a verdad que es para no creerlo. La propuesta, aparentemente con voto mayoritario en el Congreso, de ceder a empresas extranjeras la explotación del petróleo, me parece una de las traiciones más dolorosas en la historia del país. Comprendo que se invoquen razones económicas, pero no me convencen.
El problema personal de López Obrador, padeciendo un infarto aparentemente no tan grave, me ha llegado al alma. Ha sido la única fuerza que ha hecho patente la inconformidad de nuestro pueblo con esa medida indecente y ahora, naturalmente, no podrá seguir Andrés Manuel con su insistente campaña a favor de mantener la plena nacionalización del petróleo. Por razón natural, a Cuauhtémoc Cárdenas le tocará ahora hacer lo posible y lo imposible para que no se lleve a cabo la apertura al capital extranjero.
Convengo en que en mi caso, el problema lo veo como una ofensa indecente en contra de la memoria del mexicano más distinguido de nuestros tiempos, Lázaro Cárdenas. Como exiliado español me resisto a creer que México esté dispuesto a desconocer su principal acción como fue la expropiación petrolera, valiente y audaz, que aprovechó tiempos en los que el conflicto que venía entre los aliados y los nazis hacía pensar que no sería tan fácil una reacción violenta de la Gran Bretaña y de Estados Unidos en contra de la decisión de Cárdenas. Tenían problemas más serios que, a fin de cuentas, se resolvieron favorablemente.
Si México ha crecido en el siglo pasado, pese a los notables errores de los presidentes priístas en el manejo de la economía, se debe precisamente a la expropiación petrolera.
No dudo que en la administración de Pemex los problemas han sido mayores. Evidentemente que el problema sindical ha sido históricamente, y lo sigue siendo ahora, el obstáculo mayor, pero también creo que la corrupción tiene necesariamente dos protagonistas. Y no tengo dudas de que el principal culpable haya sido la inadecuada administración de las relaciones obrero-patronales.
Lo que me parece notablemente doloroso es la sensación de la inutilidad de nuestro Congreso. La posibilidad de que se produzca la mayoría mediante la alianza entre el PRI y el PAN dejando a un lado –el de la dignidad– al PRD, es dramática. Lo cierto es que reafirma lo que ya es un lugar común; el Partido Revolucionario Institucional ya no es revolucionario y difícilmente institucional, enfermedad que viene padeciendo ya desde hace mucho tiempo.
Tuve hace algunos años la oportunidad de tratar con Joaquín Hernández Galicia, la famosa Quina, que dirigió con maestría el sindicato petrolero. Nos hicimos amigos en una etapa en que tenía que actuar con prudencia e inteligencia para amortiguar los efectos de una notable presión en su contra. Me convenció de su manejo honrado, sin dejar de reconocer que muy cerca de él se encontraban dirigentes de notable corrupción, y sin duda La Quina debió desembarazarse de esas compañías y fue un error notable no llevarlo a cabo.
También hay que reconocer que la corrupción sindical se ha encajado en nuestra vida económica y jurídica no solamente en el ámbito petrolero, sino en muchos más. El corporativismo sindical, auspiciado y provocado por el sistema político, es sin la menor duda uno de los motivos, si no el principal, que ha detenido nuestro crecimiento.
Pienso finalmente en los diputados y senadores que, en su caso, tendrán que ser cómplices de la maniobra petrolera. Porque no dudo que muchos de ellos tendrán en el fondo de su ánimo la conciencia de que su voto a favor de la reforma violará su formación de origen, privándolos de un orgullo antiguo que seguramente no ha desaparecido del todo. Pero convengo que resulta difícil considerar que sean capaces de pasar por encima de las consignas de su partido y actúen conforme a su conciencia.
Como quiera que sea, la lista con sus nombres deberá darse a conocer, para que nuestra historia pueda calificar a los responsables de haber votado, en su caso, en contra del interés superior de México. Claro está que con la más espectacular mordida de la historia, que cancela el viejo dicho de Sufragio efectivo, no relección
, empecemos a entender las razones de la actitud previsible del Congreso.
Entre tanto, manifiesto mi total simpatía y solidaridad con Andrés Manuel López Obrador y con Cuauhtémoc Cárdenas por su clara oposición a la maniobra. La historia los tendrá en cuenta.