En la séptima corrida, intensa emoción en la plaza con el regreso del toro auténtico
Por gran faena Arturo Saldívar apenas es llamado al tercio
Diego Silveti deja ir el triunfo
Lunes 2 de diciembre de 2013, p. a43
Por fin la empresa de la Plaza México tuvo elementos para promover su espectáculo, es decir, auténticos toros con edad y trapío y no su caricatura, y tres jóvenes mexicanos triunfadores de la plaza de Las Ventas y de las principales plazas de nuestro país.
Vaya, lo que debería ser norma y congruencia con el espectáculo taurino a los promotores se les volvió excepción pero el franciscano público, que todavía siente cuando no le toman el pelo y percibe que hay una terna competitiva, acudió al enorme coso para hacer casi tres cuartos de entrada.
En la séptima corrida de la temporada menos chica 2013-14 y segunda exclusivamente con toreros mexicanos hicieron el paseíllo Joselito Adame (47 corridas este año, 24 de éstas en España, la mayoría en plazas modestas luego de sus hombradas en Las Ventas), Arturo Saldívar (32 tardes, 26 en México y sólo 6 en ruedos españoles no obstante su importante triunfo de Madrid), y Diego Silveti (37 actuaciones, 21 en su país, 14 en España, 3 en Francia y una en Venezuela), para lidiar una corrida con edad y trapío del hierro queretano de Barralva, si bien del encaste español Parladé.
Con Curioso, muy bien armado como el resto de sus hermanos, aplaudido de salida como si fuera un toro marciano y no la base habitual de las corridas, Joselito Adame corroboró que en él hay una figura internacional en cierne en la medida en que la tauromafia internacional apueste por la urgente renovación de cuadros toreros y valore la gran actitud y variadas aptitudes de diestros como este Adame.
Tras recargar el astado en un puyazo Joselito quitó por chicuelinas y revolera y Héctor Rojas salió al tercio por dos lucidos cuarteos. Empezó su faena en tablas por alto y comprobó que el recorrido repetidor del toro no correspondía a su embestida, clara pero sin humillar, pero fue tan imperiosa su muleta que sin preámbulos se puso a embarcarlo en mandonas tandas por ambos lados. Al final, en una manoletina, el toro lo prendió violentamente y lo lanzó por los aires, estando el torero en un tris de que al caer fuera corneado en el pecho. Con una casta para dar y prestar, Joselito se fue tras la espada y dejó un estoconazo que hizo rodar sin puntilla. Recibió dos orejas y la aceptación unánime de un público medio harto de tanta simulación. Con su manso y soso segundo hizo lo que había que hacer.
Arturo Saldívar estuvo enorme con su primero, Farolero II, que echó la cara arriba en el puyazo y empezó soseando pero Arturo, con una idea muy clara de su tauromaquia y una solvencia privilegiada, logró encelar al astado en derechazos y naturales que parecían imposibles, al grado de ocultar lo deslucido del de Barralva con su sentido de la colocación y su serena temeridad. Tras ajustadas bernadinas dejó un pinchazo arriba que fue aplaudido y una estocada entera. Lo que en una plaza más habituada a ver faenas con fondo hubiera sido una clamorosa vuelta al ruedo aquí quedó en salida al tercio. Su segundo se rajó a media faena, lo que no impidió que Saldívar volviera a demostrar su estatura y su potencial.
Diego Silveti se topó con el mejor toro de la tarde, Farolero, que tras el puyazo llegó a la muleta con una embestida codiciosa y noble, muy bien aprovechada por el torero, hasta que se puso a pinchar, que si no…