15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Puebla

Palabras que curan: la terapéutica nahua de la Sierra Negra de Puebla


Don Miguel. Mazatoepan, Puebla

Laura Romero Departamento de Antropología, UDLAP

Enclavadas en la selva media de la Sierra Negra de Puebla se hallan las comunidades nahuas de San Sebastián Tlacotepec, el cual es uno de los cien municipios con mayor marginación del país. Es decir, los habitantes de Tlacotepec forman parte de los casi dos millones de poblanos en pobreza extrema.

Lo anterior ha ocasionado una ola de migración, definitiva o temporal, a ciudades como Tehuacán o Puebla, en las cuales más que solucionar la pobreza vivida en sus lugares de origen deben enfrentar otro tipo de carencias sociales: aquellas que emergen del trabajo en las maquiladoras de mezclilla o las granjas avícolas del Valle de Tehuacán.

Ante esta situación, el paisaje de las comunidades serranas cambia de manera vertiginosa. Sin embargo, en medio de esta tensión entre lo local y lo global, la cultura indígena se reconstituye permanentemente. Lejos de pensar que hay una pérdida evidente de prácticas “nativas”, lo que vemos es una dinámica distinta, sobre todo para las nuevas generaciones. Las prácticas terapéuticas no están exentas de constantes cambios, por lo cual no deben ser pensadas como joyas de un pasado glorioso, sino más bien como los recursos que por siglos han puesto en marcha los indígenas para buscar la salud.

Los terapeutas nahuas son también campesinos, albañiles o migrantes. Su práctica se remite, entonces, a su conocimiento sobre el mundo, el entorno geográfico y lo sagrado. Sus objetivos terapéuticos cubren desde una enfermedad originada por la pérdida del tonal –una de las dos almas nahuas- hasta problemas laborales. Es decir, las estrategias indígenas para curar son recursos dinámicos que se mantienen vigentes justo por su cabal adecuación a la realidad actual que viven sus usuarios. Por lo tanto, lejos están de ser supersticiones de pueblos que se niegan a la civilización.

La gama de especialidades implica no sólo un conocimiento particular, sino una trayectoria diferente. Así, podemos encontrar parteras, hueseros, hierberos, curanderos y brujos. Todos ellos han recibido el conocimiento mediante un sueño, casi siempre durante la infancia. Ahí, un santo, la virgen o Jesucristo solicitan al futuro ritualista acepte el don de curar. Algunos de ellos nacen cubiertos de un delgado manto que da cuenta de su poder, pues si éste sólo cubre las manos o la cabeza, será más débil que cuando cubre el cuerpo entero. También habrá diferencias si dicha vestimenta es blanca o negra, pues de ser negra no habrá duda de que el destino del recién nacido será manejar las fuerzas negativas del cosmos. Un cosmos que no puede existir en ausencia del mal, el cual, junto con el bien, es fuerza dinamizadora de todo lo existente.

Alrededor de los 30 años de edad, los ritualistas inician su práctica curativa; para entonces habrán tenido que desarrollar un triple saber: soñar, ver y hablar. Soñar y ver son formas específicas de conocimiento que permiten al terapeuta comprender un aspecto de la realidad velado para el lego. La realidad indígena difícilmente separa vigilia y sueño. Así, las manifestaciones sobre el origen de la enfermedad pueden revelarse durante el sueño, por lo cual será preciso saber soñar. Mientras, saber ver permite al iniciado conocer la cara oculta de las cosas y decodificar las señales que se desvelan en el huevo vertido en un vaso con agua, procedimiento diagnóstico por excelencia.

Saber hablar, por su parte, es la estrategia central del ixtlamatki–“el que sabe”-, pues sólo él puede, mediante sus palabras, transformar el mundo. Llamar al alma perdida y convertir el huevo y las plantas curativas en poderosos aliados que buscarán a esa alma que se ha desprendido del cuerpo enfermándolo inevitablemente. Convocar a los santos. Solicitar los favores de la Tierra, misma que se niega cada vez más a escuchar. Hablando se transforma el mundo y la persona y, entonces, la enfermedad cede paso a la salud.

Los terapeutas indígenas –por muchos años los únicos encargados de la salud de sus comunidades- han tenido que ganarse hoy un lugar frente a un sistema de salud ineficiente pero sumamente excluyente. La práctica curativa nahua forma parte de complejos rituales que no por ello son extraños vestigios de épocas pasadas. Su ritualidad nos habla, más bien, de formas complejas, actuales y legítimas de conocimiento sobre el cuerpo humano y el cosmos que habitamos.


Entre la epidemia y la enfermedad: diabetes en clave totonaca

Susana Rebeca Kolb Cadwell Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM

Ixtepec, Puebla. Hospital IMSS Oportunidades. El doctor explica a la paciente, mujer totonaca, que es imprescindible seguir la dieta, realizar ejercicio y tomar sus medicamentos, si quiere evitar perder un pie, la vista o incluso la vida. La mujer asienta, toma sus prescripciones y sale por la puerta. Ya a solas, el doctor me dice que es probable que ella ignore sus indicaciones. En su opinión, muchos pacientes se niegan a cambiar sus hábitos porque no entienden la urgencia de las medidas de control para la diabetes.

Fuera del hospital, la realidad es otra. Durante la investigación para mi tesis de maestría entre los totonacos de Ixtepec, constaté en la angustia de las personas que son sensibles a las palabras de los médicos. Mas, siendo de una cultura distinta, los pacientes totonacos traducen estas palabras desde premisas y experiencias profundamente diferentes, de modo que la diabetes que se vive y crea en Ixtepec es radicalmente diferente de aquella que comprenden los médicos.

En Ixtepec, hablar de diabetes es hablar de la historia del lugar y de cada persona. Los totonacos cuentan que la diabetes apareció tras la llegada de la carretera con sus carros cargados de fertilizantes químicos y de pollos repletos de medicinas. Para ellos, estas modificaciones alimenticias dieron pie a la diabetes, más que la llegada de refrescos y comida chatarra.

Sin embargo, en cada caso específico, la diabetes es causada por tristeza, coraje o susto, enfermedades en las cuales el espíritu de la persona queda atrapado fuera del cuerpo. Doña Esperanza, curandera, describe cómo estas emociones provocan que la sangre se acumule en el corazón, debilitándose y abriendo la puerta a la diabetes. Doña Amparo comenta: “‘Debes controlarte’, eso me dicen, pero Dios nos manda cada quién como somos. Yo tengo mucho sentimiento, los sentimientos me hacen daño. Se quedan las amarguras en el corazón”. No todos son susceptibles a la diabetes, depende de la fuerza con que se nace. Don Miguel explica: “somos personas, somos humanos, pero no todos somos iguales en la sangre. Hay unos que tienen sangre fuerte, y no les pasa nada, y los que están débil, pues como agua, por decir así, sangre-agua, y no aguantan”.

El diagnóstico significa interminables citas en el hospital y llevar una dieta diseñada a partir de una noción de valor calórico y regulación de carbohidratos y grasas. Para el paciente totonaco esto significa comer menos tortilla, lo que implica renunciar a la fuente de fuerza que permite al cuerpo trabajar y estar sano. En la tradición mesoamericana, el maíz provee de fuerza vital a los hombres, la cual se transmite por medio del trabajo y tiene implicaciones profundas para la constitución de la vida y persona totonacas. Los hombres reclaman a la nutrióloga que tienen que trabajar; doña Filomena cuenta que conoce a alguien que murió por no comer bien y doña Esperanza es sucinta: “hay que comer para que esté una sana. ¿Qué nos va a alimentar? ¿Pura medicina?”. No seguir la dieta no es cuestión de hábitos, sino de vida o muerte.

En el hospital esta realidad de la diabetes está silenciada. Los pacientes se traducen en cifras y niveles de glucosa que se envían a vigilancia epidemiológica y los médicos se transforman en portadores de una condena. Esto es síntoma del problema al que se enfrenta el sector salud de lidiar con la epidemia de diabetes en un país culturalmente diverso. Los totonacos de Ixtepec no son más que un ejemplo de los diversos estilos de vida y las múltiples formas de pensar y vivir la diabetes. La “Norma Oficial Mexicana Para la prevención, tratamiento y control de la diabetes mellitus”, creada en el 2010 para prevenir y controlar esta enfermedad, subraya la importancia de la educación, pero no da lugar a la diferencia ni a un diálogo simétrico, ni admite que diferentes culturas tengan conocimiento propio, diferente (y previo) sobre la diabetes.

Es un síntoma inherente al problema. ¿Cómo dar lugar a la diferencia en una política de salud nacional que busca detener una epidemia? No lo sé. Quizá la pregunta que debería plantearse el Estado no sea cómo hacer efectivo el método de control y tratamiento de la diabetes en diferentes culturas, sino cómo re-pensar la norma misma y sus premisas, abriendo paso a medicinas y formas de creatividad otras. Quizá sea una tarea imposible, pero es en lo imposible donde vale la pena pensar.


Vida Saludable:
el bien-estar como salud

Aldegundo González Álvarez Cooperativa Tosepan Titataniske

En su traducción al español, la lengua maseual define a la palabra salud como un estado de felicidad o bienestar profundo. Nipaktok (estar bien, estar alegre) nos introduce al anhelo de una vida saludable desde la cosmovisión maseual y a la importancia del equilibrio en el propio cuerpo, la interacción considerada con el otro y las prácticas respetosas sobre el entorno.

¿Qué elementos intervienen para tener una vida saludable?

1.- Equilibrio en el cuerpo. En nahuat, lo contrario a la salud es tener alguna enfermedad kokolis o chauis y el antónimo de pakilis (felicidad) es tayokoyalis (tristeza). La enfermedad puede tener varias causas. Becauge y el Taller de Tradición Oral (2012) documentan dos energías vitales que en equilibrio procuran la salud al cuerpo: frío sesek y caliente totonik. Para contar con una vida saludable, se hace necesario el manejo adecuado de estos dos elementos. Los alimentos son una de las maneras con la que regulamos nuestro bienestar, algunos nos brindan calor y otros introducen frio a nuestro organismo; de acuerdo con nuestra naturaleza, debemos de orientar nuestra alimentación para encontrar esa armonía.

A inicios de los 80’s Becauge y el TTO realizaron en la región de Cuetzalan la documentación de plantas medicinales (maseualxiujpajmej). En su primera investigación hallaron 149 plantas medicinales para curar 63 enfermedades identificadas, las cuales clasificaron en nueve categorías. En la novena categoría incorporaron, además de malestares corporales, las dolencias que tenían carga sobrenatural. En casos muy graves de quebrantamiento del espíritu se debe seguir un ritual especifico que sólo el médico maseual conoce.

Para el año de 1987 el grupo Youalxochit (integrado por un grupo de mujeres que trabajó como parte del TTO) amplió la encuesta a los médicos maseualmej y encontró 102 enfermedades.

2.- Armonía con el otro y con el entorno. Desde la cosmovisión maseual, en similitud con otras culturas y pueblos originarios, la tierra es nuestra madre y en el entorno coexisten los guardianes que resguardan los elementos como el agua y el fuego. En un taller sobre salud comunitaria, realizado en el Centro de Formación Kaltaixpetaniloyan en 2013, con participantes de 59 localidades de la región de Cuetzalan, se hizo un ejercicio que consistía en dibujar una comunidad en donde se incluyeran aquellos elementos que nos proveían de salud. Los equipos tuvieron pequeñas variaciones en sus ilustraciones, y entre los elementos coincidentes destacaban la milpa, el cafetal diversificado (koujtakiloyan), una vivienda ordenada y animales de traspatio, entre otros, pero resaltaba para todos los dibujos la presencia del sol, del agua y de las montañas. Este hecho permite reconocer que para la comunidad maseual el sol es proveedor de salud, tanto como el agua y un entorno biodiverso.

En este sentido, las enfermedades y los males pueden ser colectivos cuando uno de los miembros de la comunidad en desconsideración hacia otro le hace daño o lo lastima. Atentar contra el equilibrio del entorno es también una manera de poner en riesgo el bien-estar.

De esta manera compartimos un fragmento de la cosmovisión en la región de Cuetzalan, resaltando aquellos elementos de la naturaleza que para el ser maseual resultan vitales para proveer salud, y hacemos hincapié en la importancia que implica vivir en comunidad para tener una vida saludable… porque si bien la armonía con el entorno es importante, lo es también la relación con el otro.


“Mal de ojo” en la Sierra
Norte de Puebla

Lourdes Baez Cubero Subdirección de Etnografía - Museo Nacional de Antropología


Partera en ritual, "Lavado de manos", para los padrinos del niño que trajo al mundo. Naupan, Puebla FOTO: Lourdes Baez Cubero

Las sociedades de tradición indígena han desarrollado en torno a la salud-enfermedad complejas concepciones sobre la persona, la vida y la muerte. Y lo han hecho también en su relación con la naturaleza, con la cual han mantenido una interacción constante.

Aun en contacto con portadores de culturas diversas, estas sociedades han configurado modelos autónomos y originales. Aquí destacan los sistemas médicos empíricos, basados por un lado en el manejo de la herbolaria y por otro en acciones simbólicas sustentadas en procedimientos adivinatorios.

En localidades de tradición indígena, la llegada del sistema de salud del Estado ha sido tardía y presenta muchas limitantes para atender adecuadamente las enfermedades, en particular las recurrentes en los años recientes: diabetes, hipertensión arterial y cáncer.

En Naupam, municipio nahua de la Sierra Norte de Puebla, si bien hay una aceptación cada vez mayor de la medicina científica, prevalecen muchas de las prácticas tradicionales, existentes desde hace siglos, para el tratamiento de los desequilibrios físicos y espirituales.

Muchos de los problemas de salud son resueltos desde el propio grupo doméstico. En la mayoría de las viviendas hay un pequeño huerto con plantas variadas que las mujeres de la casa identifican y usan como infusiones.

El manejo de plantas medicinales es competencia también de los especialistas rituales, quienes combinan sus terapias: hacen interactuar acciones simbólicas con las hierbas, ya sea bebidas en infusión, maceradas en refino, masticadas, untadas en las coyunturas en forma de cataplasmas y/o en baños en temazcal, por mencionar las formas más frecuentes en que son prescritas y utilizadas.

Uno de los tipos de enfermedad más comunes es el que provocan aquellas personas que tienen un “corazón fuerte”: el llamado “mal de ojo” (ilehuilistli). Las víctimas más frecuentes son los niños pequeños por su vulnerabilidad, tanto física como anímica.

No todas las personas tienen la condición de un “corazón fuerte”; esta circunstancia es fortuita, es lo que los nahuas llaman “suerte” o destino, y que algunos individuos traen desde que nacen pero no se les desarrolla hasta que llegan a la adultez. Son personas que al dirigir su mirada hacia un niño le provocan daño; lo hacen generalmente de manera involuntaria. Así, cualquier adulto debe tener mucho cuidado al estar cerca de niños ajenos, pues sin desearlo puede perjudicarlos en su salud.

Esto es, en apariencia no hay causa del “mal de ojo”, aunque se dice que si alguien halaga a un niño ajeno, puede ocasionarle el daño. Es por medio de la vista, que es muy penetrante, como el “aire” del corazón se interna en el cuerpo de los niños; como éstos son pequeños, su organismo es aún susceptible de cualquier afectación, no han madurado y enferman repentinamente.

Los síntomas que se presentan son fiebre alta y sudor, y a consecuencia de esto, el llanto. Por lo general la terapia es realizada por alguna persona que no necesariamente es especialista, sino que puede ser alguien capaz de causar este tipo de daño por tener el “corazón fuerte”; es decir, la premisa es que quien es capaz de causar mal, es también capaz de eliminarlo de la víctima. Pero la eliminación del daño no la lleva a cabo el responsable, sino se le solicita a alguien que sepa cómo curarlo.

Las hierbas y productos que se utilizan son: hinojo, ruda, estafiate, perejil, toronjil, hierba mora, tomate crudo, tomate asado y peonia. Después de lavar esto bien, se junta todo y se mastica hasta sacar el jugo que se revuelve con la saliva de quien va a realizar la terapia. Esta masa se unta en la frente, pecho, vientre, pies, manos y en todas las coyunturas del cuerpecito del enfermo. Cuando ocurre un “susto”, estas partes se abren por el impacto y por ahí se introducen los “aires” que le causarán mal. Esta terapia debe repetirse durante cuatro días, pero si el niño se alivia en la primera ocasión, sólo se hace dos veces.

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