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En entrevista con La Jornada, Jesse Lerner habla sobre el documental La piedra ausente

A 50 años de su traslado, Tláloc aún se percibe en Coatlinchán

Con testimonios, material de archivo, imágenes, entrevistas y narraciones periodísticas de la época, el filme cuenta la controversia que rodeó la salida del monolito de la región mexiquense, en 1964

Muchos habitantes dicen que a partir del despojo se dieron cuenta de su importancia, explica

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Pese a un acuerdo firmado con el gobierno Federal, los coatlichaneses sabotearon los camiones en los que llevarían a Tláloc rumbo a la ciudad de México, por lo que intervino el Ejército, ocupando el pueblo y acompañando el viaje hasta el Bosque de Chapultepec, donde reside desde entoncesFoto INAH
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Imágenes de la Operación Coatlinchán. Se cuenta que el día del traslado hubo una tormenta atípica, pero que en ningún momento cayó agua sobre el monolito. La primera fotografía, de Jesse Lerner, muestra la reproducción que quedó en San Miguel CoatlinchánFoto INAH
 
Periódico La Jornada
Viernes 3 de enero de 2014, p. 2

Tláloc, la pieza emblemática del Museo Nacional de Antropología, está a sólo tres meses y medio de cumplir 50 años en su sitio actual, en el Bosque de Chapultepec.

En medio de una controversia, el monolito fue traido de una barranca aledaña al pueblo de Coatlinchán, en la región oriental del estado de México, el 16 de abril de 1964.

Las autoridades de Coatlinchán aceptaron en un convenio firmado en 1963 que el gobierno federal sacara de la barranca el monolito que en en ese lugar era conocido como la piedra de los tecomates, en alusión a una planta silvestre de la región, a 55 kilómetros al nororiente de la ciudad de México.

Cuando todo estaba listo para trasladar la piedra en los primeros días de abril de 1964, la gente de Coatlinchán se rebeló y saboteó el transporte especial –dos camiones– en el que la escultura de 160 toneladas estaba ya montada para ser llevada a la capital.

Para sofocar la resistencia de los coatlinchaneses, el entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos, ordenó al Ejército ocupar el pueblo y acompañar el periplo de Tláloc hasta Chapultepec, una operación de una docena de horas, a vuelta de rueda.

Las distintas versiones sobre la revuelta y la controversia que la acompañó fueron recogidas en un largometraje de 82 minutos titulado La piedra ausente, que sacó a flote una historia en la que se mezclan sentimientos de despojo y de resignación.

El título del documental es una ironía. La piedra ya no está ahí, pero sigue ahí de muchas maneras, porque todos tienen una copia o una foto o una representación (gráfica o en miniatura). La piedra está en todos lados y muchos dicen que a partir del despojo se dieron cuenta de su importancia, afirmó Jesse Lerner, director del largometraje, residente en Los Ángeles, en entrevista con La Jornada.

En el centro de Coatlinchán hay ahora una réplica de Tláloc, y un sitio de taxis tiene por emblema un dibujo de la piedra en su estado primitivo, horizontal.

La piedra ausente se exhibió por primera vez a principios de 2013 en la Cineteca Nacional.

A aquella sesión todavía pudo asistir el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, creador del inmueble que alberga el Museo Nacional de Antropología e Historia, uno de los protagonistas de la gigantesca Operación Coatlinchán, nacido en 1919 y fallecido en 2013, en el mismo 16 de abril en que ocurrió el traslado de Tláloc.

La tormenta nunca mojó al dios

La piedra ausente da cuenta de un misterioso hecho: el día que Tláloc –Dios de la lluvia– fue llevado a su pedestal de honor, sobre el valle de México hubo una tormenta atípica en primavera. En ningún momento cayó agua sobre el monolito; llovío adelante y atrás de la deidad, pero nunca sobre el convoy en marcha.

En el estreno del documental también estuvieron unos 25 coatlinchenses y gente vinculada con la producción. Aquel día fueron planteadas las posiciones antagónicas y pese a lo candente del debate, el diálogo transcurrió en paz.

Como en Coatlinchán no hay sala de cine, la cinta fue exhibida dos veces en un espacio abierto del pueblo. Unas mil 200 personas la vieron. Y nuevamente los sentimientos se remecieron en el pueblo que custodió una pieza que data del siglo III, tiempos de grandeza en Teotihuacán.

“Ha sido una gran experiencia. Otras películas entran en temas muy amplios. En La piedra ausente hay un objeto muy específico”, dice Lerner, quien trabajó en colaboración con la antropóloga mexicana Sandra Rozenthal, autora de una tesis académica sobre el tema.

Ella sugirió que yo hiciera el documental y luego lo propuse a los habitantes de Coatlinchán, recordó Lerner, un historiador que ha hecho de la cinematografía su instrumento de comunicación.

Además de los testimonios, Lerner reunió material de archivo, imágenes, entrevistas y narraciones periodísticas de la época; también recurrió a animaciones para poner en contexto la información que vierten los entrevistados.

La piedra ausente se exhibió en las dos últimas semanas de diciembre en la Cineteca Nacional y en algunos cines comerciales de la ciudad de México, al final de un año en que el largometraje estuvo también en el festival cinematográfico de La Habana y en la cartelera de Ambulante.

Esta no es la primera obra que Lerner dedica a un tema donde gente del presente interpreta símbolos del pasado. La historia de las representaciones ha sido una de sus líneas de investigación. Al historiador cineasta le han interesado las ruinas, pero no como objeto arqueológico, sino cómo han sido utlizados, de acuerdo a diferentes circunstancias.

Un concepto que resume este enfoque es el de American Egypt –una de las obras de Lerner, que también da nombre a su sitio en Internet: americanegypt.net–, que refiere al caso de un par de europeos que en el siglo XIX identificaron a las pirámides mayas como el Egipto americano, simplificando la explicación de su existencia en la península de Yucatán.

La historia de la monumental escultura de Tláloc es uno de esos fenómenos de representación –dice Lerner– en los que se muestra cómo se observan en el presente las ruinas del pasado.