Pueblos fantasmas
í, eso es lo que se vive en algunas zonas de la entidad acosadas por la delincuencia organizada y los grupos de autodefensa, cuya presencia ha provocado un recrudecimiento de la violencia, especialmente en la Tierra Caliente y la Sierra-Costa.
Se trata de regiones cuyas principales actividades económicas son la agricultura y la ganadería. Amén de la inseguridad campeante, un elemento que ha precipitado el éxodo de michoacanos es el abandono del campo, que carece de apoyos suficientes, tecnología y esquemas eficientes de comercialización. El histórico fenómeno de la migración en el estado, pues, se ha agravado.
Recientemente se han difundido informes de que las casas de asistencia a migrantes en Tijuana y otros puntos de tránsito hacia Estados Unidos se han convertido en refugios de michoacanos que huyen de la violencia.
Aunque no existe una cifra oficial, se cuentan por cientos los que semana a semana llegan a la frontera en busca de asilo político en el vecino país, para lo cual llevan cartas firmadas por autoridades de sus comunidades de origen en las que se explica la situación que padecen.
Esta nueva modalidad del llamado sueño americano no ha sido exitosa, pues muchos son deportados apenas cruzan la frontera y otros, si logran eludir a la Policía Fronteriza, se quedan en calidad de indocumentados.
Se conocen casos de habitantes de la Tierra Caliente –en particular del municipio de Apatzingán, reducto de Los caballeros templarios– que de plano solicitan asilo político en países de Europa.
En su pasada visita a Michoacán, el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade Kuribreña, negó tener información al respecto. Argumentó que ese trámite se debe realizar en forma directa ante las embajadas de los países a los cuales se solicita asilo, sin que se involucre la dependencia que encabeza.