15 de febrero de 2014     Número 77

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Cuerpos en disputa: política cosmológica entre maseuamej
de la Huasteca

Mauricio González González ENAH / ENM-UNAM

En un mundo donde todo lo existente pertenece al fuero de una entidad suprahumana, es decir, a un “dueño”, en el que la arquitectura del universo se hereda por genealogía cosmológica que sitúa a mujeres y hombres en peldaños que necesariamente requieren del “favor” de aquellos cuya potencia es dada por su fuerza vital (chikaualistli), los maseulamej o nahuas de la Huasteca despliegan estrategias que hacen de ese mundo indómito uno en el que, bajo cierta diplomacia –y toda una política–, permiten establecer relaciones que favorecen a una comunidad compuesta por más que sólo humanos.

Y si los sueños y rituales son la vía regia de encuentro con los “dueños”, éstos se permiten corporeizar en formas que se nos revelan naturales, como cerros, cuerpos de agua o semillas, pero también como recortes de papel antropomorfo cuando son invitados a un costumbre, al ritual vernáculo de la Huasteca.


Tata Jesús Hernández Hernández, Huexotitla, Ixhuatlán de Madero, Veracruz FOTO: Mauricio González

Cuerpos de papel que ofrecen los curanderos y que constituyen las condiciones de posibilidad para entablar relaciones que permitan intercambios propicios. Así, Tata Félix explica que los recortes son “su ropa, de la Tierra, del Agua, de la Mesa, del Cerro, todos tienen su ropa; por eso los cortan los muñecos, pa’ la Cruz, para el Agua para lo que quiera lo ocupa, y también los cortan de los malos”.

Los ejekamej o “malos aires” son una especie de “sombras” o “almas” que han perdido su cuerpo, como los muertos, o que habitan este mundo en busca de cuerpos con los cuales interactuar, haciendo de todo cuerpo vivo un campo en disputa. Si un cuerpo es tomado por un mal aire, éste se corrompe, enferma y puede morir. La curandería nahua –y en toda la Huasteca meridional– es una estrategia que despliega cuerpos sustitutos a los cuales ofrendar, bailar, hacer fiesta e incluso, para los ejekamej, desechar.

Todos estos seres forman parte de un sistema social muy amplio, mas tienen la particularidad de prescindir de un solo cuerpo, pues son tonalij o “sombras” de gran poder, “son el Gobierno”; conciben a las manifestaciones mundanas y a los propios humanos como elementos a su disposición, y dan prioridad (“como nosotros”) al bien comer, razón por la cual la mesa del costumbre y toda ofrenda ensalza alimentos especialmente cocinados y sazonados para ellos, “¡porque si no, comen hombres!”.

En la Huasteca la constitución de todo sujeto está supeditada a su tonalij o “sombra”, a su corazón y su cuerpo. En el primero se condensan las funciones asignadas para lo que en la Sierra Norte de Puebla llaman yolo y ekauil, pues el tonalij se manifiesta como principio de vida fundamental, tal como el yolo, que se encuentra bajo influjos de la fuerza vital y que, como el ekauil, puede desprenderse del cuerpo como efecto de un “susto” o en sueños. Cada tonalij posee diferentes grados de fuerza que harán del sujeto un curandero (cuando tiene mucha fuerza), distinguirán a un niño (casi sin fuerza) o a un enfermo (perdiendo su fuerza).

Los curanderos, gracias al “don” brindado por los “Señores”, cuentan con mucha fuerza, lo cual les permite establecer tratamientos con ellos y con los seres contaminantes sin correr tanto riesgo. Un correlato de ello es su longevidad, como la del querido Tata Jesús Hernández Hernández, de la comunidad de Huexotitla, en Ixhuatlán de Madero, Veracruz, quien murió alrededor de los 109 años. Por su parte, los niños son débiles y susceptibles a la enfermedad, pues tienen un tonalij “tierno” que carece de fuerza para enfrentar el arribo de ejekamej, quienes derrumban, poseen o despojan a la “sombra” de su par carnal.

Por último, el yolotl o “corazón” entre los maseualmej si bien puede referir a esa válvula vital que resuena en el cuerpo de los seres vivos, también es una instancia anímica portadora de cualidades metafísicas, pues además de receptáculo de fuerza vital puede pensar. Quien ejerce sus actos con yolotl no sólo lo hace de forma sincera y afectuosa, también lo hace clara y serenamente. Entre estos pueblos pensar no sólo requiere de buena cabeza, se hace también con el corazón. Lo inteligible pasa por una racionalidad que impone una mente con mucho corazón.

La etiología de las enfermedades que padecen estos pueblos, sus causas, si bien no descartan aquellas propias de la “medicina de doctor”, la alópata, incluye elementos imposibles de reducir a ese campo, pues lo vivo en la Huasteca responde a una compleja espacialidad en que el adentro de un cuerpo es el afuera de un mundo Otro, donde saber hacer cuerpos de papel es saber sostener la vida en su más amplio sentido, una en comunidad con diferentes fuerzas.


Las enseñanzas del pueblo huasteco


Doña Maria, la partera de Tecomate

Gustavo Omar Meneses Camacho

En 2007 el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) puso en marcha la estrategia “Atención integral en salud reproductiva y violencia familiar en nueve comunidades indígenas de municipios de alta marginación”. La prueba piloto consistió en integrar tres brigadas médicas interculturales en los estados de Chiapas, Puebla y Veracruz, mismas que estuvieron conformadas, cada una, por un médico, una enfermera, una trabajadora social y un antropólogo social.

El objetivo de esta estrategia fue fortalecer la atención en salud sexual y reproductiva y en violencia familiar en población indígena dentro de principios fundamentales como el respeto, la comprensión y la apertura hacia concepciones culturales diferentes en un marco intercultural dirigido al intercambio y complementariedad de los saberes en relación con la salud.

En Veracruz la estrategia logró la conformación de tres comités interculturales de salud (CIS), ubicados en sendas congregaciones de Tantoyuca, municipio ubicado al norte del estado. Estos comités estuvieron integrados por mujeres pertenecientes al pueblo indígena huasteco, y su participación permitió que la presencia y el trabajo de la brigada tuvieran buena recepción entre la población. Uno de los temas medulares del proyecto fue informar a hombres y mujeres de la importancia que tiene la prueba del Papanicolaou para la prevención del cáncer cérvico uterino, padecimiento que ocasiona la muerte prematura de mujeres y afecta principalmente a las que viven en situación de pobreza, siendo que es prevenible casi en un cien por ciento.


Don Juan, el curandero de Zapotal, Tantoyuca

Una de las tareas que realizó la brigada fue conocer el procedimiento de atención de las parteras, para lo cual se desarrollaron entrevistas semi estructuradas y se participó en las consultas que éstas daban a las embarazadas. Una forma particular de consulta fue la que doña María practicaba, consistente en contar con la presencia del hombre al momento del parto, pues la embrazada se sentaba en las piernas del señor, quedando libre el área en donde el bebé nace.

Doña María contaba: “yo me siento enfrente para recibir al bebé, lo agarro con el trapo y lo limpio y lo pongo en mis pies; luego ya lo amarro su ombligo. Lo limpio y lo acuesto y ya después se va a quedar la placenta y lo sobo, con mi mano despacio estoy agarrando la tripa, sobando, sobando, cuando caiga ya no hay problema”. Su experiencia contribuyó a comprender que los servicios de salud distan mucho de la forma como la población indígena resuelve los partos en su comunidad, también ayudó a identificar que la confianza que establece la embarazada con la partera es algo que los servicios de salud no ofrecen antes ni después del parto.

Entre las tareas encomendadas está recuperar el conocimiento de los médicos tradicionales, reconocidos en las comunidades como curanderos. En recorridos de campo se identificaron 46 plantas medicinales; con ellos se conocieron los síndromes de filiación cultural como la “envidia”, “el susto” y el “tlasol”, cada uno de los cuales requiere métodos de atención diferentes.


Santos, el partero de Zapotal
FOTOS: Gustavo O. Meneses Camacho

En el caso de la envidia, se conoce por medio de la limpia con siete semillas de maíz y agua bendita, apoyándose en la oración católica. El susto se le atribuye a una emoción fuerte que alguien ha tenido y que ocasiona que su sombra quede en el lugar donde vivió la emoción del espanto. Por último, el “tlasol” es considerado una enfermedad que afecta a los niños del estómago y sucede cuando se pelean en casa los adultos; el curandero dice que es “el calor del enojo“.

Uno de los hallazgos más importantes fue conocer que el sector salud imponía a la población indígena los métodos de planificación familiar, que condicionaba la entrega del apoyo del programa Oportunidades, que obligaba a las mujeres a colocarse el dispositivo intrauterino y que la atención médica se limitaba a la entrega de anticonceptivos, lo que visibilizaba relaciones asimétricas entre el médico y el paciente.

Este proyecto piloto confirmó que la medicina intercultural impulsada desde el gobierno carece de comprensión y apertura al sistema cultural de la población indígena, lo que hizo manifiesto que el modelo de intervención debe incorporar la sensibilización del personal institucional con el objeto de comenzar a construir una sociedad más respetuosa de las culturas indígenas, sustento de la diversidad cultural que caracteriza al país.


Herbolaria de Wirikuta

Olivia R. Lara Rodríguez Estudiante de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala

En agosto de 2013 se celebró el Cuarto Encuentro y Feria Cultural de Parteras y Médicas Tradicionales del Altiplano Potosino, Estación Catorce, Wirikuta. Allí se reunieron personalidades de todo el país y buscaron generar un punto de unión en las prácticas ancestrales relacionadas con la labor de parto. Los días transcurrieron en un intercambio continuo de saberes; las parteras denunciaron el rechazo por parte de las instituciones de salud pública de la herbolaria utilizada en los meses de gestación y nos hicieron reflexionar sobre la importancia de modificar las prácticas gíneco obstétricas de los hospitalesblicos.

A este encuentro asistieron don Aurelio y don Julián, ejidatarios de Estación Catorce, quienes se han encargado de preservar el conocimiento de la flora medicinal.

Estación Catorce forma parte del sitio sagrado natural Wirikuta, declarado Área Natural Protegida en 2001. Wirikuta ofrece una gran riqueza de especies y un alto grado de endemismos, así como gran diversidad de ecosistemas. Actualmente está en la mira de varios sectores de la sociedad, a causa de la concesión de partes de su territorio a empresas trasnacionales para explotar minerales, sin considerar los costos ambientales asociados y sin tomar en cuenta que dichos recursos se encuentran enclavados en zonas en las que residen comunidades originarias. Wirikuta hoy enfrenta extractivismo.

Detrás de este conflicto está el sentir de los ejidatarios, de los verdaderos guardianes que buscan cuidar su entorno y las especies vegetales que se encuentran en sus tierras. Este es el caso de don Aurelio y don Julián, quienes muestran gran preocupación por la situación actual, lo que les ha encaminado al estudio de su biodiversidad.

¿Qué es lo que Wirikuta cobija bajo ese suelo en apariencia árido y carente de vida? La respuesta aparece ante los ojos cuando uno recorre los matorrales xerófitos. Guiados por don Aurelio, y en compañía de don Julian, las historias que conocen sobre el uso de las plantas medicinales envuelven; sus abuelas las utilizaban como remedios de curación para subsistir en este ecosistema. Pero lo más valioso es el goce que se constata en la mirada de don Aurelio al compartir este conocimiento ancestral.

Al recorrer los caminos de Wirikuta podemos observar algunas  plantas medicinales como la gobernadora (Larrea tridentata), que es utilizada principalmente para afecciones de las vías urinarias, como los cálculos renales, dolor de riñón e inflamación de vejiga. Otra planta muy común es sangre de grado (Jatropha dióica); masticar su raíz limpia y fortalece los dientes y las encías, y su jugo cura padecimientos como la gingivitis y el mal aliento. El estafiate (Artemisa ludoviciana) es recomendado para el tratamiento del dolor de estómago; corrige la digestión y mejora la circulación de la sangre. La hierba del negro (Sphaeralcea angustifolia) se utiliza para golpes, torceduras, para lavar heridas y contra la caída del cabello. La Hojasen (Flourencia cernua) la utilizan las mujeres cuando no hay presencia de menstruación. Y, por último, el árnica (Trixis angustifolia), planta especial para desinflamar, aliviar dolores musculares y ayudar a desinfectar y cicatrizar heridas internas y externas.

La mayoría de las plantas medicinales aparecen en la época de lluvias; es así como el desierto de San Luis Potosí nos muestra su diversidad y la potencia que guarda al contener plantas con tantas propiedades curativas. Sin embargo, la falta de lluvia en Wirikuta se ha vuelto más aguda por la modificación del ecosistema -por deforestación, sobrepastoreo y presión que ejercen algunos malos manejos de la población vinculados al auge minero-. Esto provoca un desequilibrio ecológico.

Hacer un vínculo con estos pobladores que mantienen vivo el conocimiento ancestral es fundamental para proteger nuestra diversidad. Es necesario entablar una relación de ayuda mutua, pues ésta es la base de un compromiso que involucra a todos.

Nacer con partera…
nacer en comunidad

Ana Prado Murrieta Profesora-investigadora, Academia de Salud Comunitaria, UACM


Ana Prado Murrieta Profesora-investigadora, Academia de Salud Comunitaria, UACM
FOTO: Museo de la Medicina Maya, Chiapas

Cada cultura interpreta y da significado a su propia existencia y al mundo que la rodea, pensando y organizando la realidad de una manera única. Ello se aplica a todos los eventos de nuestra vida, entre los que se encuentra el nacimiento, que en este sentido se ve revestido de valores culturales, sociales y afectivos.

En algunos espacios de la ciudad y en muchas comunidades, las creencias mitos y tabúes alrededor del nacimiento se conjugan sobre la figura de una mujer: la partera. Conocidas como “parteras”, “comadres”, “comadronas”, “recibidoras” o “matronas”, estas mujeres comparten, viven y guían el nacimiento, trabajando de manera conjunta con la embarazada, la familia y la comunidad.

En Chiapas, las parteras tradicionales tienen un papel importante en la disminución de la muerte materno-infantil, ya que en comunidades rurales atienden hasta el 90 por ciento de los partos; son fundamentales en la atención de la salud sexual y reproductiva. Sin lugar a duda, su trabajo en la prevención de la muerte materno-infantil es de gran relevancia y sobre todo de gran incidencia, aunque poco reconocida por las instancias oficiales de la salud.

Los nacimientos en comunidad se viven todos los días en el municipio de Tenejapa, Chiapas; las parteras tradicionales se denominan balal’alal (idioma tseltal), esto es “la que acomoda, acaricia o abriga al niño”. Para estas mujeres, “una partera es la elegida por el Sol para atender y ayudar a la comunidad”. Cumplen la función de madres protectoras, en comunión con lo creado; cantan, invocan y curan, rindiendo culto a los poderes elementales. Son mujeres indígenas-campesinas y la tierra que habitan es y ha sido explotada enormemente como fuente de energéticos y de materias primas. Además, son mujeres que viven y sufren las injusticias al campo y en consecuencia la migración de sus esposos o hijos.

Se considera que las parteras tseltales de Tenejapa son poseedoras de un “don o mandato divino”; su intuición las ayuda a crear una relación única e íntima con cada madre y recién nacido. Integran a su conocimiento el uso de hierbas, animales, baños de inmersión, baños de sudoración (temazcales) y masajes. Utilizan la mínima intervención y conocen las maniobras especiales para trabajar los partos más difíciles. Las parteras tradicionales conciben el parto como un evento natural, como una ceremonia de unión con la tierra. En este rito se utilizan agentes terrenales y sobrenaturales, en donde el nivel espiritual tiene una especial importancia. Los seres de las montañas vienen a acompañar a la mujer para darle fuerza en el momento del parto; el Sol como elemento masculino, la Luna como elemento femenino y la Tierra madre universal, tienen una presencia esencial en el momento del parto.

El nacimiento en comunidad, con la cercanía de la familia, con el acompañamiento de la partera y en contacto con la tierra trae a la mujer y al niño una concepción renovada del mundo, a partir de la cual cada familia recreara valores personales y sociales. El nacimiento queda integrado en la memoria colectiva de los participantes como un conjunto de asociaciones de ideas que dan como resultado la formación de símbolos de comunidad.

Es así que, con la atención médica institucional, coexisten prácticas médicas tradicionales, que además de ser una respuesta a los problemas de salud, representan un proceso histórico de resistencia y de construcción de una identidad en un medio rural en constante cambio. Ser partera en Chiapas es vivir en un estado permanente de resistencia ante un sistema de salud que pocas veces reconoce su trabajo, ante un sistema que niega y expropia su conocimiento. Sin embargo el trabajo de las parteras indígenas y mestizas en el medio rural o urbano continuará con la labor de dar una atención con calidad y calidez, y los esfuerzos de grupos organizados de parteras, médicos tradicionales y organizaciones de la sociedad civil serán de gran relevancia para mantener este saber que ha perdurado y perdurará en el tiempo.

 
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