Lo medular de 2013 (rock anglo I)
a estrella fue poca para 2013 en cuanto a sorpresas estilísticas. Con todo, no dejó de haber búsqueda y sinceridad. También prevalece, como desde inicios de siglo, el recicle actualizado de viejos sonidos, en ciertos casos. Hoy, la primera parte de los discos más destacados de rock anglosajón, según este apartado.
1. Mystical Weapons. Mystical Weapons. Sean Lennon (sí, el hijo de John y Yoko) y Greg Saunier, baterista de Deerhoof, armaron un ensamble único, deslumbrante: psicodelia, progresivo, free jazz, música contemporánea. Sintetizadores, órganos, guitarras eléctricas, pianos suaves. Un disco instrumental exquisito, arty, enloquecido, que fluye sin presunción alguna. Hipnótico, prodigioso.
2. The Flaming Lips. The Terror. Oscuro e ingrávido, sin dejar de ser mullido, esta pesadilla hermética pero placentera de los veteranos de Oklahoma, con Wayne Coyne y Steven Drozd al frente, toca los extremos de la angustia existencial entre pasillos sonoros, ecos expansivos, chirridos incesantes y sintetizadores apilados cual montaña de desolación personal. Terroríficamente brillante.
3. My Bloody Valentine. MBV. De sonido shoegaze inaugural, estos míticos irlandeses podrían no haber regresado luego de 22 años, tras el histórico Loveless (1991) e igual tendrían gloria. Pero vuelven con el mismo corazón que sangra atmósferas diluidas y guitarras batidas, bajo una producción más directa e íntima que todo lo anterior. Pocos como Kevin Shields y compañía para empatar ruido con dulzura en un mismo sueño flotante.
4. Nick Cave and the Bad Seeds. Push the sky away. Ni 30 años de carrera agotan la cantera de este espléndido poeta australiano, que sigue personificando, vigente y con gran histrionismo, la lucha humana entre fe, muerte, pasión y violencia. Con etéreos pasajes donde lo domado no es el alma sino las guitarras; con cuerdas y pianos; con un tranquilo pero intenso viaje intimista, ofrece irrefutables gemas para ensanchar el espíritu.
5. Paul McCartney. New. Aquí, ex Beatle asombra por su inusitada dosis de frescura. Melancólico pero radiante, con sonidos en él inusuales, revela un franco diálogo con el pop actual, ayudado por cuatro jóvenes productores (Mark Ronson, Giles Martin, Paul Epworth, Ethan Johns). Es Sir Paul en esencia, con temas enérgicos, de estadio, tipo Wings, acústico a ratos, pero con arreglos contemporáneos. Ni nostalgia ni decadencia: pura vitalidad.
6. Pond. Hobo Rocket. Una vez separados de Tame Impala, Nick Allbrook y Jay Watson toman la rienda total de este combo australiano para consolidar su propio sonido. Si bien comparten la psicodelia sesentera de los primeros, en este breve pero expansivo quinto plato, su fuzz guitarril y sus baterías toman rumbos más espesos y stoners, rumbo a la galaxia de junto y más allá. Pachequérrimo, extravagante.
7. These New Puritans. Fields of reeds. Esta joven banda de Southend, Inglaterra, pasma con un tercer álbum fuera de todo género, sutil, arriesgado: rock, avant-jazz, score fílmico, música de concierto; voz y ritmos entrecortados a lo Radiohead; mucho corno francés y clarinete, minimales y luminosos; sólidos paisajes pianísticos, ni una sola guitarra y la fragilidad de Jack Barnett. Ansiedad hecha belleza.
8. David Bowie. The Next Day. Disco que toma el pulso a uno de los más influyentes músicos de pop contemporáneo, con letras irónicas aunque preocupadas por el absurdo del presente. Con un rock un tanto noventero, mas con su sello vocal único (Tony Visconti tras las consolas), pleno de auto-referencias, tras 10 años de silencio fonográfico, hace de su regreso un acontecimiento, ya que se le pensaba en retiro. Larga vida al Duque Blanco.
9. Savages. Silence yourself. Cuatro buenas músicas londinenses debutan y arrasan al reunir la tensión de Joy Division con el canto de Siouxsie Sioux, y pizcas de shoegaze y garage. Álbum grabado en directo, plagado de pasajes briosos que raspan y acarician. Deseo, venganza y obsesión, de perfil andrógino: implosión sin género. Honestas, elegantes, de oscuridad aterciopelada. Más que repetir fórmulas, se las apropian para estallar y brindar una experiencia potente, genuina, lejana al vacío de las chicas pop actuales.
10. Laura Marling. Once I was an Eagle. En tercer disco, esta inglesa avecindada en Los Ángeles, deja atrás su folk cursilón para, con deliciosa voz, causar escalofrío, cual si te cantara al oído, no enamorada, sino hecha trizas: ternura y desamparo asiéndose a una guitarra acústica para no caer, acompañada por cajones y cuerdas orientalistas que evocan el trabajo solista de Robert Plant. Bellísimo.