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Una muy otra y muy Horacio Almanza Alcalde Más que la desvalorización, una amenaza mayor que enfrentan los sistemas médicos indígenas es su valoración desde la perspectiva moderna. La academia los traduce y publica en términos de alta cultura, ya digerida, procesada y magnificada. La perspectiva utilitarista los registra para su aplicación en el mundo del “desarrollo” y las políticas públicas. Y las farmacéuticas privatizan el conocimiento de los recursos terapéuticos indígenas sometiéndolo al laboratorio y al mercado. El complejo médico maya-quintanarooense es un claro ejemplo de la incompatibilidad de racionalidades y de la colonialidad que existe detrás de la cientifización del saber ambiental y médico maya. Esta terapéutica parte de una percepción de mundo mucho más amplia que, lejos de limitarse a lo médico, se vincula a la naturaleza en todas sus dimensiones. Esferas que ellos no separan, pero sí el mundo occidentalizado: las plantas, el bosque, el agua, el cielo, el cosmos, los seres materiales e inmateriales que los gobiernan, así como las relaciones de comunidad. Agentes del desarrollo y de la ciencia bien pueden trabajar bajo sus normas con la parte material y lógico-conceptual de los procesos de curación mayas, pero difícilmente podrán entenderla en su contexto sociocultural. Para el jmeen, o sacerdote maya-peninsular, más que la planta misma, es el “dueño” o espíritu de ésta el que cura y es con éste con quien hay que trabajar. Cada especie vegetal o animal tiene su propio dueño o yumtsil. El dueño del monte, por ejemplo, es el Yum Balam, quien juega el papel de guardián de este espacio. Al final, son éstos quienes ayudan a preservar el orden y son gobernados por Jajal Dios. Algunos de los especialistas médicos se apoyan sobre todo en un aprendizaje empírico, pero otros como el jmeen se especializan en los campos médico, adivinatorio y ritual y, por lo tanto, son intermediarios ante las divinidades para la restauración del orden de las formas y sistemas de vida. Son escogidos por revelación y sólo cuando la canica de cristal llamada sáastun aparece ante ellos. Esta será por el resto de su vida la herramienta principal de diagnóstico y videncia, utilizada en el plano ritual adecuado. El aprendizaje y curación en “sueños” pone en cuestión la narrativa desarrollista de que el saber médico indígena se está “olvidando” y que hay que registrarlo bajo sistemas de clasificación científicos. El jmeen y los pobladores en general son profundos conocedores del monte y de los recursos que ofrece. La disponibilidad de flores, frutos, follaje, resinas y otros materiales está sujeta a los ciclos de la propia naturaleza, incluyendo horas del día, días de la semana y ciclos lunares y solares que ellos bien conocen. La atención médica-ritual, por ejemplo, sólo está permitida ciertos días de la semana, y a veces sólo en los días “santos”. De la misma manera hay hojas y raíces que se recolectan de acuerdo con los puntos cardinales a los que se dirigen. La importancia de atender a los astros radica en que, como dice don Erasmo, “(…) las piedras de la tierra no alumbran el cielo, pero las estrellas del cielo sí alumbran la tierra”. Fundida con la biodiversidad del monte, se encuentra la gran variedad de seres “de aire” que lo habitan y juegan un papel importante tanto en la enfermedad como en la curación. Ricas son las narraciones de aluxes, wayes, dueños, “malos vientos”, cháako’ob, y otros animales habitantes del monte que no pertenecen al mundo físico. La conjugación de estos elementos sólo puede tener lugar en la sociedad que la generó y adaptó bajo sus propias condiciones, necesidades y formas de pensar. En este sentido, el sistema médico maya es comunal y es en ese ámbito que se reproduce. A diferencia de la medicina alópata, las recetas no son de aplicación universal. Por el contrario, el sistema es sensible a la singularidad del paciente y del origen de sus problemas, por ejemplo, plantas “calientes” no pueden ser suministradas a personas sometidas a condiciones “frías”, como los pescadores mestizos de las islas cercanas. El sistema médico maya parte de un sistema cognitivo diferente y complejo, y difícilmente se encuentra en riesgo de olvidarse. En todo caso la cosmogonía indígena estará en riesgo de desaparecer si desaparecen las condiciones de vida y cohesión comunitaria, algo de lo que la propia lógica moderna y mercantilista ya se está encargando. El valor de la medicina tradicional hoy Sindy Hernández Bonilla Además de compartir aspectos sociales, culturales y recursos naturales, la población mesoamericana presenta similitudes en cuanto a los rezagos sociales de su población, particularmente la que habita en las periferias de zonas urbanas y en áreas rurales, así como la indígena. Pobreza, desnutrición, desempleo, subempleo y exclusión van de la mano. Nuestros Estados no han sido capaces de voltear su mirada hacia la población más vulnerable y atender los problemas de la mayoría, y el resultado son sociedades cada vez más enfermas, consumidoras y en las que prevalece la desigualdad socioeconómica. Es contradictorio que países con regiones geográficas ricas en diversidad biológica y cultural, y que han reconocido ser multiculturales, no valoren la medicina basada en las plantas medicinales. Al contrario, estos Estados tienden a la homogenización y hegemonía de las políticas públicas. En el caso de México, pese a que su Constitución Política reconoce la medicina tradicional (basada principalmente en el uso de plantas y partes de éstas, recursos simbólicos y culturales con fines terapéuticos), su práctica, uso y valoración es marginal. En una región de la Mixteca oaxaqueña, las comunidades rurales se encuentran en desventaja porque la mayoría de los servicios de salud están concentrados en el área urbana (ciudad de Tlaxiaco), y sus habitantes carecen del recurso económico para trasladarse. El acceso a los servicios de salud también es restringido o nulo por otras razones: la mayoría de la población no es derechohabiente; el seguro popular es ineficaz; prácticamente no se cuenta con acceso a los programas de salud gubernamentales, y se carece de servicios básicos de salud como la red de agua potable y de saneamiento, lo que provoca persistencia de enfermedades intestinales. En la región de Tlaxiaco coexisten dos modelos de atención: por un lado el sistema médico hegemónico constituido por la medicina alópata pública y privada; y por otro, el sistema médico tradicional. Estos modelos obedecen a dos concepciones culturales distintas, a dos ideas de la salud y la enfermedad. Para los médicos tradicionales, la persona y su cuerpo no sólo tienen una dimensión físico biológica, sino espiritual y anímica, en la que el equilibrio entre el calor y el frío, la energía y la relación con la naturaleza y con las personas es relevante para estar biene o gozar de salud. En cambio para la medicina alópata, la salud es la ausencia de enfermedad, que se traduce en todo desequilibrio orgánico y funcional, principalmente físico. Lamentablemente, la medicina basada en plantas y los médicos tradicionales carecen de reconocimiento y son descalificados o desvalorizados por el sistema médico hegemónico. Los médicos tradicionales y su medicina se encuentran en una posición subordinada, la cual se expresa en la falta de apoyo económico para desarrollar su conocimiento o pagar su valioso trabajo en salud. Tampoco hay infraestructura de servicios o investigación, no sólo en el campo de la salud, sino también en el campo del conocimiento y conservación de recursos naturales. Claramente hay un modelo de salud que domina, que pretende tener la verdad y que posee los recursos materiales y simbólicos para hacer valer su autoridad y ejercer poder y jerarquía sobre el otro. La importancia de la herbolaria en la Mixteca, pero también en Mesoamérica, y de los médicos tradicionales que son los depositarios de estos saberes, crea expectativas para procesos organizativos. Sin embargo, la escasez de recursos económicos, el desinterés de la juventud y la carencia de apoyo gubernamental no permiten ser optimistas. Por ahora, la medicina tradicional herbolaria tiene la posibilidad de desarrollarse y sobrevivir de manera atomizada, en cada comunidad donde el médico tradicional, la partera, el huesero, el sobador y los demás diversos especialistas ejercen su tarea. La medicina alópata, y la basada en las plantas no deben verse como competidoras. El reconocimiento de la medicina tradicional y de los médicos tradicionales contribuye a la construcción de relaciones más horizontales en el Estado, desde la perspectiva de diálogo intercultural en el terreno médico de la salud. Puede permitir la creación de un modelo distinto de salud, puede ser una estrategia para acercar a la población indígena a los servicios de salud ofrecidos por las instituciones oficiales. Medicina Comunitaria Catalina Eibenschutz La medicina comunitaria tiene que ver con la atención a la salud de y en la comunidad, pero ha sido objeto de diferentes interpretaciones teóricas y prácticas a lo largo de los 60 años recientes. Se refiere a un tipo de práctica de la atención a la salud muy diversa, según la época y el país donde se aplica, debido, antes que nada, a la comprensión de lo que significa “la comunidad”. Las definiciones van desde población/habitantes de un espacio geográfico limitado, pasando por una colectividad uniforme y ausente de conflictos, o un proceso social de identificación en la lucha por la salud, hasta la interacción positiva entre los miembros de una sociedad. Sea cual sea la definición adoptada, el objetivo en este artículo es señalar las características más importantes de la centralidad de la participación en la medicina comunitaria en México: -La centralidad de la participación de la comunidad en las decisiones, entendida como ejercicio de poder radicado en la comunidad, considera el conocimiento tradicional y las prácticas tradicionales como un saber que genera salud, además del llamado saber científico que también se usa. -Está dirigida en su mayoría a poblaciones rurales, implementada por grupos de la sociedad civil comprometidos con la población en cuestión (aunque durante un tiempo formó parte de la política sanitaria de México, en el Programa Coplamar de los años 70’s). Incorpora no sólo a los profesionales de la salud, sino también a los sanadores de la comunidad. -Se relaciona estrechamente con algunos modelos de atención primaria a la salud, pero cada vez difieren más. Considerar el poder comunitario como elemento principal permite descartar aquellas prácticas que niegan la participación real de la comunidad y que entienden como participación la delegación de funciones decididas por la institución, por ejemplo: la limpieza del centro de salud, el cuidado de los jardines o la traducción de lenguas indígenas en su caso. Para lograr una medicina comunitaria real, es necesario considerar que el poder no se transfiere, ni se delega, el poder se adquiere y se ejerce. Así, los profesionales de la salud entran en conflicto de poder con la comunidad, aunque no lo quieran; por ejemplo, la demanda y el interés comunitario por un servicio de 24 horas al día, frente a lo cual está el derecho y el interés de los profesionales por el trabajo de ocho horas. Estos y otros conflictos tienen que tratarse con un proceso de diálogo y negociación, que resuelva el conflicto de forma tal que la comunidad desarrolle conscientemente su propio poder y el profesional no pierda el suyo. Es decir que los conflictos se resuelvan en espacios de discusión que lleven a consensos. Lo mismo puede suceder con la incorporación de los miembros de la comunidad como trabajadores de la salud y como portadores de un conocimiento válido y útil para la salud, frente a los cuales hay una discriminación por parte de los trabajadores “científicos” que no están preparados para negociar, y frecuentemente el asunto se resuelve con la incorporación de chamanes, parteras y médicos tradicionales que trabajan en el mismo local, pero separados y sin comunicación alguna. En resumen, desde nuestra perspectiva, la medicina comunitaria está apenas en construcción y no hay modelos; requiere compromiso, creatividad y trabajo colectivo. Por lo anterior, sugerimos los siguientes elementos para repensarla e innovarla: -Incorporar la perspectiva epistemológica de la Ecología de saberes planteada por Boaventura de Sousa Santos,que consiste en crear espacios de diálogo horizontal entre saberes y culturas diversas, que permitan la construcción de nuevos saberes y nuevas prácticas de la salud; con el objeto de evitar la imposición del modelo médico hegemónico (entendido como el biologicista, hospitalocéntrico y autoritario) y favorecer el avance de los diferentes saberes y prácticas, al mismo tiempo que se refuerza un comportamiento democrático, también en la atención a la salud. -Incorporar conceptos sobre el poder que son facilitadores para la participación y el ejercicio de poder, como que el poder no es una cosa, sino una relación social, donde quien parece tener el poder en realidad no lo tiene, y depende de quien aparentemente no tiene poder para ejercerlo. Sería necesario, en otra colaboración, ampliar la conceptualización de poder en el sentido mencionado y ponerlo a discusión en la práctica de la medicina comunitaria.
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