15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Homeopatía y acupuntura,
necesarias ante crisis de salud
en México: Crisóforo Ordoñes


Dr. Crisóforo Ordoñes FOTO: Lourdes Rudiño

Lourdes Rudiño

Junto con la herbolaria y la quiropraxia, la homeopatía y la acupuntura son reconocidas por las secretarías de Salud y Educación Pública en el concepto de medicinas alternativas, y hay decisiones de gobierno, incluso con regulación (con normas oficiales mexicanas) tendentes a abrirles camino en hospitales y clínicas. Pero aún hay renuencias y resistencias que deberán de vencerse poco a poco.

Crisóforo Ordoñes López, director de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía del Instituto Politécnico Nacional (ENMH-IPN) destaca que esta escuela, con 118 años de existencia y una de las fundadoras del IPN en 1936, es la única en el mundo que integra la homeopatía y la acupuntura y que las oferta, la primera como licenciatura médica y como especialidad médica y la segunda sólo como especialidad.

Gracias a esa trayectoria y a esa característica, fue que en 2011 la ENMH logró que la Secretaría de Salud (SSa) autorizara que médicos homeópatas egresados de la Escuela pudieran prescribir homeopatía en sus estancias de servicio social.

Asimismo, “el ISSTE muestra mucho avance en acupuntura; hay apertura en institutos de salud de los estados; el gobierno del Distrito Federal tiene un programa de medicina integrativa donde, en un mismo espacio, están acupunturistas, médicos homeópatas, médicos que manejan la fitoterapia y los fitofármacos, especialistas en ginecología, en medicina interna y otras; la Ley de Salud del Distrito Federal considera a estos métodos terapéuticos (medicinas alternativas)…”.

Pero, agrega, hay reticencias: hay lugares donde a los egresados de la ENMH les impiden que prescriban homeopatía; el Seguro Social se muestra reacio, etcétera. “Esto es entendible, y sabemos que tendremos que avanzar poco a poco”.

Ordoñez López considera que la acupuntura, la homeopatía, la herbolaria y la quiropraxia están mal conceptualizadas como “medicinas alternativas”, pues tienen todo un respaldo filosófico y doctrinario, “y nosotros las denominamos modelos médico-clínico terapéuticos, pues así entran en un concepto serio dentro de la medicina y no fuera de ella, no como técnica. No son técnicas, tienen toda una estructura muy completa”.

Explica que en el primer mundo estos métodos terapéuticos están en auge. “Hay países donde la gente se trata más con ellos que con la alopatía”.

“En el caso de México, hay una encuesta hecha por la SSa al inicio de la década del 2000, que indica que 45 por ciento de la población ha utilizado algún método terapéutico diferente a la alopatía. Eso es poco. A lo mejor hoy un 15 por ciento de la población ha utilizado o utiliza la acupuntura y un 20 por ciento llega a utilizar la homeopatía, y sigue siendo bajo. Pero cada día hay más gente que se acerca a estos métodos porque son naturales, muy económicos, muy efectivos en muchas patologías y están libres de efectos colaterales. Es muy difícil tener una iatrogenia con ellos”.

De acuerdo con el entrevistado, médico cirujano pero también especialista tanto en homeopatía como en acupuntura, la crisis de salud que vive México, con obesidad, diabetes, hipertensión, cáncer y más, y los altos gastos que implica la alopatía, con medicina cada vez más cara, debería llevar a las autoridades a impulsar los métodos terapéuticos en cuestión. “La Organización Mundial de Salud (OMS) lo ha dicho claramente y ha recomendado a los gobiernos que regresen a sus métodos tradicionales de tratamiento porque no va a haber dinero que alcance para la cobertura de salud”. Pero también, agrega, “es muy importante la prevención, y allí estamos fallando las escuelas. Yo estoy pugnando para que en la reestructuración de programas de la ENMH se dé énfasis en la prevención; el médico debe ser un educador y orientar a los pacientes sobre cómo prevenir enfermedades y cómo preservar la salud”.

Reconoce que la población está ávida por buscar soluciones, y prolifera la oferta de métodos y técnicas a los que acuden: hay en nuestro país unas 120 terapias alternativas, y la OMS habla de 250 métodos, algunos sólo técnicas (que no están bien estructuradas),  que también se conocen como medicinas blandas porque muy difícilmente provocan efectos colaterales. Aquí se cuentan la risoterapia, el reiki, la aromaterapia, el chi kun, el tai chi, la magnetoterapia, las flores de Bach, etcétera.

El único riesgo que generan estos métodos y técnicas es que el paciente, en particular con enfermedades serias, como cáncer, se confíe y crea que lo van a curar y pierda tiempo valioso antes de acudir al especialista médico. Asimismo, el hecho de que cualquiera tome un cursillo y luego se ostente como terapeuta hace que mucha gente desconfíe de quienes actúan con seriedad y de métodos basados en ciencia, como es la acupuntura y la homeopatía.

Crisóforo Quiñones destaca que en la ENMH es requisito indispensable contar con formación médica para alcanzar cursar y obtener el grado en licenciatura en medicina y homeopatía y la especialidad en la propia homeopatía y acupuntura. Esto es muy estricto.

Y lo dice porque en el país existen instituciones que gradúan a técnicos en acupuntura, sin estudios de medicina. El entrevistado considera que estos técnicos sólo debieran ejercer como auxiliares de médicos; la formación médica, dice, es fundamental “porque vamos a trabajar con seres humanos y debemos saber y conocer muy bien lo que es el cuerpo humano en su totalidad, anatómica, fisiológica, patológica, embriológicamente, histológicamente… o sea todo lo que engloba una formación médica para entender mejor esto y no hacer de estas terapéuticas, que son efectivas y muy nobles, una panacea (…) Todo tiene sus límites. Como médico, se puede tener un criterio y decidir en ciertos casos si el paciente debe acudir a otro especialista y no hacerlo perder tiempo valioso”.

Tetleiczaliztli (el pisoteo de fuego)

Un remedio para el dolor de espalda en tiempos prehispánicos

Patrick Johansson K. Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

La sapiencia de los pueblos nahuas prehispánicos, en lo que concierne a la herbolaria y a las prácticas medicinales para curar enfermedades y sanar heridas, dejó atónitos a los frailes españoles a mediados del siglo XVI, cuando éstos comenzaron a interesarse en la cultura de los “vencidos” con el fin de detectar los síntomas de lo que consideraban una enfermedad: el culto a sus dioses y los rituales correspondientes.

Los capítulos X y XI del Códice florentino; el Libellus Medicinalibus Indorum Herbis o Códice badiano; la Historia natural de Nueva España, del doctor Francisco Hernández, protomédico del rey Felipe II, y la Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales que sirven en medicina…, de Nicolás Monardes, entre otros documentos, son testimonios invaluables y pruebas fehacientes de la pericia de los antiguos mexicanos en materia de medicina.

Ahora bien, si apreciaban en su justo valor la terapéutica indígena, los frailes fustigaban las prácticas rituales y los conjuros que la acompañaban. Hermosas metáforas y gestos creaban una densa opacidad simbólica en la que quedaba atrapado el mal que se quería curar. Para los frailes, esta parte de la terapia era considerada como diabólica por lo que se perseguía a los médicos indígenas (ticitl) considerados brujos o hechiceros.

Hernando Ruiz de Alarcón, hermano del célebre dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, dejó un testimonio de prácticas médico-rituales de los indígenas nahuas de lo que es hoy el estado de Guerrero en su obra Tratado de las supersticiones de los Naturales de esta Nueva España, escrita en 1626. En su obra, Ruiz de Alarcón transcribió distintos conjuros en la versión original en náhuatl y en su versión en castellano.

Entre las prácticas curativas que refiere, figuran las que buscaban aliviar los dolores del cuerpo. Un masaje enérgico llamado tepapacholiztli, que consistía en apretar vigorosamente las partes adoloridas bastaba generalmente para aliviar el dolor. Cuando la parte baja de la espalda se veía afectada como consecuencia de un exceso de trabajo o de un enfriamiento y los masajes eran insuficientes, los médicos indígenas aplicaban una cura llamada tetleiczaliztli, literalmente “el pisoteo de fuego”, la cual consistía en “pisotear” la espalda del doliente.

Primero calentaban una piedra o un comal, luego le pedían al paciente que se extendiera de bruces en el suelo “desnudo todo el cerro”. El médico mojaba un pie “cuyos callos estaban como las rodillas del camello”. Ponía luego el pie mojado sobre la piedra o el comal muy caliente hasta que el calor penetrara en la carne viva. Comprimía luego vigorosamente con la planta ardiente, y más específicamente con los callos del pie, “los lomos y el espinazo” del paciente, apretando continuamente, y profiriendo las palabras del  siguiente conjuro:

Tlacuele, xihualhuia nahui acatl milintica, in tzoncozahuiztica. Tlacuele, xihualhuia, àmo tinech-elehuiz; nican nic-hualhuican nopozolcac (àmo tinech-elehuiz): ica noconpehuiz xoxouhqui coacihuiztli, yayauhqui coacihuiztli in ye quipopoloznequi in teteo inpiltzin: nimitzpopoloz, nimitztlàtlatiz.

“Ea, ya ven acá tú las cuatro cañas que echan llamas y tienes el cabello rubio: ea ya ven y advierte no me codicies; aquí traigo mi esponjado calcañar o callo, no te emplees en él, porque contigo, y con él pretendo apartar y quitar de adonde está, el verde dolor el pardo dolor que ya quiere destruir al hijo de los dioses, y por el contario yo te tengo de destruir y quemar.”

El rubio cuatro cañas era el fuego; el esponjado calcañar: el talón hirviendo que comprimía la espalda; el dolor inasible se volvía aprehensible mediante sus colores. El curandero afirmaba de manera perentoria su voluntad de hacer salir la dolencia (no aniquilar el mal) del cuerpo enfermo.

La sesión duraba hasta que el paciente, sintiéndose aliviado, “canonizaba el milagro de la cura”.

Alcanzar la cura, viable con
la acupuntura: Tomás Alcocer


Dr. Tomás Alcocer FOTO: Lourdes Rudiño

Lourdes Rudiño

Cuando llegó la acupuntura a México, en la década de los 60’s, lo hizo con un sentido no científico y por ello hubo muchos obstáculos para que universidades y hospitales la aceptaran. Sin embargo, en las décadas recientes se ha observado la base científica de esta disciplina médica, que implica la colocación de puntos acupunturales en las extremidades para incidir en el interior del cuerpo e incluso en el cerebro de los pacientes, vía los paquetes de vasos sanguíneos y sus nervios.

Así, ya existe una Norma Oficial Mexicana para la acupuntura, del 7 de mayo de 2002, que fue revisada en 2007; de parte de la Secretaría de Salud (SSa) hay cuadros básicos para que los hospitales que requieren la utilización de acupuntura puedan pedir agujas o electroestimuladores; existen programas oficiales de estudio de esta disciplina para los estudios superiores, y universidades importantes han abierto sus puertas para impartir la enseñanza de esta terapéutica. Hay oferta de especialidades en acupuntura en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), en algunas secciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la Universidad del Valle de Ecatepec, además de otras entidades privadas como el Instituto Alcocer de Medicina Tradicional China y Acupuntura que da cursos y diplomados.

Quien comenta esto es Tomás Alcocer González, médico cirujano egresado de la UNAM y también graduado en acupuntura y moxibustión en el Instituto de Medicina Tradicional China de Beijing; él dirige el Instituto Alcocer y es presidente de la Unión Nacional de Asociaciones de Médicos y Técnicos Acupunturistas, AC.

En entrevista, precisa que en el país hay entre tres mil cinco mil estudiosos de la acupuntura, entre médicos y técnicos, lo cual es insuficiente para las demanda. El hecho de que haya técnicos (sin una base universitaria en medicina) es porque todavía muchos médicos desdeñan erróneamente esta terapéutica; la consideran esotérica o mística.

Tomás Alcocer es traductor de libros de medicina antigua china de hace tres mil años, tiene traducidos completamente el Libro del emperador amarillo (Huang Di Nei Jing) y está por publicar en breve el primero de sus 162 capítulos. “Llevo más de 20 años en esta traducción, y tan sólo uno de sus capítulos defne de todos los vasos sanguíneos con sus nombres; lo más importante es que habla de dónde inicia la circulación sanguínea y dónde termina; es un campo científico que en las facultades de medicina no se enseña, y que brinda respuestas que los médicos alópatas desconocen sobre el porqué de las cosas. Si preguntamos a un cardiólogo por qué late el corazón cerca de 180 veces por minuto, no tiene respuesta, y un médico común desconoce por qué se mueve el intestino o por qué tenemos 20 respiraciones por minuto”.

Ocurre que –y esta es una enseñanza del Libro del emperador amarillo- “para encontrar esas respuestas tenemos que estudiar el movimiento solar”, señala: “irnos a los cinco planetas (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno), porque son los que electromagnéticamente jalan nuestras extremidades”. Todo esto, además, tiene que ver con el hecho de que los seres humanos tenemos cinco dedos y cinco grupos de órganos (cabeza y cuello, tórax, abdomen, pelvis y ubicuos, presentes estos últimos en huesos músculos y piel) y que en los vasos sanguíneos circule sangres y en el sistema nervioso circule una energía eléctrica. “Querámoslo o no, comprendámoslo o no, estamos conectados con el cosmos. Y estos hablando de astronomía científica, no de astrología o de charlatanería”.

Comenta que parte sustantiva de las bases de la acupuntura, presentes en el libro mencionado, habían quedado ocultas porque sus primeras traducciones, al francés o alemán, ocurrieron en la Edad Media, cuando estudiar el cosmos y voltear al cielo estaba vedado, pues la religión dice que allá está el paraíso. Y la traducción del chino antiguo al moderno fue bloqueada por el interés de los médicos orientales hacia la medicina occidental. La traducción de Tomás Alcocer –que fue animada por un maestro que tuvo en China, “pues en mis estudios me habían llevado a niveles de conocimiento similares a los de sus maestros y quería avanzar más”- ha develado aspectos novedosos respecto de los canales y conexiones que permiten, con agujas, encontrar puntos que llegan a los órganos internos de los pacientes, y con ello lograr la cura y no sólo aliviar o atenuar enfermedades graves, como el cáncer, síndromes de Parkinson y de Alzhaimer, o diabetes.

“En ningún país del mundo se tenía contemplado el  recorrido de los paquetes vasculares y nerviosos; esto fue un descubrimiento mío”.

Lograr la cura. Tomás Alcocer precisa que absolutamente todos los pacientes que se atienden con acupuntura obtienen resultados positivos. “Todo depende del grado de enfermedad con que lleguen, pues muchos vienen con un deterioro grave, como cánceres con metástasis, y entonces lo que obtenemos es disminución de molestias, de dolores. Pero cuando llegan a tiempo, detenemos el proceso de la enfermedad y eso ya es una gran ventaja. Si se trata de enfermedades agudas, rápidamente podemos quitar una diarrea, un vómito, un dolor, un cólico renal o de vesícula biliar. En enfermedades crónicas como artritis, o graves como esclerosis múltiple o Parkinson, necesitamos reparar primeramente los órganos, o en diabetes, necesitamos un proceso de regeneración celular”.

Explica que en la medicina tradicional china hay dos causas de enfermedades, que son: una, la parte climática, porque la temperatura caliente -por ejemplo una insolación- genera coagulación de la sangre, que es un bloqueo y va a provocar enfermedad, o el frío, que genera congelación y freno en la circulación de la sangre en ciertas partes del cuerpo. “Lo único que hacemos es quitar la coagulación para que circule la sangre y se alimenten bien todas las células, o quitar la congelación (vía la moxibustión), para activar la circulación sanguínea y permitir que se nutran los órganos. “Es un principio simple pero real y verdadero para poder hacer curaciones muy profundas”.

Y dos, la parte anímica. “En nuestro cuerpo tenemos dos sustancias, adrenalina y acetilcolina. Cuando una persona se enoja, se sueltan estas sustancias y pueden desordenar la función de un órgano. Por eso en la ira o bien en la tristeza, estas sustancias se disminuyen y por eso las estructuras funcionan menos (…). El sentimiento es un causante muy importante de enfermedad y sobre todo crónico degenerativa. En general casi todos estos pacientes que tenemos de enfermedades graves tienen un antecedente emocional muy fuerte”.

Señala que en el Instituto Alcocer llevan una estadística de la evolución de sus pacientes, donde se observan algunos casos de cura de cáncer o freno de procesos de insuficiencia renal. “Esto lo tenemos perfectamente bien documentado, con muestras de laboratorio, radiografías, diversos estudios, ultrasonografías, resonancias magnéticas que identifican un tumor y que después ya queda inactivo. Esta experiencia ha dado prestigio al Instituto e incluso de algunos hospitales nos envían pacientes para que les demos el método terapéutico acupuntural, y lo hacemos con bastantes beneficios y buenas expectativas”.

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