15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Desaliento y falta de políticas
públicas en la medicina
tradicional: Carlos Zolla


Carlos Zolla FOTO: Lourdes Rudiño

Lourdes Rudiño

No obstante su riqueza y diversidad de plantas medicinales –con un bagaje de entre cinco mil y diez mil especies, que lo colocan a la vanguardia en Latinoamérica y entre los primeros lugares del mundo-, México es un país donde estos recursos curativos se obtienen fundamentalmente por colecta silvestre, y están carentes de políticas públicas que propicien su cultivo, propagación, valoración, uso, investigación, cuidado y regulación sensata y desvinculada a intereses comerciales.

Carlos Zolla Luque, coordinador de Investigación y docente en el Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC) de la UNAM, afirma que no suman más de 20 especies nativas medicinales cultivadas en México de forma controlada, donde haya estabilidad en sus compuestos. Así, el país está mucho menos desarrollado que otros donde las plantas medicinales se producen en determinados hábitats, o cuando son endémicas, en ciclos de colecta y reposición. Y es que, “igual que ocurre con los granos básicos, aquí hay un descuido, una desatención, que va de la indiferencia, la burocracia y el poco interés a los intereses mezquinos”.

Pero precisa: la medicina tradicional mexicana no es sólo la herbolaria, es mucho más que eso, y toda la integralidad también está en una condición de desaliento, aun cuando el “sistema real de salud de los mexicanos” demande de manera fundamental a esta medicina.

Explica la integralidad de la medicina tradicional: “en primer lugar está el recurso humano: miles de curanderos, hueseros, hierberos, parteras, rezanderos, graniceros (controladores de tempestades y lluvias), ensalmadores… que siempre utilizan plantas medicinales; luego están los sistemas de clasificación, entre ellos las enfermedades o las causas de demanda de atención; después los procedimientos y métodos diagnósticos y terapéuticos, y por último, los recursos terapéuticos materiales o simbólicos”.

Comenta que el PUMC está trabajando con totonacos para crear una una escuela de medicina tradicional totonaca, “pero los viejos curanderos, hueseros nos dicen ‘a los jóvenes ya les interesa menos, les interesa más cruzar la frontera y mandar dólares que ser curanderos’”.

Carlos Zolla dice que el sistema real de salud de los mexicanos implica, junto con la medicina alópata pública y privada, a la medicina tradicional, sobre todo la indígena; la doméstica o casera –la cual fortalece a la tradicional en ámbitos urbanos y rurales-; a la homeopática, y en las décadas recientes y en claro auge, a las llamadas alternativas o complementarias (acupuntura, diversas formas de naturismo, hidroterapia, fisioterapia… y algunas muy exóticas para el país como el Ayurveda de la India).

Y es que las plantas medicinales son el recurso terapéutico más amplio, abundante, mejor conocido y más accesible. La antiquísima tradición de mercados, de tianguis, que tiene México, permite la disponibilidad de plantas medicinales en puntos muy alejados de sus áreas de producción: se puede encontrar damiana de California en Yucatán o plantas del trópico húmedo en lugares desérticos o semidesérticos, gracias a los mercados. Además la medicina doméstica o casera representa un pequeño cuadro básico, “donde usted puede encontrar algunas mentas, la manzanilla, el epazote, romero, la canela, el gordolobo, árnica, fenogreco…”.

Carlos Zolla relata que en el pasado hubo intentos por fortalecer la medicina tradicional, pero se toparon con serios obstáculos. El Instituto Mexicano para el Estudio de Plantas Medicinales (Imeplan), nacido en 1975, se transformó posteriormente en la Unidad de Investigación y Medicina Tradicional del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y entonces un médico con autoridad, Bernardo Sepúlveda padre, propuso el plan de saltar -o someter a protocolos diferentes- los esquemas clínico farmacológicos y toxicológicos que se utilizan para la medicina alópata, a fin de integrar fácilmente algunas plantas medicinales en cuadros básicos del IMSS. Ello considerando, por la grandísima experiencia del consumo diario de la población, que no eran tóxicas.

Así, se hizo la prueba en 400 unidades médicas de IMSS-Coplamar con hojas de gordolobo mexicano y de guayaba, puestos a competir con medicamentos alópatas para aliviar afecciones de las vías respiratorias y gastrointestinales, respectivamente. Los resultados favorecieron a las plantas, pero no se logró avanzar con otras plantas o en la línea de integrar la medicina tradicional en el cuadro básico del IMSS por reticencias de médicos –“¿cómo en mi hospital voy a recetar gordolobo?, decían”- pero también por la insuficiente producción disponible para abastecer a las tres mil 25 unidades de IMSS-Coplamar. Además de que no surgió interés de empresarios por invertir para elevar la producción de las plantas.

Por otro lado, ha habido intentos aislados por procesar las plantas medicinales, como ocurre con el laboratorio Mixin, que ofrece extractos, “pero plantas que claramente tenían un futuro para el desarrollo agroindustrial yacen en el olvido”.

Todo esto, por supuesto, en el marco, de una presencia de las trasnacionales que desde hace muchos años saben que la riqueza de la medicina tradicional puede ser un enorme negocio y no sólo hay una guerra por la información y por las patentes, hay también estrategias de deterioro de imagen en nombre de la ciencia; una actitud ambigua de la legislación y de la autoridad sanitaria mexicana en la conceptualización y/o reconocimiento de medicamentos herbolarios, remedios herbolarios, tés, medicamento de patente, y hay también un muy escaso presupuesto público para apoyar la medicina tradicional.

El experto considera que los frenos y desalientos que sufre la medicina tradicional tienen que ver con el hecho de que resulta complicada. Por ejemplo, los químicos o farmacólogos están acostumbrados a trabajar con principios activos en la medicina alópata, y la tradicional implica mezclar varias plantas, cada una de ellas “con un montón de compuestos”, y que además hacen sinergia entre ellas.

Asimismo, los frenos tienen que ver con prejuicios y falta de confianza en el conocimiento de los pueblos indígenas sobre la medicina tradicional, y con el rechazo a lo que Zolla considera ideal, la complementariedad: “la medicina mexicana debe ser con rayos X, espectómetros, resonancias magnéticas, pero también con epazote, gordolobo, sobadas…”.

“Hay un viejo trabajo publicado por la UNAM: el antropólogo fallecido Luis Reyes García cuenta el caso de un muchacho al que le pica una víbora, va con el médico, primero hay fracaso pero luego un tratamiento eficaz, antiviperino. Pero el joven está asustando y dice ‘no fue sólo la picadura, sino el terror por la picadura’, y ese trabajo que el hoy laureado doctor Alfredo López Austin recogió en sus libros de texto de medicina náhuatl, dice que no se sintió curado  hasta que tuvo el tratamiento del curandero para el susto”.

Por último el entrevistado resalta la riqueza inexplorada de la medicina tradicional. La Biblioteca digital del PUMC, dice, cuenta con unas mil monografías de plantas medicinales. Pero hay que ver las obras completas de Francisco Hernández, quien en el siglo XVI colectó, junto con informantes indígenas, tres mil 75 plantas. Esto demuestra que las políticas públicas siguen siendo un gran déficit en la valoración de la medicina tradicional.


Maguey y pulque para curar

Blanca Alejandra Velasco Pegueros ENAH / Colectivo El Tinacal

Desde tiempos inmemoriales, el agave salmiana (maguey pulquero) ha brindado diversos productos y beneficios. El pulque y el aguamiel, particularmente, fueron apreciados por sus propiedades nutrimentales y medicinales en las antiguas culturas, saberes que se encuentran documentados en los testimonios de los frailes que llegaron a México, quienes, asombrados por los vastos usos que los antiguos mexicanos obtenían de la planta, llamaron al maguey “el árbol de las maravillas”” .

En la actualidad, varias investigaciones científicas realizadas por el Instituto Politécnico Nacional (IPN) han señalado que el pulque contiene nutrientes como calcio, fósforo, tiamina (vitamina B1), riboflavina (vitamina B2), niacina (vitamina B3), ácido ascórbico (vitamina C) y proteínas, propiedades que hacen que la bebida, consumida en ciertas cantidades, sea un remedio para algunas enfermedades que los tlachiqueros han sabido reconocer: “el pulque es medicina para la artritis, las reumas, los riñones”” , entre otras enfermedades.

El pulque, afirman los tlachiqueros, es diurético y laxante: además, la bebida caliente es recomendada para enfermedades del sistema respiratorio, y en su temperatura normal el consejo es que lo tomen quienes tienen problemas en los riñones. La miel de maguey, que se obtiene por medio de la cocción del aguamiel, es utilizada como remedio para la tos y para fortalecer los pulmones y en general el sistema respiratorio, además de que es benéfica para los diabéticos.

Los tres tipos de vitaminas que contiene el pulque cumplen diferentes funciones en el organismo: la vitamina B1 ayuda a proteger las células ante altos niveles de glucosa, por lo que consumirla ayuda a prevenir ciertos efectos de la diabetes. En la Sierra Norte de Puebla, la tlachiquera Marcelina Hernández prepara un té hirviendo el huevo del maguey con algunas plantas de la región, y afirma que si el paciente lo bebe durante las mañanas, antes del desayuno, se curará por completo de la diabetes. De igual manera, consumir un vaso de pulque “fuerte” (muy fermentado) en ayunas es bueno para quienes padecen esta enfermedad.

Debido al fósforo y a las vitaminas que el pulque contiene (fuentes importantes de energía para el cuerpo humano) beber un litro de pulque al día, específicamente durante la jornada laboral, brinda fuerza y fortalece el sistema inmunológico:  “Fíjese que a veces tenemos hambre y luego me dice mi esposo ‘le vamos a aventajar para que terminemos antes de comer, así ya terminamos antes de comer y ya no seguimos trabajando’. Nos tomamos un vaso cada quien o dos vasitos, pues calma el hambre, como si ya comiéramos algo y le echamos ganas y terminamos de trabajar para que nos vayamos a comer pero ya con el pulque como que asienta el estómago y ya como que no tenemos mucha hambre y aguantamos la lombriz” (Guadalupe Alvino, tlachiquera Sierra Norte de Puebla).

En Jalisco el pulquero Pedro Contreras exprime las pencas del maguey y el jugo que obtiene lo utiliza como remedio para curar, en sus propias palabras, llagas internas del organismo. En otros casos, las pencas asadas son utilizadas por algunos tlachiqueros para sanar heridas externas: “La penca asadita es pa’ muchas enfermedades; si usted tiene una úlcera, si tiene un golpe interno, hasta pa´ los riñones, pa´ todo eso es bueno el mezcal (maguey pulquero)”.

En cuanto al aguamiel, es recomendado en casos de anemia, pues aumenta la cantidad de glóbulos rojos, además de que es un buen remedio para la gastritis: “(…) el aguamiel y el pulque fuerte para los diabéticos siempre lo ocupan; el pulque fuerte y la aguamiel es para la gastritis (…) como yo les digo el alcohol, el tequila pues sí es muy sabroso pero no lo comparen con el pulque, porque el pulque les aumenta la sangre, sin embargo el alcohol les rebaja la sangre, el pulque es sanguíneo porque aumenta la sangre” (Jesús Ramírez, tlachiquero de Hidalgo).

Ante el avasallamiento de las empresas farmacéuticas y los males y remedios que ella misma ha creado para fomentar su industria, los tlachiqueros, con su conocimiento, nos muestran otras formas de sanar por medio e una bebida que cura, nutre y además alegra.


La Medicina Tradicional y
los Recursos Genéticos en el
contexto jurídico nacional

Patricia Tovar Millán Abogada ambientalista especialista en recursos genéticos y bioseguridad  [email protected]


ILUSTRACIÓN: Códice Mendoza

Hace días sufrí uno de esos aterradores broncoespasmos que nos dan a los asmáticos y acudí a mis servicios médicos institucionales. Mientras esperaba en Urgencias, a mi lado una anciana se quejaba de la falta de atención, y de la inefectividad de los medicamentos que, al ser genéricos, carecen de las fórmulas puras de los patentados originales. Me dijo que para la tos, nada como el té de gordolobo y eucalipto endulzado con miel y propóleo; que hiciera nebulizaciones con esa agua y que vería cómo el asma era menos difícil de controlar; a otra persona le recomendó que se aplicara pomada de tepezcohuite para la quemada que traía en la pierna, que vería como le curaba la piel y no le dejaría huella.

Fue una mañana muy aleccionadora. Reflexioné que gran parte de los medicamentos patentados han tenido su origen en recursos biológicos y genéticos asociados a conocimientos tradicionales y pensé que estábamos muy lejos de establecer mecanismos de protección y salvaguarda para esos recursos y conocimientos.

El uso de remedios de origen vegetal se remonta a la prehistoria, y es una de las formas más extendidas de medicina, que está presente en prácticamente todas las culturas; la industria farmacéutica actual ha basado en mucho sus investigaciones en los conocimientos tradicionales para la síntesis y elaboración de fármacos, y el proceso de verificación científica de estas tradiciones continúa: constantemente se descubren nuevas aplicaciones.

Muchos de los fármacos que se emplean —como el opio, la quinina, la aspirina o la digital— replican sintéticamente o aíslan los principios activos de remedios vegetales tradicionales. Su origen persiste en las etimologías —como el ácido salicílico, así llamado por extraerse de la corteza del sauce (Salix spp), o la digital, de la planta del mismo nombre.

Muy raramente la planta entera tiene un valor medicinal; por lo general los compuestos útiles se concentran en alguna de sus partes: hojas, semillas, flores, cortezas y raíces, las cuales se utilizan con relativa frecuencia.

Los modos de aplicación son también muy variados; una forma frecuente de empleo es la infusión, en que el principio activo se disuelve en agua mediante una cocción más o menos larga. La tisana resultante se bebe; plantas empleadas de este modo incluyen la tila (Tilia platyphyllos), cuyo principio activo es el eugenol; la pasionaria (Passiflora edulis), cuyos principios activos incluyen el harmol y el harmano, o el mismo café (Coffea arabica), cuya infusión contiene cafeína.

Otras plantas se preparan en tinturas, se comen, se inhala el humo de su combustión, o se aplican tópicamente como emplastos o cataplasmas, todo depende de lo que una comunidad generalmente indígena ha observado como eficaz en su manejo empírico.

Según reporta la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana (http://www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx/medicina/introduccion.php), en 1989-1994 se desarrolló un intenso proceso organizativo de los médicos indígenas: muchos de ellos se encuentran hoy nucleados en las casi 60 agrupaciones que integran el Consejo Nacional de Médicos Indígenas Tradicionales (Conamyt). Pero muchos permanecen al margen de las organizaciones. En casi todos, es constante una preocupación respecto de cuál será el destino histórico de esta medicina tradicional (y de esta información) y cuál el interés de los jóvenes por perpetuar las profesiones y las tradiciones médicas de sus grupos de origen. También se preguntan cuál es la forma de alimentar la memoria de los médicos tradicionales (especialmente los analfabetas), y de qué manera se puede mantener vivo un conocimiento de naturaleza colectiva, en donde no existe un propietario único y exclusivo y donde la comunidad deberá determinar cómo ha de protegerse de apropiaciones indebidas o ilegitimas.

Es un hecho que en nuestro país existen patentes y solicitudes de patentes en que están involucrados conocimientos tradicionales, y recursos genéticos y biológicos, los cuales pueden provenir de los hábitats (condiciones in situ como colectas científicas o aprovechamientos) o de colecciones ex situ, como sería el caso de herbarios o colecciones biológicas.

En México hay diversas autoridades que inciden en el uso y aprovechamiento de los conocimientos tradicionales y de los recursos genéticos: la Secretaría de Economía, por medio del Instituto Mexicano de a Propiedad Intelectual (IMPI), es la autoridad que otorga las patentes. Y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) le corresponde la protección, conservación, regulación del uso y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales renovables y no renovables, de acuerdo con la Ley de la Administración Pública Federal. No existe una regulación específica en México para el acceso a los recursos genéticos y los conocimientos tradicionales asociados; existe el Protocolo de Nagoya sobre Acceso y Participación en los Beneficios, que fue firmado y ratificado por nuestro país el 16 de mayo de 2012 y que de conformidad con el artículo 133 de nuestra Constitución Política es Ley Suprema de toda la Unión, además de que nuestro país es Parte del Convenio sobre Diversidad Biológica, uno de cuyos objetivos es la distribución justa y equitativa de los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos y de los conocimientos tradicionales asociados.

Muchas especies medicinales identificadas científicamente proceden de biomas amenazados. Existe una preocupación no desdeñable entre los biólogos acerca del impacto que el crecimiento en el consumo de especies posiblemente amenazadas produzca sobre la supervivencia de las mismas, y el estudio del cultivo sostenible de esas especies es un reto importante.

La legislación ambiental tiene disposiciones jurídicas que pueden ayudar a regular de manera inacabada y parcial algunos aspectos vinculados a la medicina tradicional y a los recursos genéticos; es necesario que nuestro país implemente de manera efectiva el Protocolo de Nagoya y que sea efectivo el respeto a los pueblos y las comunidades indígenas en lo que se refiere a sus saberes ancestrales, que prestan un importante servicio a la humanidad en lo que al cuidado de la salud se refiere.

La legislación mencionada es ésta:

-Ley de Propiedad Industrial, artículos 15, 16, 19 y 47.

-Ley General del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA): Regula la colecta científica (artículo 87) y la autorización para utilización en biotecnología (artículo 87 bis), entendiendo por biotecnología, de acuerdo con las definiciones de la Ley, toda aplicación tecnológica que utilice recursos biológicos, organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos.

-Ley General de Vida Silvestre (LGVS) y su Reglamento.

-NOM-126-ECOL-2000: Esta Norma Oficial Mexicana se deriva de la LGVS y establece las especificaciones para la colecta científica de material biológico.

-Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable (LGDFS) y su Reglamento.

Es mucho lo debe hacerse a fin de proteger y conservar aspectos de nuestra cultura nacional, como los saberes ancestrales de la medicina tradicional, y todas las plantas y animales de los cuales nuestro país es depositario, que nos dan en muchos sentidos la identidad de lo que somos y sobre todo el sentido de pertenencia de lo que significa ser mexicano.

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