15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Nos estamos quedando solos

Cuando los testigos de nuestros años se marchan, los de su generación nos vamos quedando solos.
Adicto a la ciudad, como casi todos los escritores mexicanos de mi edad, a José Emilio le dolía el campo. Me consta porque estaba con él y con Carlos Monsiváis la tarde de 1963 en que el vespertino Últimas Noticias reportó el asesinato de Rubén Jaramillo y compartí su azoro.

Y el campo asoma en alguno de sus cuentos. Apenas apuntada, la participación del padre militar del protagonista en la represión a unos campesinos, es una de las sub tramas de El principio del placer. Han pasado 30 años desde que JEP escribió el texto y la resistencia rural a las presas continúa. Van los fragmentos del cuento que la sugieren. AB

ILUSTRACIÓN: Rocha

“Lo he visto muy nervioso: en el sur del estado hay problemas con los campesinos que no quieren desocupar las tierras en que se construirá otra presa del sistema hidroeléctrico. Si las cosas no se arreglan tendrá que ir personalmente. Hoy estuvo hablando de esto con mi mamá. Dijo que como el ejército salió del pueblo no debe disparar contra el pueblo”.

“Tuve que decir que peleé porque criticaron a mi papá debido al asunto de las tierras”.

“Regresó mi papá. Me dijo que fue a Xalapa a arreglar un asunto con el gobernador”.

“Hoy es cumpleaños de mi papá. Vendrá el gobernador, el presidente municipal y no sé cuántos más”.

José Emilio Pacheco. El principio del placer. Joaquín Mortiz, México, 1973.

 

Francisco Hernández, pionero en la compilación y análisis de plantas de la Nueva España

Entre 1571 y 1577 ocurrió en la entonces denominada Nueva España el primer trabajo con carácter científico realizado en el mundo de la edad moderna. Ese trabajo, conducido por Francisco Hernández (1517-1587), oriundo de la localidad toledana de Puebla de Montalbán y quien había sido médico del rey Felipe II, consistió primero en recorrer los territorios de la Nueva España y preguntar a todos aquellos, españoles o indios, que supieran algo de las propiedades medicinales de las plantas nativas; después, desde la Ciudad de México, ordenar lo recopilado y realizar experimentos sobre las propiedades terapéuticas de éstas, y por último redactar una historia natural de la región.
Según señala el sitio www.biologia-en-internet.com, en la expedición, que duró tres años participaron, junto con Hernández, su hijo mayor Juan, el cosmógrafo Francisco Domínguez, varios dibujantes, escribientes, algunos curanderos indígenas, mozos de mulas y otros.

La empresa fue ordenada por Felipe II y como resultado “a Su Majestad le fueron entregadas plantas vivas, simientes, raíces, herbarios, pieles, plumas, animales disecados, minerales, pinturas de animales y vegetales y 38 volúmenes con textos y dibujos. Hernández quería transcribir toda la información que poseía sobre toda la naturaleza que había estudiado y por ello manifestó su disgusto con la idea real, exclusivamente práctica, de redactar un manual de fármacos”, menciona el sitio.

En la presentación digital de libro Historia de las plantas de la Nueva España de Francisco Hernández (edición 1942-1946, por el Instituto de Biología de la UNAM), María Hilda Flores Olvera señaló que Francisco Hernández recopiló más de tres mil plantas y 500 animales. (Este libro fue fragmentario hasta la edición de la UNAM titulada Obras Completas de Francisco Hernández, una serie de siete tomos publicados de 1959 y 1985.)

Según el portal web mencionado, “Hernández dejó sus manuscritos en la biblioteca de El Escorial: cuatro volúmenes escritos en latín; 11 libros de láminas coloreadas, algunas de las cuales colgó el monarca en su habitaciones; varios de herbarios, y un índice. De los cuatro libros escritos, tres estaban dedicados al mundo vegetal y uno a vegetales y animales. En total había más de tres mil capítulos, dos mil 911 dedicados a vegetales, 410 a animales y 14 a minerales, y en cada uno de ellos se ocupaba de una especie vegetal, animal o mineral aunque, en algún caso, describió grupos de plantas. Francisco Hernández quería que su obra se escribiera en latín, para los hombres de ciencia europeos, en castellano para sus compatriotas y en náhuatl para los indígenas americanos”.

Hernández falleció antes de que se publicara su obra. En 1580 sus manuscritos fueron entregados al napolitano Nardo Antonio Recchi, médico de cámara de Felipe II para que realizara una selección y recopilación. Recchi generó así cuatro libros con un total de 516 capítulos; son los “Cuatro libros sobre temas médicos de la Nueva España, recogidos por mandato de Felipe II, rey invicto de las Españas y de las Indias, por Francisco Hernández, primer doctor del Nuevo Mundo, y organizados por el doctor Nardo Antonio Recchi, médico de su misma Majestad”. Aunque esta sinopsis no se llegó a publicar nunca, fue responsable de la difusión por Europa del trabajo del naturalista español, dice el portal web.

“La obra de Hernández fue posteriormente depositada en El Escorial, aunque él se quedó con las copias y borradores de lo que dejó. Desgraciadamente, los originales se quemaron en el incendio que afectó a la biblioteca escurialense en 1671”.

Cuando murió Recchi, sus herederos vendieron su trabajo a un gran mecenas de la cultura, el príncipe Federico Cesi, uno de los pioneros de la utilización de la sistemática vegetal (…) Se redactó entonces el Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus, o lo que es igual, Tesoro de las cosas medicinales de Nueva España, conocido por el mundo científico, a partir de entonces, como “El Hernández”. La obra fue editada entre 1630 y 1651, muchos años después de la muerte del médico-naturalista español, acaecida en 1587.

Encuentros de Terapias y Ritualidades en la ENAH


FOTO: Miguel Ángel Adame

Miguel Ángel Adame

Por medio del trabajo realizado desde 2010 en un Proyecto de Investigación Formativa (PIF) de la licenciatura en antropología social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), profesores participantes -María Antonieta González y Miguel Ángel Adame- y estudiantes abren un espacio para intercambiar, exponer, debatir, practicar, demostrar y vivenciar las “otras terapias” y ritualidades sanativas.

En este proyecto, denominado Taller de Medicinas y Ritualidades Bioenergéticas, Alternativas y Tradicionales, desde 2011 se han realizado cuatro encuentros y un seminario permanente, que implican conferencias, charlas, carpas, talleres, videos, trueques con economía solidaria, demostraciones, ceremonias, músicas y diversas prácticas. Y se han dado encuentros entre académicos y chamanes, curanderos, médicos tradicionales y alternativos, promotores de la salud, brujos, parteras, etcétera.

Dicho espacio ha resultado no sólo en una feria comercial de la salud, sino en un espacio de aprendizaje mutuo y colectivo; provenientes de diferentes lugares, pueblos, tradiciones y saberes, los “especialistas” y el público asistente (profesores, sanadores, trabajadores y pobladores de la ciudad) participan de esta construcción de conocimiento, relaciones y redes. Este tipo de espacios es precisamente lo que se necesita impulsar y promover para revitalizar y expandir con legitimidad estas otras concepciones y prácticas médico-salutíferas.

 
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