Navidad en la Montaña
a Montaña de Guerrero es la región más pobre de este estado, poblada por etnias indígenas y prácticamente aislada por la falta de caminos.
Mientras en Acapulco hay unos 500 profesores que no dan clases porque se encuentran en comisiones administrativas o sindicales, en la Montaña hay poblados donde no han tenido un profesor en décadas, y donde con frecuencia los niños tienen que hacer recorridos de horas para acudir a la escuela más próxima.
En este escenario es donde en septiembre pasado golpearon la tormenta Manuel y el huracán Ingrid. Los daños fueron cuantiosos, mayores a los ocurridos en Acapulco y Chilpancingo, y sólo comparables con La Pintada, en la sierra de Atoyac, donde el derrumbe de un cerro sepultó a unas 60 personas.
Mientras en Acapulco el presidente Enrique Peña Nieto se convirtió, después de la tragedia, en el principal operador del proyecto de reconstrucción, en la Montaña los pueblos fueron olvidados. Las lluvias provocaron innumerables cierres de carreteras, expulsaron comunidades enteras hacia lugares menos peligrosos, pero igualmente desprotegidos, y arrasaron casi en su totalidad varios pueblos. Otros quedaron literalmente colgando en precipicios que antes de los meteoros no existían.
Al contrario de la escasa atención oficial, la ayuda civil llegó generosa, no sólo por la cantidad, sino por los avatares que debieron pasar quienes la llevaban, a pie y cruzando barrancos y a riesgo de ser sepultados por alguno de los múltiples deslaves que se estaban produciendo en esos días. Llegaron brigadas de varias universidades, de organizaciones civiles, y de la Policía Comunitaria.
Ahora que se fueron las lluvias, la Montaña enfrenta otros retos: las bajas temperaturas, cuyos efectos se agravan porque muchas familias están en refugios hechos de lonas, y la falta de alimentos, pues gran parte de las tierras de cultivo fueron dañadas.
Mañana la Montaña vivirá una de las navidades más difíciles en su historia.