Misterio
ue el Kremlin –al comprometerse a adquirir bonos de deuda por 15 mil millones de dólares y rebajar 33 por ciento el precio del gas natural que le suministra– salvó de la bancarrota a Ucrania es indiscutible.
También está fuera de toda duda que el Fondo Monetario Internacional, al imponer condiciones draconianas que hubiesen provocado un estallido social, resultó determinante para que el gobierno de Ucrania decidiera aplazar la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea.
Pero sigue siendo un misterio por qué razón el presidente Vladimir Putin salió al rescate financiero de su homólogo ucraniano, Viktor Yanukovich, utilizando recursos del Fondo de Bienestar Nacional, creado para afrontar el pago de jubilaciones en Rusia cuando no haya otra forma de hacerlo y que, por ley, prohíbe invertir en la compra de obligaciones de países con índice de riesgo crediticio inferior a AA, como es el caso del vecino eslavo.
Si lo hizo para mantener a Ucrania en su órbita de influencia y forzar su adhesión a la Unión Aduanera que promueve Rusia en el espacio postsoviético, es una apuesta muy riesgosa, toda vez que no hay constancia por escrito que obligue a Kiev a dar ese paso, aparte de que los dirigentes ucranianos un día dicen una cosa y al siguiente otra.
De haber entendimientos ocultos, como suponen los analistas que recuerdan que Rusia –más bien, los nuevos magnates del entorno de Putin– llevan años queriendo apropiarse de la red de gasoductos de Ucrania y de las empresas más valiosas de su economía, Yanukovich sería calificado de traidor no sólo por la oposición política, sino también por los multimillonarios, de las regiones del este y de origen ruso, que han hecho fortuna a su sombra y no quieren ceder la fuente de su riqueza a los protegidos del Kremlin.
Visto así, salvo que Putin crea haber realizado un generoso gesto digno de una suerte de zar que anhela restablecer el imperio perdido, pocos rusos entienden para qué ayudar a un gobierno impopular y corrupto a costa de poner en entredicho las pensiones de sus compatriotas más desprotegidos.
Tan desconfía el mandatario ruso de su colega ucraniano que el precio del gas se revisará cada trimestre y la compra de bonos se hará con más calma que urgencia, entregando en el corto plazo no más de 3 mil millones de dólares, suficientes para evitar el colapso de la economía y casi nada para resolver el problema de fondo: la crisis en que Ucrania está inmersa.
El rescate de Moscú no elimina las causas que sacaron a la calle en Kiev a miles de personas en el mayor movimiento de protesta de los años recientes y Yanukovich, obligado a hacer concesiones como destituir a altos funcionarios de su entorno y dejar en libertad mediante una amnistía a todos los detenidos por enfrentarse a la policía, para mantenerse en el cargo tendrá que propiciar un acercamiento con la Unión Europea, lo que difícilmente será del agrado del Kremlin.