ace una semana en Boca del Río, Veracruz, el presidente Enrique Peña Nieto anunció la reforma profunda del sector agropecuario que permita a quienes lo integran dar un salto cualitativo que los saque del atraso y la pobreza, y los coloque en el sitio que siempre han merecido. Para tal fin, se invertirán 338 mil millones de pesos en programas productivos, de tal forma que, como aseveró Peña Nieto, se garantice que los campesinos sientan en los bolsillos los beneficios, como obtener tarjetas de crédito y de débito, que refleje su solvencia económica, consecuencia de las reformas estructurales del país
.
El nuevo programa lo anunció en el World Trade Center de esa ciudad, con motivo de un aniversario más de la Ley Agraria promulgada en 1915 por Venustiano Carranza. Unos 5 mil campesinos acarreados de diferentes lugares de la entidad veracruzana hicieron recordar los mejores momentos del presidencialismo al más puro estilo del viejo PRI, con las alabanzas más desmesuradas al mandatario: El sector rural veracruzano está consciente de la necesidad y sentido patriótico de sus reformas, por lo que las avala y se suma a su importante entrega
, le espetó entre otras cosas el dirigente de la Confederación Nacional Campesina, el senador priísta Gerardo Sánchez.
Ese mismo día se publicaron datos sobre cómo el año pasado el sector agropecuario perdió 16 mil empleos, lo que no ocurría desde 2009. La causa: la desaceleración económica patrocinada por el gobierno federal. Como oportunamente informó la Secretaría de Hacienda, la inversión agropecuaria, en silvicultura, pesca y caza se desplomó de enero a septiembre del año pasado 40 por ciento. Pero a partir de ahora todo será diferente y quienes viven en el sector agropecuario sentirán los beneficios de las reformas estructurales recién aprobadas. Al fin, los campesinos no serán mexicanos de cuarta.
Esta marcha de millones hacia el primer mundo significa que, después de tantos lustros de dependencia externa, el país será autosuficiente en alimentos. Comenzando por el fundamental en la dieta nacional: el maíz, seguido del trigo y el arroz, la carne de bovino y porcino, leche y oleaginosas. Los excedentes que se obtengan irán a los mercados internacionales. Lograr la autosuficiencia significará utilizar racionalmente los 7 millones de hectáreas de riego y los 20 millones de temporal disponibles para las siembras. Además, debe bajar la migración hacia Estados Unidos al brindar el agro empleo suficiente y bien remunerado. Agreguemos que, por primera vez, funcionarán los programas para lograr que los campesinos cuiden el bosque y el país ya no sea en el mundo uno de los que más destruyen su riqueza forestal. Por el contrario, habrá dinero suficiente y organización adecuada que garanticen el éxito de los programas de reforestación.
Seguramente los responsables de hacer que el presupuesto aprobado para el campo este 2014 rinda sus frutos, evitarán que sirva para engordar la burocracia y alentar la corrupción de funcionarios y líderes agrarios. Suele ocurrir que apenas una parte de lo que el Congreso de la Unión aprueba para el sector agropecuario se invierte en acciones para hacerlo producir y elevar la calidad de vida de sus integrantes. Lo común es que se quede en las oficinas. También ahora servirá para emplear a los miles de especialistas en ciencias agropecuarias y biológicas que se encuentran desocupados por falta de empleo.
Habrá mejoría en el campo, pues seguramente el citado presupuesto se reforzará con el de la Secretaría de Desarrollo Social para los municipios con más altos niveles de marginación. Los mayores índices de distanciamiento social y económico están en el sector rural, pese a los presupuestos multimillonarios dedicados a combatir la desigualdad: más de 300 mil millones de pesos el año pasado.
Lo que se desconoce es el contenido de los programas que rescatarán al sector agrario. Como ahora todo es distinto, ni duda de que en su elaboración participan activamente los campesinos e indígenas y los especialistas en la materia. En fin, el mejor de los mundos posibles como regalo de los Reyes Magos modernos, que en los antiguos no creen ni en Roma.