Opinión
Ver día anteriorLunes 9 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Aprender a morir

¿Navidad más personal?

A

la carga de masoquismo, autoengaño, escasas herramientas de convivencia y poca habilidad para sortear agresiones a lo largo de la vida, los seres humanos no encontramos mejor manera de concluir el año que celebrando la Navidad, no obstante lo incierto de la fecha del nacimiento de Jesucristo, al observarse que éste no pudo ser en diciembre, ya que en Judea es tiempo de frío y lluvia, por lo que los pastores no tendrían a sus rebaños a la intemperie, como afirma el Evangelio.

Sin embargo, por lo anotado al inicio de esta columna, esos cuestionamientos han salido sobrando a la hora de los festejos, las compras, los adornos, las melodías, los brindis y las luces, que como festividad cristiana se remontan a principios del siglo IV, cuando la Iglesia adopta el 25 de diciembre como aniversario oficial, no obstante el origen pagano o tan poco espiritual de las costumbres navideñas.

La palabra Navidad crea en nosotros emociones y sentimientos que nada tienen que ver con la realidad. En la naturaleza no existe la Navidad, sólo está programada en la mente cristiana como el Ramadán en los árabes y la Pascua en los judíos –observaba el jesuita indio Anthony de Mello.

Evitar caer en ese sentimiento de vanidosa cohesión familiar, al decir de Marguerite Yourcenar, podría ser una de las opciones más realistas para intentar pasar esta temporada lo menos enajenante posible, libre de falsos compromisos o, si se prefiere, a prudente distancia de lo que las buenas costumbres, el espíritu navideño, los regalitos y la calidez ocasional imponen.

Ahora, huir de situaciones navideñas no deseadas exige propósitos de enmienda, tales como revisar el costo y el beneficio de hacer o dejar de hacer aquello de lo que no estoy convencido. Igualmente saber decir no, y decirlo sin culpa, con la certeza de que mi deber es muy diferente a lo que los demás esperan de mí. Allí es donde las fantasías y chantajes desde la familia resurgen implacables ante las presiones de la parentela y su nefasta tradición competitiva, rodeada de miedos antes que de afectos.

¿A dónde y con quién ir? ¿Se van a sentir? ¿Qué llevar? ¿Qué dirán? ¿A quién regalar? ¿Cómo llegar? ¿Dónde estacionar? ¿Cómo nos van a recibir? Ese no me cae bien, esa tiene mal vino, esos son muy presumidos, etcétera, forman la cadena de reuniones navideñas indeseadas, por lo que al amable lector le deseo que pase una Navidad personal antes que feliz.