l síndrome. Las autodefensas de Michoacán son un síndrome de la ausencia de un Estado reconstituido como producto de la transición democrática. Operada desde las reglas electorales el efecto inmediato fue desmadejar la matriz autoritaria de gobernabilidad debilitando el presidencialismo, pero sin generar un nuevo régimen político, propósito que se soslayó primero y luego se escamoteó.
El régimen autoritario. Expresaba un ensamblaje entre el México profundo y el México imaginario (Luis Salazar, 1993) que operaba desde un sistema político centralizado en la figura presidencial que distribuía favores y castigos y requería el confinamiento de la participación ciudadana a simples actos litúrgicos de confirmación plebiscitaria. El centro discursivo son los conceptos de unidad nacional y de estabilidad. Esto es estabilidad y progreso para la familia a cambio de inmovilismo ciudadano.
Emancipación a través de la decadencia. Lo que ha ocurrido desde 1997 ha sido una consistente decadencia donde el centro político se desmadeja, emancipación gradual y discontinua tanto de las entidades federativas como de ámbitos de la sociedad al tiempo que opera la colonización de franjas del aparato estatal por un sinúmero de poderes fácticos. Garton Ash denominó expresiones parecidas en los países de la Europa comunista de los ochentas, como la otomanización de las sociedades
El uso de lo público para fines privados. Se trata de un régimen depredador enquistado en el centro de la distribución discrecional de los recursos públicos en forma de rentas, favores y privilegios a unos cuantos. Es un régimen parasitario que extrae excedentes, pero que no produce crecimiento ni progreso; es decir, la emancipación a través de la decadencia.
Gobernabilidad. Como reacción al auge de las políticas de bienestar, sectores partidarios del predominio de las pautas del mercado como reguladoras de las relaciones sociales adujeron que el incremento del carácter democrático de los sistemas políticos y el compromiso igualitario de los Estados, eran factores de ingobernabilidad. Su conclusión descansaba en que: 1) en democracia, los modelos de autoridad son cuestionados y la confianza hacia ellos se reduce, 2) la satisfacción de demandas sociales aumenta las expectativas, y terminan sobrecargando el Estado; 3) la pluralidad democrática hace más costosa la agregación y articulación de intereses. La contención del carácter democrático del sistema político se propuso desde entonces como solución al problema de la gobernabilidad. La apatía política se convertiría, bajo esta lógica, en un mecanismo para el sostenimiento de la democracia. (Crozier, Huntington y Watanuki, 1975). A este esquema de contención social y baja participación ciudadana se le ha llamado democracia delegativa (O’Donnell) o democracia no liberal (Zakaria).
Participación ciudadana. Es cierto que las sociedades se han vuelto más críticas a la autoridad: las estructuras excluyentes que desde las cúpulas gubernamentales definen la direccionalidad de la política son fuertemente cuestionadas. Por otro lado la idea de que las expectativas de la población crecerán sin control también es cuestionable. Que las expectativas ciudadanas no excedan la capacidad de respuesta del Estado depende de los propios instrumentos con que cuente el Estado, y de la transparencia y veracidad con la cual los gobiernos atiendan las demandas ciudadanas.
Reconstrucción. Un estado debilitado como el actual requiere un largo y complejo proceso de reconstrucción. En las elites se regodean con la idea de lo que Gramsci llamaba una revolución pasiva. Pero en la sociedad mexicana –abajo– proliferan junto a manchas de intolerancia y delincuencia, nodos de activismo cívico. Faltan espacios vinculantes más permanentes, pero ahí está la energía. En esos ámbitos se libra la reconstrucción de un estado democrático de la sociedad.
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