ace unos días tuve la fortuna de conocer a la maestra Soili Perkiö, respetada especialista finlandesa en educación musical, quien estuvo en México para conducir un taller de iniciación musical dirigido fundamentalmente a educadores.
En una reunión celebrada en la Embajada de Finlandia con motivo de su visita, le fue cedida la palabra. En vez del tradicional discurso sobre los lazos de unión y las raíces comunes y esas cosas, Soili Perkiö narró una antigua leyenda finlandesa sobre la creación de la flauta pastoril a partir de un trozo de madera, y cómo el que la flauta suene o no depende en buena medida de la voluntad de la madera y del instrumento recién labrado.
Dicho lo cual, sacó de la bolsa su propia flauta pastoril, la mostró, tocó una sencilla melodía, cantó versos relativos a la leyenda y bailó un poco alrededor de las mesas. ¿Qué mejor y más cálida y humana manera de presentarse como sembradora de músicas?
Si bien Soili Perkiö dedica una buena parte de su tiempo a esparcir las semillas de la enseñanza musical por todo el mundo, desarrolla su actividad principalmente en el Departamento de Educación Musical de la Academia Sibelius de Finlandia, donde tiene la fortuna de trabajar en uno de los espacios de actividad musical más significativos del mundo, la espectacular, eficiente y acogedora Musiikkitalo (Casa de la Música
) de Helsinki.
La ejemplar siembra de música que practica la maestra es, literalmente, trascendente. Hace poco, ante el descubrimiento de que en el lejano Nepal no existía un sistema de educación musical, allá fue Soili Perkiö para poner los cimientos y sentar las bases de la enseñanza musical a nivel nacional. Lo fundamental de su práctica educativa: el concepto del cuerpo todo como un instrumento musical, el concepto del alma toda como su gran caja de resonancia, el concepto del movimiento como su mejor expresión.
La maestra Perkiö es también autora de alrededor de 60 libros de enseñanza musical, que hoy día son textos fundamentales en todas las escuelas de Finlandia. Dado el evidente éxito del aprendizaje y la práctica de la música en aquel país, me extrañó enterarme de que, hasta la fecha, los libros de Soili Perkiö no han sido traducidos a otros idiomas. Es evidente que la traducción de sus textos implicaría no una simple transilteración de su contenido, sino una verdadera adaptación a las distintas sociedades y ambientes educativos en los que pudieran ser utilizados.
Ya se ha comprobado, una y otra vez, que por más que otras naciones hayan querido copiar el sobresaliente modelo educativo finlandés, el asunto es mucho más complejo que la mera imitación de sus fundamentos, en el entendido de que lo que allí funciona de manera destacada, no necesariamente será eficaz en otro clima, en otra geografía, otra lengua, otro temperamento, en otro entorno político, social, académico y familiar.
Entre las numerosas anécdotas narradas esa noche por Soili Perkiö, rescato una que me parece particularmente iluminadora. Hace algunos años, la maestra de música tuvo un encuentro con el gran decano de los compositores finlandeses, Einojuhani Rautavaara (1928), quien intrigado por el sonido del serrucho que había escuchado en una obra musical contemporánea, le pidió que le enseñara a tocar el singular instrumento-herramienta. Allá fue Soili Perkiö, le enseñó a Rautavaara los rudimentos y los puntos finos de la ejecución virtuosística del serrucho, y ahora dice que solo espera que el compositor incluya una destacada parte para serrucho en alguna de sus nuevas obras.
De estas y otras cosas que trascendieron esa noche se desprende un dato clarísimo e indiscutible: el éxito social y académico de un país está ligado en buena medida al entendimiento y praxis de una educación integral y humanista que tenga a las artes (y a la música en especial) como materias fundamentales de una enseñanza lúdica y gozosa.
Allá lo entienden, lo practican, lo comparten, lo siembran por doquier. Acá, cerramos escuelas, desaparecemos orquestas, disolvemos ensambles de cámara, dejamos a los niños sin clases, publicamos impresentables e inservibles libros de texto
. Las diferencias se notan, mucho, dolorosamente.