Presentó Memorias del dueño del yate Granma, en la embajada de La Habana
Sábado 7 de diciembre de 2013, p. 18
Antonio del Conde, El Cuate, ha contado esta historia miles de veces. La empieza siempre del mismo modo, cautivado todavía por el personaje que en julio de 1955 entró a su armería, en la calle de Revillagigedo número 47, para preguntar si tenía dispositivos de mecanismos belgas.
Claro que tenía, son parte componente de un rifle y estaban ahí, exhibidos; había de varios modelos y precios. Me llamó la atención que quien preguntaba era extranjero, sin duda caribeño. Le pedí que me repitiera la pregunta y lo hizo exactamente igual. Le pedí entonces que me acompañara a mi oficina, en el interior de la tienda, e insistí en escuchar su petición
, así comenzó una larga relación con el comandante Fidel Castro.
Del Conde presentó en la embajada de Cuba en México una segunda impresión del libro Memorias del dueño del yate Granma, ante un público difícil que conoce hasta detalles insignificantes de la historia documentada del paso por la ciudad de México de Fidel, Raúl, el Che y otros muchos, lo mismo que las historias ficticias que los han acompañado desde entonces.
Viví tan intensamente la vida con el comandante Fidel Castro que no necesito palabras para contar esa historia
, compartió Antonio del Conde. No sé cuántas veces la he platicado, pero cada vez que leo este pinche libro me surgen más ideas
, dijo sonriendo uno de los mexicanos que participó directamente en la logística que permitió el cambio en Cuba hace 60 años.
El texto, editado por la 62 legislatura de la Cámara de Diputados, cuenta la estancia de Fidel Castro en México entre 1955-1956, tiempo durante el cual preparó la invasión armada a Cuba con el fin de derrocar al gobierno dictatorial sostenido con base en el crimen, robo y corrupción
, en frases sencillas, a veces circulares, pero siempre directas del comerciante de armas, un mexicano nacido en Estados Unidos en el seno de una familia acomodada.
“A través de año y medio de colaborar estrechamente con Fidel Castro, poco a poco me enteraba y también paulatinamente me fui integrando a la causa cubana, aceptándoseme como otro miembro del grupo… esa actitud me acarreó un sinnúmero de dificultades, al grado que mi propia familia me juzgó como un descastado. Además, clientes, conocidos y muchos amigos me desconocieron y retiraron no sólo el saludo y la amistad, sino que me tildaron de comunista; sin embargo yo sentía, mediante Fidel, que hacia lo que debía”, relata El Cuate.
Aunque, confiesa, esta no fue la única razón que lo decidió a recuperar sus memorias.
“Mi hija Susana, cubana, me lo ha exigido durante años, y hasta con amenazas, pero sobre todo las escribo para hacer constar la labor de Fidel Castro –Alejandro– en la preparación y realización de la invasión armada a Cuba desde México en 1956, y utilizando para su traslado desde Santiago de la Peña, en Tuxpan, Veracruz, a Cuba, el yate Granma”, embarcación que no sólo adquirió a petición del comandante, sino que registró a su nombre ante las autoridades mexicanas.