15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Cómo protegerse y cuidar
la fuerza entre tlapanecos

Danièle Dehouve Directora de Investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y directora de estudios en la Ecole Pratique des Hautes Etudes (EPHE), París.

La Montaña de Guerrero es una región que cuenta con una población numerosa hablante de tres lenguas indígenas, mixteco, náhuatl y tlapaneco. Los tlapanecos, también llamados mepha’a, hablan una lengua de la familia otomanguë y son más de cien mil individuos.

Entre los tlapanecos, antes de llegar a curarse, hay que tratar de evitar las causas de enfermedad. Esto requiere el respecto de varios rituales. En los hogares tradicionales, el jefe de familia es el encargado de estos rituales: los realiza durante todo el ciclo de cultivo del maíz (llegada de las lluvias, siembra, bienvenida a los primeros frutos, cosecha y puesta en la troje). Al nacer sus hijos, el padre busca el “animal-lugar” de cada uno. Según esta variante local de la relación entre un humano y un ser de la naturaleza que ha recibido el nombre de “nahualismo” en el área mesoamericana, la suerte de cada persona está ligada a un animal que, se supone, vive en un lugar preciso del territorio, por ejemplo un jaguar en la cumbre de tal cerro, o una víbora en tal manantial.


El método de adivinacion por "medida del hueso”, municipio de Acatepec FOTO: Danièle Dehouve

Si la enfermedad pega a algún miembro de la familia, el hombre realiza personalmente los rituales de curación o, si no tiene los conocimientos suficientes, busca a un especialista llamado meso. Éste presta sus servicios a cambio de una remuneración en productos (frijol, café, gallina o guajolote) o en dinero.

Para empezar la cura, es preciso “adivinar” la causa de la desdicha. Esto se realiza mediante una “consulta”. Existen varias técnicas de adivinación y lo importante es que el especialista conozca una de ellas. La más difundida es la “medición del hueso” que consiste en “medir” el antebrazo con la cuarta de la mano y permite obtener una respuesta por sí o no a una pregunta. Otra es la interrogación de los difuntos, la cual busca la responsabilidad de uno o varios difuntos en la enfermedad de alguien. Ambos métodos se realizan delante de la lumbre, “en la mesa del fuego”. Unos hombres también han aprendido a leer en las barajas durante alguna estancia fuera de su comarca. El arrojamiento de semillas de maíz y la lectura en el agua representan procedimientos más escasos en esta región. Estos métodos de adivinación permiten conocer la causa de una desdicha con el fin de remediarla.

Ya conociendo la causa de la enfermedad, es posible realizar la curación. La técnica más común es la “limpia”; sirve para limpiar al enfermo de la envidia manifestada por los demás, o de sus propios sentimientos, como el coraje, que, según se supone, le están perjudicando. La “limpia” es una técnica muy difundida en todo el México rural. Consiste en capturar el mal en la nuca y las articulaciones del individuo, con un huevo o un ave doméstica envuelta con hojas. El huevo que ha recogido el mal se arroja a lo lejos y se quiebra, mientras que el animal se sacrifica o se deja abandonado en el campo. Otro método común entre los tlapanecos consiste en arrojar las hojas y el huevo en el fuego, donde se queman. Existen otros métodos, como el soplo, con o sin aguardiente, supuesto para barrer a lo lejos los elementos que afectan al enfermo. Durante los días que siguen a la cura, el enfermo y el especialista observarán una penitencia que consiste en abstenerse de relaciones sexuales y de algunos condimentos que tienen olor fuerte, como la cebolla, la hierbabuena y el limón.

En el caso en que la adivinación haga aparecer que la causa de la enfermedad es un acto de brujería, la cura será más larga y difícil. Habrá que buscar a qué potencia se ha dirigido el brujo –fuego o tierra–, y en qué lugar ha realizado ofrendas con finalidades malignas, para poder realizar ahí las ofrendas y los rezos adecuados y convencer a las potencias de aliviar al enfermo.

Frecuentemente, las enfermedades se atribuyen a la mala influencia de un familiar difunto. Cuando una persona “sueña mucho un difunto” es muy mala señal: empieza a buscar la ayuda de un meso que realice ofrendas a este difunto en la “mesa del fuego” y pide misas en la iglesia.

Todas estas técnicas rituales giran en torno a la noción de “fuerza”. Se concibe como una capacidad corporal que reside en un aliento, un espíritu, un corazón y una voz calificados de “calientes” y “contentos”. Esta “fuerza” es la vida misma, como opuesta a la muerte y todo lo que se refiere a ella –enfermedades y accidentes.

La tarea del especialista ritual es mantener la fuerza de la gente y restablecerla en caso de enfermedad. Para esto, tiene que cuidar su propia fuerza, porque sus actividades de curación lo necesitan y además, lo ponen en peligro. Por eso, el especialista se entrega a menudo a la “penitencia”. Además de la abstinencia sexual y del ayuno (abstenerse de condimentos y frutas agrias), ésta consiste en bañarse frecuentemente en el agua fría del río o del manantial, dormir poco y, en ciertas ocasiones, tragar una mezcla de hojas verdes de tabaco con cal y untarse las coyunturas con la misma pasta. La “limpia” complementa este complejo cuya finalidad es la purificación y la protección.

Los nahuales costeños

Natalia Gabayet Investigadora del proyecto Dinámicas de Lenguas de Culturas del Norte, CNAN-INAH

En los pueblos negros de la Costa de Guerrero y Oaxaca la gente comparte el destino con un animal. Hermanados desde tierna edad, gracias a las artes rituales de los nahuales poderosos, han de caminar esta vida juntos. Lo que suceda a uno, el otro lo siente y lo sufre. Crecer bien, es decir protegido y convenientemente alimentado, será evidente en un cuerpo y en el otro. Dos cuerpos, dos materialidades, una suerte, un destino. La enfermedad de monte es la expresión de este vínculo.

Nahuales los hay de todas las especies, de agua y de tierra, pero hay tres que son los que los morenos prefieren, el tigre (jaguar-panthera onca), el alagarto (cocodrilo-cocodrylus acutus) y el onzo león (puma concolor). Estos pueblos de afrodescendientes se formaron culturalmente rodeados de naciones jaguar. Los gobernantes mitad hombre, mitad jaguar, de los mixtecos esculpidos en las estelas de Río Grande, Oaxaca, o las batallas de los guerreros tigres de los nahuas de Zitlala, marcaron profundamente a los recién llegados de tierras lejanas. Tan es así que en su concepción de cuerpo, y las entidades que lo habitan, incorporaron al jaguar como el animal más común, el más poderoso, el más bello y feroz. Con esta invención cultural de los pueblos negros de la Costa Chica la alteridad indígena se introdujo profundamente en la concepción de las almas. Por eso, aunque los negros se dicen buenos católicos, son a un tiempo diablos y también nahuales poderosos.

Los tonales, animalitos o nahuales viven en el monte, en esa otra realidad forman ejércitos comandados por jefes, los cuales a su vez tienen otros jefes superiores que comandan “su gente”, creando así una especie de gran pirámide. Estos jefes son curanderos, los cuales dirigen su manada para pelear contra sus enemigos, y así proteger a su grupo, resguardar su territorio y finalmente apropiarse de los aguajes y de las presas de caza. De hecho, los curanderos jefes de manada fungen como maestros, por ser fuertes, poderosos y temidos.

Si bien los nahuales crean la fama en ese otro mundo, sus hazañas son un secreto a voces. Los morenos lo saben, lo dicen, pero no se condecora, ni se instituye. Los curanderos convierten a los recién nacidos en animalitos, los ponen en una encrucijada de camino y el primer animal que pase ése será; o colocan una cama de cenizas y las huellas hablarán. A veces con sólo levantarlo y lamerlo le comparte su esencia y éste será la misma especie que su convertidor, pues los nahuales no se mezclan, cada especie tiene su grupo, sus costumbres, sus alimentos.

Las gestas de los ejércitos se revelan en la salud de los infantes, y son los curanderos quienes conocen las enfermedades y los remedios. Por lo común, los síntomas posibilitan el diagnóstico y es posible conocer la travesía del animal que, en medio de los enfrentamientos, resulta herido. Así, las calenturas, las diarreas, las infecciones de la piel, o cualquier dolencia puede ser reconocida como enfermedad de monte; es decir, como la expresión de los sucesos ocurridos en el mundo de los animales. Aquello que sucede en el mundo paralelo al mundo ordinario sucede también al interior del cuerpo del enfermo. Un juego en el que el afuera está adentro y el adentro está afuera. Normalmente, el veredicto es parco: “Estás tirada en el monte. Regresa mañana que te voy a curar, te voy a poner mano”.Es entonces que se realiza el ritual de curación.

Aunque las hierbas, así como los complementos que se utilizan cambian de pueblo en pueblo, de curandero a curandero, el timorreal (pasiflora local) y la saliva son los dos elementos constantes, luego está la pólvora, el ajo, la mostaza, todos ellos ingredientes que tienen en común el olor fuerte. Esos ungüentos les dan el olor, y con eso pueden rastrear al animal enfermo en el monte. Es decir que, en el vínculo de espejo con el animal desdoblado desde su interior hacia ese otro espacio, se da una trasmutación material, y al untar el cuerpo del enfermo el olor se trasmite al animal del monte. Así, la cuestión fundamental en la curación de la enfermedad de monte es el desdoblamiento del curandero, pues al tiempo que se ocupa del paciente en persona, su cuerpo animal lo busca en el monte.

Finalmente, el curandero expresa así sus dos connotaciones: es humano y es animal, un ser doble se revela. Y es por medio de esta enfermedad de monte que se expresa esa alteridad indígena, que asimilada por los morenos de la Costa permitió una creación cultural propia.

¿Qué hace la Unicam-Sur?

La salud rural, de mal en peor

Salomón García Jiménez Director general del Instituto Médico Tao de Investigación Acupuntural en México, AC, y colaborador de la Unicam-Sur

Las actuales condiciones de salud en el campo mexicano son muy similares a las de tres décadas atrás. Para muestra, Guerrero, donde la mayoría de familias campesinas de las zonas serranas y franja costera apenas sobreviven con niveles elementales de servicios básicos.


FOTO: Salomón García Jiménez

Hay comunidades indígenas de las regiones Costa Chica y Montaña en pobreza extrema y marginación, prácticamente en el abandono, sin el apoyo de los programas gubernamentales. Algunos pueblos originarios se consideran entre los más pobres del mundo, en un país donde también tenemos a personajes y sátrapas de los más ricos del orbe. Un contraste insultante.

En realidad, a la clase política en el poder no le interesa el bienestar del pueblo; sólo sirve a los intereses de una minoría ambiciosa.

Los más pobres entre los pobres sufren desnutrición, enfermedades digestivas, respiratorias y otras complicaciones que ponen en peligro la vida. Y es el sector materno-infantil el más vulnerable. Datos duros muestran que Guerrero es el estado en peores condiciones del país. Está documentado que mueren por causas prevenibles 17 menores de un año de edad por cada mil que nacen, y han ocurrido cien defunciones de madres por año en la década reciente. Lo siguen de cerca Oaxaca y Chiapas. En Morelos, los índices de decesos son 13 niños y diez mujeres, respectivamente.

Muchísimos pueblos carecen de agua potable y drenaje; no tienen ni un centro de salud con médico, enfermera, buenos medicamentos y materiales de curación; no se da el adecuado manejo de la basura y existe mucha contaminación. Sus viviendas son vulnerables a las inclemencias climáticas: techo de asbesto cancerígeno o con materiales que no protegen de la lluvia, piso de tierra, sin fosa séptica, sin un escusado salubre, etcétera. Por si fuera poco, en septiembre pasado el huracán Manuel dejó un saldo en Guerrero de más de cien muertos y decenas de miles de familias damnificadas. Como se  ve, el panorama de salud es deprimente.

Lo anterior nos sitúa en los más bajos niveles de bienestar en México, empezando por lo precario de la alimentación en el campo. Ahora, si le agregamos la devastación de los huracanes y tormentas tropicales, el deterioro ambiental, las violaciones a los derechos humanos, la pérdida de identidad social y cultural, el vandalismo e inseguridad en la entidad por la delincuencia organizada, la corrupción y simulación de “planes emergentes” por parte del gobierno, el no respeto del voto... ¿A dónde iremos a parar?

Agenda rural

Evento: Foro Internacional sobre Alimentación Saludable en las Escuelas. Organiza: Alianza por la Salud Alimentaria. Fecha, hora y lugar: Lunes 17 de febrero a las 09:30 horas, en el Gran Hotel de la Ciudad de México (Gran Salón 2), ubicado en Av. 16 de septiembre número 82, a un costado del Zócalo. Informes: saludalimentaria@ elpoderdelconsumidor.org


Libro: El maíz en peligro ante los transgénicos: Un análisis integral sobre el caso de México. Coordinadoras: Elena R. Álvarez-Buylla y Alma Piñeyro Nelson. Editorial: UNAM / UCCS. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Colección Debate y Reflexión.


Libro: Una teoría sobre el capitalismo global: Producción, clase y Estado en un mundo transnacional. Autor: William I. Robinson. Editorial: Siglo XXI Ed itores.

Los campesinos que siembran maíz, frijol y calabaza de temporal, apenas cosechan para el autoconsumo. Los precios de café, maíz, copra, jamaica, ajonjolí, y de plátano, limón y otros frutales están por los suelos. Los pequeños productores agropecuarios están en crisis; en los ejidos y las comunidades priva la incertidumbre, la falta de democracia, el desempleo, el saqueo de madera y otros bienes comunales, la extorsión, el abigeato, la violencia...

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), «La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades (...), y en armonía con el medio ambiente». Para la mayoría de habitantes pobres en el medio rural, el concepto internacional de salud resulta demasiado teórico.

Analicemos la definición en el contexto actual: físicamente, cualquier persona del campo padece alguna enfermedad o dolencia; en lo psicológico, diariamente hay zozobra por conseguir alimentos o por la inseguridad y violencia, y socialmente, no se cuenta con suficientes servicios públicos, el gobierno tiene abandonado al campo, no hay empleos y se destruye la naturaleza. Entonces, se concluye que dichos pobladores están muy lejos de tener una vida saludable o el dichoso “completo bienestar bio-sico-social”.

La Universidad Campesina del Sur (Unicam-Sur) es un interesante proyecto de educación rural alternativa, para impulsar el colectivismo, la autonomía, la solidaridad, la equidad de género y la democracia. Su enfoque es pedagógico, y su metodología, participativa, contrarios a los que fomentan el Estado y la iniciativa privada, impregnados de discriminación, individualismo y demás antivalores del neoliberalismo.

La Unicam lleva diez años trabajando las siguientes temáticas: Historia y cultura, Seguridad humana y salud, Agroecología y participación social, Desarrollo sustentable, Economía solidaria y organización social y Poder local y gobernanza participativa. La dirige Plutarco Emilio García y un equipo de compañeros con larga experiencia de lucha social. Su eslogan es: “Compartiendo el conocimiento para construir un mundo mejor”.

A esta universidad con sedes itinerantes asisten campesinas y campesinos y productores, así como directivos y técnicos, todos miembros de organizaciones que impulsan modelos alternativos de desarrollo regional. Foros, cursos, talleres, diplomados, conferencias, prácticas demostrativas, giras de intercambio y fiestas son las modalidades de la acción educativa para que “todos aprendamos de todos”, incluidos facilitadores que cumplen con un perfil científico-social.

Las actividades se realizan en las mismas comunidades organizadas en la Unión de Pueblos de Morelos y la Unión de Pueblos de la Zona Oriente de Coyuca de Benítez, Guerrero. Destacan dos campus para el trabajo de capacitación: Atlacholoaya y Monte Grande.

El diplomado en Medicina Tradicional tiene el objetivo de introducir a los participantes en el conocimiento y la práctica de terapéuticas ancestrales tanto de México como de Oriente, por medio de siete módulos intensivos e interrelacionados: 1) Diagnóstico de la salud y masaje tradicional mexicano, 2) Shiatsu japonés, 3) Plantas medicinales, 4) Acupuntura contra el dolor, 5) Moxibustión, 6) Salud comunitaria y 7) Nutrición e higiene. Ello, para que los diplomantes utilicen eficazmente esta medicina alternativa como herramienta en la prevención y tratamiento de las enfermedades frecuentes detectadas en sus comunidades rurales.

Es decir, al mismo tiempo que seguir exigiendo las mejoras que se merecen las comunidades, enfrentar por cuenta propia la problemática de salud, mediante la formación de verdaderos promotores comunitarios, con ideas progresistas y humanismo. Retomar los saberes de la medicina tradicional de México y de Oriente, como son los masajes, la acupuntura, la moxibustión y las hierbas curativas y alimentarias, entre otros conocimientos.

El rescate y la reivindicación de la sabiduría popular se hacen poniendo especial énfasis en la práctica, de modo que las y los participantes inmediatamente después del intercambio de experiencias de cada módulo se ponen su filipina blanca y realizan una brigada médica. Al regresar a sus pueblos, ya con las diferentes terapéuticas como herramientas, comienzan a atender pacientes con seguridad y confianza.

La Unicam incentiva el autodidactismo inter-modular entre sus diplomantes y trata de no perder el contacto con los egresados, invitándolos a las demás actividades y proyectos.

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