Editorial
Ver día anteriorMartes 21 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Irán: tensión desactivada
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e acuerdo con información cablegráfica, los cancilleres de los países miembros de la Unión Europea (UE) acordaron ayer levantar temporalmente las sanciones que impusieron a Irán, tras reconocer que el gobierno de Teherán ha suspendido la producción de uranio enriquecido a más de 5 por ciento, como informó previamente el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Se da cumplimiento así a una de las condiciones fundamentales del acuerdo firmado en noviembre pasado en Ginebra entre representantes iraníes y de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania (G5+1).

Con el cese por seis meses de las sanciones, Irán podrá disponer de 4 mil 200 millones de dólares depositados en cuentas bancarias en instituciones financieras de Occidente que le fueron congeladas por Washington y sus aliados, así como reanudar el comercio de petroquímicos, oro y otros metales preciosos y adquirir piezas de repuesto para su flota aérea de transporte civil.

Los hechos referidos no significan el fin del diferendo por el programa de desarrollo nuclear iraní, sino un comienzo de solución que deberá ser seguido por negociaciones difíciles y complicadas, toda vez que persisten tanto los intentos de Occidente por impedir o minimizar la capacidad de Teherán de desarrollar tecnología atómica como la determinación de la república islámica de lograr la autosuficiencia en materia de operación de reactores nucleares. Lo más relevante de este acuerdo es que demuestra la viabilidad de la negociación como vía para construir un entendimiento entre las autoridades de Irán y las potencias occidentales y, en esa medida, despeja en lo inmediato el peligro de una agresión militar contra Irán como la que han venido fraguando y promoviendo los gobiernos de Estados Unidos e Israel.

Más allá de la coyuntura, el principio de acuerdo logrado por los negociadores abre un margen para reflexionar sobre la característica doble moral de Washington y Bruselas en sus posturas de política internacional, particularmente en el tema de la proliferación de armas nucleares: por un lado han permitido que Israel, India, Pakistán y Corea del Norte fabriquen arsenales atómicos, mientras por el otro han buscado impedir que la república islámica prosiga con su plan de desarrollo nuclear, por más que ese desarrollo ha perseguido –como prueba el acuerdo alcanzado ayer– propósitos pacíficos. Pero incluso en la perspectiva indeseable de que Teherán pretendiera dotarse de armas nucleares, estaría en su derecho, en un entorno regional caracterizado por un desequilibrio estratégico que se traduce en un permanente peligro para los países vecinos de Israel, los cuales viven bajo la amenaza constante de agresiones militares cuya impunidad está garantizada por las bombas atómicas en poder de Tel Aviv.

Cabe esperar, finalmente, que las potencias occidentales dejen de utilizar a la OIEA como instrumento de sabotaje de los gobiernos que no son gratos a Estados Unidos y sus aliados y que pueda concentrarse en la cooperación internacional, en el desarrollo de salvaguardas y protocolos de seguridad eficaces para impedir tragedias como la de Fukushima, en Japón, y en la progresiva eliminación de todos los artefactos bélicos nucleares que hay en el mundo.