En la octava corrida vuelve el cachondeo: toros presentables pero mansos de Valparaíso
Con un cartel importante, la plaza semivacía; Oreja pueblerina a Spínola y a Luque
Lunes 9 de diciembre de 2013, p. a46
El domingo pasado, en la séptima corrida, al salir de la plaza tras la apoteósica actuación de Adame, el sólido desempeño de Saldívar y el petardito de Diego Silveti, le pronostiqué a un vecino tan ingenuo como bien intencionado: oye, una golondrina no hace verano; haber visto esta tarde reses con edad y trapío del encaste español de Barralva no quiere decir que el Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje o Cecetla, antes Plaza México, haya entendido cómo adoptar una filosofía de servicio que obliga a presentar cada tarde encierros serios y alternantes con capacidad de convocatoria. Para ello se requiere el doctorado en filosofía de servicio taurino, no el curso intemporal en ensayo y error.
Y así fue. Luego de una tarde entre altibajos, pero con la emoción que sólo puede dar el auténtico toro, sea bravo o manso, para la octava corrida en la plazota de Insurgentes el Cecetla anunció al tlaxcalteca Uriel Moreno El Zapata, al mexiquense Fermín Spínola y al andaluz Daniel Luque, con un encierro decoroso, no modélico, de Valparaíso, hierro zacatecano de los herederos de don Valentín Rivero.
Además de los criterios empresariales para exhumar un hierro como Valparaíso, cuyo propietario original, don Valentín Rivero, murió a finales de 1997, luego de formar su ganadería con vacas y sementales de Torrecilla y San Mateo, y que tanto lustre diera a la fiesta en las décadas de los 60 y 70, ¿qué caso tenía empalmar a dos toreros de los tres tercios, como El Zapata y Spínola, con reiterados triunfos en cosos de los estados, con un fino andaluz que venía de la temporada española con 36 corridas y 42 orejas? ¿El empresario y apoderado francés Simón Casas venía a las atinadas?
Spínola tuvo una actuación sobria –¿o monótona?– y enterada, derrochando en su lote actitud y variedad en los tres tercios, al grado de que en su segundo, con un peligro sordo que acabó aburriendo, el aburrido juez Gilberto Ruiz Torres mejor soltó una oreja, sólo para que Spínola escuchara música de viento del escaso público al recibir el trofeo.
Daniel Luque, doceavo en el escalafón español, enfrentó primero a un bello ejemplar bien armado y de pelaje nevado, quizá el menos malo del encierro, que exigía más entrega, sobre todo por el derecho, y al que el joven andaluz apenas quiso ver. Lanceó muy bien a su segundo, un bien presentado castaño, al que muleteó con empeño más que lucimiento y tras una estocada trasera el siempre generoso juez Gilberto Ruiz Torres, soltó la oreja entre división de opiniones. Con el torito de regalo de Luque, el Cecetla volvió a sus habituales niveles de incompetencia, pues primero salió un novillón de Los Ébanos, propiedad de la empresa, que fue protestado y devuelto, y luego un manso de Xajay con el que no pasó nada. Algún proyecto entre manos traerá aquí Simón Casas.
No merece El Zapata, luego de sus reiterados triunfos en la Plaza México, este trato de la empresa. Siempre solvente y dispuesto a dar espectáculo, Uriel tuvo muy buenos momentos con capote y muleta en la diestra ante su primero, y cubrió espectacularmente el tercio de banderillas con su segundo, también de escaso juego. Momento de gran torería fue el del picador César Morales al lanzarle el castoreño a este toro, que tras encelarse con la prenda acudió al caballo.