Carlos Arruza
í, estaban locos.
Pero no tanto.
Aquella tarde, Carlos alcanzó uno de los más sonados triunfos de su carrera; el público estaba consciente de que aquellos toros tenían peligro: edad, bien armados y enteros
, y ya que en Portugal no se pica a los astados, aquello iba muy en serio. Por fortuna, los astados salieron buenos, pero sobradamente codiciosos. En el primero, nuestro biografiado quiso reponer algo de terreno, pero el morito no se le despegaba, así que no tuvo más remedio que muletear sin descanso. En tanto, el público no cesaba de ovacionar y jalear y, de pronto, ahí va el matador por los aires; éste se vio la taleguilla con algo de sangre, producto de un puntazo y, encorajinado, se fue al toro.
Así era él.
Tal y como hemos señalado, en Portugal no se mata a los toros, sino que la suerte suprema se señala con una banderilla, y de esa forma Arruza se entregó simulando un volapié y aquello fue el delirio. Vueltas al ruedo, los aficionados que no cesaban de aplaudir y el matador por allá, en las nubes, dándole las gracias a su Apoderada
por aquel sonado triunfo.
Y no fue todo.
Hubo más.
En su segundo, el refrendo
vino con las banderillas, suerte que mucho gusta por aquellas latitudes, y baste decir que fueron siete los colosales pares en todo lo alto de un auténtico toro.
Fue la locura.
Carlos mismo llegó a confesar que jamás olvidó aquella tarde en la que pisó los dinteles de la gloria.
Por su parte, Manolo también mostró sus credenciales: se remontó en uno de sus enemigos y juntos, los dos hermanos, dieron varias vueltas al redondel, mientras la enardecida multitud se negaba a abandonar el coso.
Locura colectiva.
***
Nuevo(s) contrato(s).
Entre que periódicos y estaciones de radio no cesaban de alabarlos y la afición exigía volver a verlos, los contrataron para el siguiente domingo y a un dinero que les pareció un titipuchal, aunque una vez que hicieron sus cuentas y lo tradujeron a pesos mexicanos, ya no fue tanto, pero de todas maneras era una lana que nunca habían percibido.
Para su segunda fecha se les anunció con el entonces novillero postín de España, Rafael Ortega Gallito, por lo que se agotaron los boletos, y con unos bureles menos aparatosos que los del domingo anterior, los fratelos volvieron a repetir hazañas y felices estaban con tantas muestras de cariño y de felicitaciones sin cuento, y más lo estuvieron al enterarse de que los estaban esperando ¡cinco empresarios de otras tantas plazas! Pronto se ajustaron las fechas, evitando empalmarlas para no crear un conflicto.
En tanto llegaban los días, invitaciones a distintos tentaderos no les faltaban, más bien les sobraban, multiplicándose las atenciones que les llovían.
Una vez cumplidas las fechas, Manolo decidió irse a probar fortuna a España, lo que bien podía hacer por haber nacido en la Iberia. Carlos se sentía muy solo, extrañaba mucho al hermano, pero, de pronto, encontró valiosas compañías, ya que por ahí andaban El Soldado, Carnicerito de México, Armillita y Silverio.
Nada más y nada menos.
***
Poco después se organizó un festejo mixto, nocturno, del cual, por varios años se siguió hablando.
En el cartel figuraban el rejoneador Nuncio, Carnicerito de México, Silverio Pérez y Carlos Arruza con un encastado encierro de Pinto Barreiro.
El caballista y los matadores eligieron los mejor presentados y a Carlos le dejaron los dos más feos. Desde el comienzo todo fue una continua locura. Nuncio estuvo realmente colosal; Carnicerito, con valentía y arrojo, convirtió los tendidos en una caldera en ebullición; Silverio, con su hondura y su arte de ensueño, se sublimó, al grado de provocar ya no olés, sino alaridos de emoción, y a Carlos, su primer novillo, que de tan feo parecía que no habría de embestir, le fue bravo y noble, y también la formó en grande y otro tanto aconteció en su segundo, al que después de una voltereta le hizo lo que le dio la gana, recibiendo, una vez más, el espaldarazo de la afición y de la prensa, que lo ponían por las nubes, al igual que a sus alternantes.
Ay, la nostalgia…
***
¡Corte ya!
Tan emocionados que estábamos…Y cortamos.
(AAB)