l tercer pleno del decimoctavo congreso del Partido Comunista chino será recordado siempre por la nueva oleada de reformas económicas que aprobó. Esta nueva serie de reformas es comparable a las que introdujo el partido en 1979 bajo la autoridad del entonces primer secretario Deng Xiaoping. Aquellas transformaciones abrieron las puertas del espacio económico chino a la inversión extranjera orientada hacia el mercado internacional. Las reformas de esta sesión plenaria tienen objetivos distintos.
Las reformas de 1979 establecieron una mezcla de regulación a través de planes quinquenales y del mercado que buscaba llegar a algo que podría describirse como ‘socialismo de mercado’. Las reformas se concentraron en transformaciones en las empresas del Estado, cambios en la operación de las finanzas, los impuestos, la determinación de precios y el comercio exterior. Para las empresas públicas se introdujeron cambios en materia de retención de utilidades, bonos de desempeño económico y excedentes por arriba de las cuotas fijadas en los planes quinquenales. A partir de 1984-86 la transferencia de utilidades fue remplazada con impuestos sobre las ganancias y muchas empresas públicas pudieron comenzar a vender sus excedentes (sobre las cuotas de los planes quinquenales) en el mercado libre. Entre 1987-92 se introdujo un nuevo sistema de contratos de responsabilidad y en 1993 se otorgó a las empresas públicas un mayor tango de autonomía. La cultura de desempeño económico ha sido interiorizada a todo lo largo de la jerarquía de las empresas públicas y el empleo de presupuestos internos se ha generalizado.
Otro grupo de reformas permitió la inversión extranjera directa (IED) en múltiples ramas de la industria. Pero la IED estuvo orientada primordialmente hacia el mercado externo y sólo una fracción de la producción se pudo dirigir hacia el mercado doméstico. Las zonas económicas exclusivas se convirtieron en un lugar de intercambio de tecnología por mano de obra barata. En este gigantesco esquema de división internacional de trabajo China logró adquirir una enorme base exportadora en muy poco tiempo, mientras que las corporaciones occidentales (en especial, estadunidenses) se allegaron de una enorme dotación de mano de obra barata y así pudieron escapar de las restricciones que venían experimentando en sus propias economías. La desindustrialización en buena parte de Estados Unidos y algo de Europa es consecuencia de este proceso.
Hoy los cambios que se ven en el horizonte son mucho más profundos. Se trata de abrir el mercado doméstico a la inversión extranjera. Esto implica una transformación radical en la economía que se viene encima a gran velocidad. China y la Unión Europea están en negociaciones sobre un posible acuerdo bilateral de inversiones. Las reformas también serían una respuesta de Pekín al acuerdo-transpacífico que promueve Estados Unidos.
Aquí en este Pekín helado todos saben que la primera oleada de reformas estuvo relacionada con los cambios que no era difícil llevar a cabo y para los cuales no había demasiada oposición. Hoy las reformas dirigidas a abrir el mercado doméstico serán más difíciles de instrumentar. Las empresas públicas que operan en la economía china tendrán que enfrentar la competencia de empresas extranjeras y de sus subsidiarias. Aquí es donde las cosas se pondrán complicadas: habrá ajustes y ramas enteras desaparecerán. En China hay muchas industrias crepusculares que están sentadas en barreras artificiales que les brindan protección, pero tan pronto entre la competencia se derrumbarán como casuchas de tres palos. También es probable que el comité de reformas en el PCCh promueva la privatización de varias industrias y hasta obras de infraestructura.
El otro gran sector que será impactado por las reformas es el financiero. El saneamiento de los bancos es una tarea urgente para enfrentar el cambio estructural que se llevará a cabo. Además, la liberalización e la cuenta de capital es indispensable si Beijing quiere proyectar el renminbi como moneda de reserva a escala global. En los últimos años Pekín ha multiplicado sus acuerdos de swaps de divisas con numerosos países, señal inequívoca de que la jerarquía está consciente de la transformación que se está operando en la economía mundial. Todo eso requiere de una reforma financiera más profunda como parte de la desregulación del sistema financiero que ahora se anuncia con mayor fuerza. Pero el capital financiero puede convertirse en un dragón que ni siquiera China logre controlar.
Si la primera ola de reformas ofreció a las compañías trasnacionales mano de obra barata en oferta casi ilimitada, la segunda oleada promete entregar además un mercado gigantesco. Deng Xiaoping, uno de los principales arquitectos de las reformas económicas en China, afirmó en una ocasión que la pobreza no es el socialismo
. La jerarquía del Partido Comunista chino deberá vigilar que la vía capitalista bajo el neoliberalismo no termine por devorar lo que quede del camino chino hacia el socialismo.
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