comunitarios un vale de mil litros de gasolina. A los comunitarios de estos lares les hacen falta, porque por acá no se ven las Hummer, las Lincoln ni las Toyota de Tierra Caliente. Será porque los más ricos no le entraron, pero de las comunidades nahuas a la costa hay una que otra Cheyenne. Abundan en cambio las Estaquitas y hasta se ha visto un Tsuru con su letrero de autodefensas.

Los comunitarios pasaron la noche en La Placita, lugar de residencia, hasta hace poco, de Federico Lico González, jefe regional de los templarios, quien controlaba desde los límites con el estado de Colima hasta El Faro de Bucerías. Un hombre nacido en esa comunidad, alguien de quien pocos hablarán mal en este lugar, porque “aquí era como un Simón Blanco, como un Tigre de Santa Julia”, según cuenta un comerciante.

Su compañero de mesa –han hecho jurar que no se dará pista de sus identidades– agrega que Lico se paseaba como cualquiera, que asistía a las bodas y los XV años.

Y más: que apenas en 2012 impuso cuota a los ganaderos, aunque antes les ofreció disculpas: Aguanté hasta donde pude, pero ya me ordenaron que tengo que cobrar.

Eso sí, tras el surgimiento de las autodefensas en La Ruana y Tepalcatepec, simplemente dejó de cobrar.

Para llegar a Aquila, los comunitarios salen de La Placita y pasan al lado de varios anuncios espectaculares que presumen el segundo informe de gobierno de Fausto Vallejo.

Las autodefensas no saben aún que, en su discurso, el mandatario estatal se largará esta frase: La noticia, hoy 14 de febrero, Día del amor y la amistad, es que me quedo a seguir sirviendo a mi pueblo, que así lo decidió.

Un comunitario de botas militares y ajustados lentes negros suelta en Aquila: Como gobernador, Fausto Vallejo ha sido un buen alcalde de Morelia.