López Obrador el incansable
Necesaria, su presencia
Sigue el remate del país
a presencia física de Andrés Manuel López Obrador hizo mucha falta en horas del día de ayer, en los momentos en que el cerco a la sede del Senado se instaló, para repudiar el crimen que en contra de la riqueza natural de México se pretende cometer desde ese órgano legislativo.
Y es que ha pasado cuando menos un cuarto de siglo y el hoy líder indiscutible de las izquierdas de este país, y fundador de lo que se conoce como Morena, ha estado presente en cada uno de los episodios de la lucha en contra del neoliberalismo y la injusticia.
Lo mismo en los conflictos sindicales que se produjeron en los pozos petroleros de Tabasco que en las protestas por los fraudes electorales que han marcado la historia reciente de México. Eso, sin contar sus aportaciones a la política nacional en favor de la gente.
La pensión para los adultos mayores, que han tenido que recoger sus adversarios políticos, como hizo recientemente el PRI; o la fiebre por la construcción de vialidades, extendida a lo largo y ancho de la nación, aunque con intereses distintos a los que impulsaron al político tabasqueño en la ciudad de México, son parte mínima de las formas de gobierno con que López Obrador obligó a las administraciones a desviar el rumbo que les marcaba el galope frenético del mercado.
Para López Obrador no ha habido descanso. Contar las horas, los días que les ha dado a esas interminables giras por todos los poblados del país parece tarea imposible. Hacer la suma de los mítines multitudinarios, inigualables, como los del Zócalo, en el Distrito Federal, o los realizados en algunas poblaciones donde nunca había puesto el pie un político de alcances nacionales son las formas que él se impuso para demostrar el tamaño de su compromiso por la lucha en favor de la justicia, en todas sus formas.
Pero sobre todo ahora que los millones de pesos se pasean impunes por los amplios corredores de la corrupción política del país, su honestidad, pecado del que no han podido acusarlo sus detractores, aunque le han llamado necio
, intolerante
y hasta loco
, se mantiene sin mancha.
De cualquier forma la calumnia no lo ha podido enfermar; ha sido el trabajo el que lo ha llevado a un descanso obligatorio del que muy pronto saldrá para seguir la lucha que se inició ayer en el Senado y que es preocupación de millones de mexicanos.
Y no es para menos. Cada una de las privatizaciones que han permitido los gobiernos del PRI y del PAN ha creado señores multimillonarios, y de la misma forma, al uno por millón, gente empobrecida. Lo peor es que, mientras la formas de gobierno que sólo dan cabida al pensamiento del mercado feroz siga entronizado, no habrá fuerza que cambie el rumbo que hasta ahora sigue México.
Ya no hay nada más que vender; al país lo han rematado en trozos, hasta el viento que, por ejemplo, en Oaxaca ya tiene dueño. Y eso no es, de ninguna manera, lo que quiere la gente de México; por eso habrá que levantar, ahora sí, un inmenso muro donde se pueda inscribir en él el nombre y el partido de cada uno de esos representantes del pueblo
, que en uso de sus facultades y su amor por la patria vendieron su riqueza natural. ¡Qué barbaridad!
De pasadita
Miguel Ángel Mancera habrá de presentar una especie de informe, al final del año, de su gestión al frente del Gobierno del Distrito Federal. Lo hará en el Auditorio Nacional y seguramente tendrá que destacar a algunos de los miembros de su gabinete que han servido de apoyo a su administración. Desarrollo Social lleva, desde luego, el primer lugar. No se puede dejar de lado a la Secretaría de Salud, que con grandes esfuerzos ha laborado en una área de tan alta importancia.
Habrá de mencionar también el trabajo de la Secretaría de Gobierno, que ha logrado, hasta el momento, sortear con éxito las dificultades que le ha presentado el mal gobierno federal, por el que las calles de esta ciudad se llenan de manifestantes. Pero Mancera también deberá tener en cuenta que la ciudadanía no sabe con certeza qué es lo que hacen algunos otros miembros de su gabinete, a los que seguramente les tiene reservados algunos jalones de oreja. Bueno, eso creemos.