En la décima corrida, interesante encierro de Rancho Seco y tres astados con transmisión
Angelino de Arriaga, desigual
Israel Téllez, sin suerte
Accidentado segundo tercio
Lunes 23 de diciembre de 2013, p. a43
Una pena que en tardes en las que sale el toro con transmisión de peligro, codicioso y no sólo pasador, los tendidos de la Plaza México luzcan vacíos, como ocurrió en la décima corrida de la temporada como grande 2013-2014, en que se lidió un interesante encierro del hierro tlaxcalteca de Rancho Seco, bien armado, sin kilos de más y con exigencia para los toreros, que a duras penas pudieron salir avantes y mostrar su nivel anímico, expresivo y de evolución.
Si las figuras exigen el toro manso y repetidor, a los espadas modestos se les imponen corridas hechas, con un resultado obvio: lento relevo generacional de toreros, con la consiguiente ausencia de público, por escasez de emociones y de apellidos competitivos.
Hicieron el paseíllo el guanajuatense Israel Téllez, el salmantino Eduardo Gallo y el tlaxcalteca Angelino de Arriaga, quienes no sin dificultades procuraron hacerle fiestas a unos toros que exigían bastante más que pegar pases y torear bonito pues, unos con más calidad y otros con menos, acusaron los desafíos que plantea la bravura.
El mejor librado fue Eduardo Gallo, con doce tardes en su país, triunfos en Sudamérica y una deficiente administración con constante cambio de apoderados.
Su primero, armonioso de hechuras y que recargó en una vara, llegó a la muleta con fijeza, recorrido, clase y exigencia de mando, lo que Gallo consiguió por el derecho, si bien en tandas de pocos pases. Hubo un bello cambio de mano y luego una estocada casi entera para culminar una faena emocionante, gracias a la emoción que transmitió el toro. Recibió una oreja.
Con su segundo, también claro y con recorrido, Eduardo toreó muy bien en lances a pies juntos y tras el puyazo realizó un variado quite rematado con una revolera-poema. Puesto y dispuesto, inició con un soberbio trincherazo y uno de la firma y prosiguió con templadas series con la diestra sin dudar ni posar, hasta que perdió la brújula y la distancia, embarullándose al intentar ligar. Se puso pesado con la espada y lo que debió ser otra oreja quedó en una vuelta entre división de opiniones. Si toreara más seguido…
Angelino de Arriaga prolongó sin necesidad la faena a su primero, codicioso y con clase, luego de unas verónicas cadenciosas y unas chicuelinas de compás abierto. Fue un trasteo desigual con muletazos de gran calidad y otros dejando enganchar. Con su segundo, algunos muletazos sin confiarse y un pinchazo hondo. Hay aptitudes, pero faltó actitud tras las quince corridas toreadas.
Israel Téllez, con sólo seis tardes este año, acusó disposición y también falta de sitio, sobre todo con el que abrió plaza, que llegó a la muleta con recorrido pero acabó soseando. Al entrar a matar se hirió la mano izquierda con el estoque. Su segundo, que no recargó en el caballo, provocó la caída del subalterno Javier Escalante Tristán, al salir de un par, y resultó deslucido en la muleta.
Prueba de que la bravura no necesita exceso de peso fue la aparatosa cogida del banderillero Juan Ramón Saldaña, prendido aparatosamente en tablas por el sexto de la tarde y golpeado con fuerza en la barrera, tras recibir un puntazo en el glúteo derecho y sufrir la luxación del hombro izquierdo. No, si por eso ya nadie quiere saber de bravura.