Opinión
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Los traumas del PRD
L

o ocurrido en el pasado congreso del partido del sol azteca, muestra con toda desnudez la naturaleza antidemocrática de esa organización y, también y desde cualquier punto de vista que se le vea, lo lejos que se ha colocado respecto del proyecto partidista que le dio origen. En primer lugar, aparece claro que ya no es un partido de militantes, sino un amasijo corporativista de grupos, corrientes y tribus que se disputan ferozmente el poder interno y se lo dividen o lo comparten muy por encima de sus militantes.

Concebido como la más alta instancia de deliberación democrática, tal y como está en los estatutos del partido, el congreso simple y sencillamente no pudo funcionar para nada. Los delegados desempeñaron un papel de simples espectadores, hacían como que discutían y decidían, para encontrarse después que ninguna propuesta venida de abajo podía pasar. Los jefes de corrientes instalaron, anti estatutariamente, un grupo cúpula de decisión, integrado sólo por ellos o sus contlapaches, en el que se ponían de acuerdo y negociaban, para luego llevar al pleno lo que habían acordado.

Hubo momentos de verdad risibles. A un cierto punto, cuando se aprobó la reelección de los ex presidentes, por un periodo y mediando tres años, todos los congresistas empezaron a corear el nombre de Cuauhtémoc Cárdenas. Luego el propio Cárdenas se dio cuenta de que ser un dirigente de unidad en medio de la dispersión del partido y, acaso, observando el peso de las corrientes, era una utopía y, prácticamente, se hizo a un lado, deseando que otros recibieran la oportunidad.

Hubo otra ocasión en que, habiendo exigido aisladamente que el partido saliera del Pacto por México, los delegados se desbordaron en gritos coreando de igual manera que esa exigencia se cumpliera. A la hora de la verdad, empero, las cúpulas del partido cocinaron en su pequeña mesa de acuerdos un resolutivo en que la mayoría de las corrientes (incluida la de Bejarano) se manifestó de acuerdo con el Pacto y en la plenaria ni siquiera hubo debate y se aprobó casi sin oposición. Alejandro Encinas casi no lo podía creer y así lo manifestó.

Pudo haberse entrado en el mérito del Pacto, discutiendo sus contenidos y debatiendo cuáles demandas propias del PRD podían ser impulsadas y planteando una posición de principios. Pero no hubo nada de eso. Es probable que muchos delegados ni siquiera estuvieran informados de los puntos que comprende el acuerdo de los partidos con el gobierno. Simplemente se discutió a bulto si se permanecía o no en el Pacto. La aprobación fue casi unánime. Con el resultado de que nadie salió del congreso sabiendo lo que había aprobado.

Lo más extraño ocurrió días después del congreso perredista. El jueves pasado, en una conferencia de prensa que Jesús Zambrano convocó en el Senado, anunció, sin medios términos, que el PRD salía del Pacto porque, según dijo, el PRI y el PAN estaban negociando en los obscuro la reforma energética y eso su partido no lo podía permitir. Creo que para todos fue una sorpresa el que, primero, en el congreso se barriera con quienes postulaban la salida del Pacto y, luego, se anunciara que se salía del mismo.

Se supone que si era un acuerdo del congreso, logrado casi por unanimidad, tenía, como suele decirse, fuerza de ley. No era un acuerdo cualquiera. Puede decirse que, sin tener la autoridad suficiente, el dirigente del PRD y quienes le hacen compañía al decidir, de la noche a la mañana, que el partido dejaba de estar en el Pacto, actuaron en contra del mayor resolutivo de su congreso. En todo caso, el pretexto es ridículo. Ya desde antes de que iniciara el congreso se sabía por el destape que, en su momento, hizo The Wall Street Journal, que prirístas y panistas estaban negociando por su cuenta el destino de la reforma energética.

Nadie podría explicar el proceder del grupo de los chuchos. Si uno examina con detenimiento todas y cada una de sus posiciones o de sus pronunciamientos, encuentra que no tienen ninguna idea al respecto; no es un grupo de ideales. Es un grupo de intereses muy particulares y muy obscuros. Se han hecho del botín del PRD y lo han empleado para hacerse de una amplia clientela entre la membresía del partido. Se han vuelto hegemónicos (fue una pena ver navegar a Cárdenas y a Ebrard en un mar de pandilleros oportunistas y descreídos, ellos solos y sus almas) e imponen su voluntad.

Condujeron el congreso perredista como más les convino y lo obligaron a tomar los acuerdos que ellos quisieron. La sumisión que las huestes de Bejarano demostraron es prueba de la total hegemonía de los chuchos. Se supondría que, por lo menos, estarían dispuestos a sostener y defender los acuerdos de su congreso. Pero resulta que todo está pasando como si no hubiera habido congreso ni nada los obligara a nada. Congreso o no congreso el PRD está ya fuera del Pacto. ¿Qué es lo que buscan? ¿Por qué este sorpresivo retiro del Pacto?

Podríamos decir que la militancia del partido tiene el derecho a saber por qué se está actuando de ese modo; pero hay que decir que los ciudadanos también tienen derecho a saber por qué se hacen las cosas o se les explique cuáles son las razones de ello. No puede suponerse que Ortega y Zambrano no supieran nada de los enjuagues que se han traído siempre priístas y panistas cobre la cuestión energética. El Journal sólo le puso letra a lo que todo el mundo sabía. Era un secreto a voces y sólo salió a la luz.

¿Puede alguien, por lo demás, decir con precisión cuál es la postura de los chuchos sobre el petróleo? En esa materia, sencillamente, se entregaron a Cárdenas y dejaron que él les formulara su programa energético, el cual han apoyado sin discusión alguna y respetando siempre la voluntad muy particular del ingeniero. A ellos el tema no les ha interesado nunca ni entienden de qué se trata. Sólo saben que es un asunto de la máxima importancia sobre el que hay que tener un pronunciamiento definido.

Su posición, oportunista y logrera ante las reformas promovidas por Peña Nieto los pinta de cuerpo entero. Siempre buscan presentarse como coautores de las reformas en virtud de su pertenencia al Pacto por México. Ellos dicen, por ejemplo, que la reforma hacendaria fue un logro suyo. Luego se descubre que no fueron otra cosa que simples fautores, simples facilitadores de la obra de Peña Nieto. Por eso es importante saber qué hay detrás de su decisión de abandonar el Pacto, cosa que, además, se antoja pasajera y que está sujeta a un buen arreglo de cuentas.

Otro que anduvo perdido en el congreso fue Marcelo Ebrard. Su propuesta de que sea una consulta a las bases partidarias la que decida quién será el presidente del partido ni siquiera de tomó en cuenta. El ex jefe de Gobierno del DF amenazó con impugnar legalmente los resolutivos del congreso. No se ha sabido mucho al respecto, pero Ebrard tiene mucha tela de donde cortar dadas las numerosas irregularidades estatutarias en que se incurrió en el evento. De llegar a prosperar su reclamo, el congreso sería declarado nulo.