o hubo sorpresas. La candidata de Nueva Mayoría, ex Concertación, Michelle Bachelet, obtuvo la primera mayoría relativa, (46.75 por ciento), insuficiente para ser elegida en primera vuelta, teniendo que volver a presentarse el 15 de diciembre con la representante de la derecha pinochetista, Evelyn Matthei, segunda mayoría relativa. Entre ambas aspirantes hay una horquilla porcentual de 22 puntos. En el camino quedaron cuatro representantes de la izquierda anti-binominal, partidarios de convocar una asamblea constituyente. Esa izquierda no obtuvo más de 15 por ciento. Pero en un sistema proporcional equilibrado, Marco Enrique Ominami y su coalición: Si tu quieres, Chile cambia
, hubiese obtenido seis diputados; el pacto “nueva Constitución para Chile (igualdad y ecologistas) tres y el Partido Humanista cuatro.
Lo llamativo ha sido el porcentaje de quienes decidieron no acudir a votar. De un total de 13 millones de ciudadanos convocados concurrieron escasamente 6 millones, poniendo de manifiesto el grado de desafección y la falta de credibilidad en un sistema electoral espurio que impide una representación de las voluntades políticas presentes en la vida pública chilena. La abstención superó 50 por ciento. Y si el sistema binominal dañó a la izquierda, otros tres candidatos de la derecha también se han visto perjudicados.
Si no hay muchas novedades, Michelle Bachelet será relegida en segunda vuelta. Y para ello no necesita nuevas alianzas. Quienes apoyaban a la antigua Concertación en el momento crucial hoy están en sus filas, como el Partido Comunista. Si bien Bachelet ha buscado lavar su cara neoliberal y reinventarse, sus consejeros y equipo económico, salvo excepciones, repiten, compartiendo el ideario social-liberal. Por otro lado, la composición del nuevo Parlamento, ambas cámaras, diputados y senadores, le impide cumplir sus promesas realizadas al partido comunista, tratando de mostrar un giro a la izquierda
.
Salvo cambios de última hora, Nueva Mayoría, coalición de Bachelet, obtuvo mayoría simple, Concertación, PC e independientes suman 71 diputados de 120. De ellos, seis pertenecen al Partido Comunista y otros cuatro son independientes, aliados a Nueva Mayoría. El resto son demócrata-cristianos, socialistas, del Partido por la Democracia y del Socialdemócrata radical. En el Senado sus fuerzas suman 21 de un total de 38 escaños.
En Chile, Pinochet y la derecha hicieron una política de amarre que impide cualquier reforma estructural sin tener las 3/5 partes de los parlamentarios. Entre ellas, por ejemplo, derogar la ley de amnistía e impunidad por crímenes de lesa humanidad, modificar la ley electoral binominal, desprenderse de la ley antiterrorista de 1982 o reducir la autonomía de las fuerzas armadas para nombrar sus comandantes en jefe.
Veamos algunos casos concretos. La reforma constitucional requiere una mayoría de dos tercios, 80 diputados y 26 senadores. Bachelet y su coalición no han logrado esta cifra. Así es imposible convocar a una asamblea constituyente. Por otro lado, la reforma electoral, verdadero nudo gordiano del régimen, necesita contar con las tres quintas partes, es decir, 72 diputados y 23 senadores, otro imposible. Y en cuanto a la tan cacareada promesa de reforma educacional, debe aunar un total de 69 diputados y 22 senadores. En este caso, podría llegar a conseguir acuerdos puntuales, pero nuevamente nada garantiza que su contenido sea muy diferente del imperante en la actualidad, siendo un handicap para los cuatro flamantes diputados provenientes del movimiento estudiantil: Camila Vallejo y Karol Cariola, dirigentes estudiantiles del Partido Comunista, y Giorgio Jackson y Gabriel Boris, independientes. Ahora tendrán un Congreso poco receptivo a proponer reformas en el sistema educativo que cambien la doctrina neoliberal que le caracteriza.
Con Bachelet en La Moneda habrá más de lo mismo. La única reforma que podrá encarar, su mayoría simple lo permite, es la fiscal, de importancia básica; la duda razonable entra en escena. Chile, el país más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, debe emprender cambios profundos en la estructura impositiva; sin embargo, tiene poco margen de negociación y entre sus filas no hay acuerdo. Por otro lado, los conflictos étnicos y el genocidio del pueblo mapuche, reprimido, perseguido y expulsado de sus tierras, parece no sufrir modificaciones, mientras no se le reconozca su condición de pueblo originario.
El Partido Comunista, que lleva décadas de lucha criticando los gobiernos de la Concertación, denunciando la corrupción, la impunidad y el déficit de una Constitución antidemocrática, no podrá satisfacer a su electorado hipotecando su futuro. En este contexto, los conflictos se agudizarán en una sociedad excluyente y represiva, sin libertad de prensa y con enormes déficits democráticos. Bachelet seguramente se enrocará. Eso dará lugar no sólo a su muerte política, sino a la emergencia de una alternativa democrática en la mejor tradición del pensamiento socialista de Salvador Allende.