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A la Mitad del Foro

Maniobras de mercaderes

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Ayer continuaron los trabajos en las mesas de debate en el Congreso nacional ordinario del Partido de la Revolución Democrática que se realiza en Oaxtepec, MorelosFoto José Antonio López
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amañito así, el coordinador de los senadores panistas, ensayó poses de Catón silvestre. Con inciertos reflejos del centralismo autoritario del priato en sus eras de remover gobernadores con apoyo en la norma constitucional: pidió desaparecer los poderes de Michoacán. No reconocer que han desaparecido y en consecuencia designar un gobernador interino para que convoque a elecciones. Atención, la norma dice poderes, los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Así que no se trata tan sólo de remover al recién reincorporado Fausto Vallejo sino a los diputados locales del flamante sistema plural de partidos; de magistrados y jueces, ni hablar. El pobrecito líder designado por Gustavo Madero podría imaginarse capaz de imitar el despido colectivo, con el que Ernesto Zedillo dejó a la República sin un solo magistrado de la Suprema Corte durante largos días.

Golpe de estado sea cual fuere la temporalidad. No es el caso del lamentable llamado del coordinador, cuyo nombre me niego a recordar, quien llamó a pedir la desaparición de poderes de estado de la República federal, a lo que añadió la sinrazón de pedir la intervención presidencial para decretarla, o dictar una ley que permita el imperio del absurdo. Ni en los años de la fantasiosa teoría del péndulo sexenal, en los que hubo quien defenestrara decenas y hasta docenas de gobernadores con el voto aprobatorio inmediato de los legisladores del partido hegemónico, del de la ensoñación de poder eterno, contratara de la brega de eternidad panista. Adolfo Ruiz Cortines prácticamente pidió baraja nueva. Y la obtuvo. Otros antes del veracruzano y otros después.

Tantos y de tan poco republicana manera que Jesús Reyes Heroles logró la aprobación de una reforma para evitar que la declaración de haberse dado la desaparición de poderes en algún estado, ya no podría hacerse por la comisión permanente, sino que se tendría que llamar a un periodo extraordinario de sesiones para que el Congreso dictaminará y resolviera. Confiaba el tuxpeño que eso reduciría los abusos, los atropellos de las soberanías estatales. Y efectivamente, desde ese momento no hubo un solo caso formal de declaración de desaparición de poderes. El tlatoani de Los Pinos simplemente le mandaba decir o le decía al gobernador indiciado que solicitara licencia. Y la pedían, tan faltos de dignidad y de respeto al mandato de sus paisanos que, tras la humillación inicial, se presentaban cada año a renovar la solicitud de licencia. Así, Carlos Salinas cambió de gobernador en 14 o 15 estados.

Pero ni al gatopardo pudo ocurrírsele que los leguleyos panistas del sistema plural de partidos invocarían al titular del Ejecutivo: Ave César, los que nos vamos a relegir te saludamos. Se desmorona el partido que sacó al PRI de Los Pinos. Ernesto Cordero se proclama aspirante legítimo a vestir la piel del hermano lobo; Josefina Vázquez Mota vuelve del retiro espiritual al frente de un cortejo de antiguos gobernadores. En las fotografías del instante del dislate del conductor despistado, el senador Gil, abogado, sinaloense y jefe de campaña presidencial de doña Josefina, fingía no escuchar. Pero su silencio aprobaba el atropello a la función senatorial. Del Don Roque poblano, ni hablar.

Asunto menor, de chismes, como el grito de alarma a destiempo que lanzó la senadora Luisa María Calderón, para denunciar a los templarios michoacanos. Oí decir: Cuando Calderón nos declaró la guerra y supe quiénes eran, dijo la hermana del que envía ordenes por Twister al canciller Meade. Finge amnesia el del ostracismo voluntario. El poder de un presidente dura seis años, ni un segundo más: ayer, poderoso fui; ahora, ni sombra soy. Michoacán es tierra de nadie, de violencia y muerte, de bandidos y mercenarios que disputan a balazos el control de territorios, de la producción limonera y de aguacates, de cuotas y alcabalas en los caminos, cohechos y trabajos forzados, esclavitud en la tierra de José María Morelos, de Melchor Ocampo; donde dictó cátedra Miguel Hidalgo. No impera la ley, sino la violencia y el caos criminal.

Pero nada resuelve el disparate del manifiesto panista en el Senado; el sonido y la furia en voces de ilotas que piden una ley para ejercer funciones que ya les señala expresamente la norma. Con razón atribuyen el escándalo a la intención de tender un velo sobre lo dicho por militantes de su propio partido que acusan a Alberto Villarreal, coordinador de la fracción panista de la Cámara de Diputados, de cobrar un diezmo, de quedarse con una tajada de los recursos asignados a municipios gobernados por el PAN. Marchan para atrás y los acompañan, de ladito, pero a paso de cangrejos, los priístas que volvieron a la cultura de la línea, que supieron adaptarse al obligado concierto y adoptaron el método del pacto. Pero cuyos dirigentes, con el mexiquense Camacho a la cabeza, no saben si van o vienen.

En Insurgentes Norte se enteran de lo que ya pasó. Ni siquiera habían pergeñado un par de frases para justificar por qué no habría desfile conmemorativo de la Revolución el 20 de noviembre, cuando tienen que hacer declaraciones de banqueta en plena marcha de cadetes, al paso de los aviones de la Fuerza Aérea que sobrevuelan el Zócalo. Eso sí, funcionaros civiles y dirigentes del partido, atentos a las palabras presidenciales y a las voces marciales en la ceremonia de ascensos y recompensas. El de la Revolución es el rumbo, dijo Enrique Peña Nieto. Hay opinión pública y la opinión publicada que desdeñan los que hacen como que hacen política, sirve para recordarles la terca realidad, que un pueblo sin memoria no tiene rumbo.

Dirán que los tropiezos, ajustes y aclaraciones de última hora, se deben a la desaforada tarea de acordar pactar y sumar los votos necesarios para aprobar las reformas declaradas prioridad absoluta para la restauración de la eficacia del gobierno y el crecimiento económico, sin el cual no habrá creación de empleos ni respuesta a la desigualdad que nos conduce al abismo. Pero los tropiezos declarativos, en voz de Miguel Ángel Osorio Chong, siembran desconcierto donde la certidumbre es indispensable para no desconfiar cuando está en juego el estado de Derecho. Y la admiración por el discurso articulado de Luis Videgaray, los elogios a la conjunción de tecnócrata y operador político, se diluyen ante las previsiones de crecimiento del PIB reducidas hasta menos de uno por ciento. Pero ya no son cifras negativas; se acabó la amenaza de recesión, declara el gobernador del Banco de México.

La transición congelada en régimen nonato, pareció liberarse de dar vueltas a la noria. El PRD se dijo izquierda moderna, pactó y se incorporó al ejercicio del poder. Sin mayoría absoluta, la concertación es la única manera de hacer efectivo el cambio. Pero no es fácil acordar una reforma que parece contraria a las convicciones ideológicas que hacen un partido, que lo ubican en la izquierda o la derecha de la topografía política. En Oaxtepec, Morelos, encontraron voz con autoridad moral: Cuauhtémoc Cárdenas. Y su negativa a retomar el mando formal del partido, obliga al PRD a definirse.

En la foto: el reflejo enloquecedor de la política en implosión, mezcla mágica de las grandes ambiciones y la pequeñez de los que persiguen el poder por el poder mismo. En un extremo, Manuel Camacho Solís y al otro lado de Cuauhtémoc Cárdenas y Jesús Zambrano, tres gobernadores, juego de abalorios de la pluralidad que se hace una: Graco Ramírez, Ángel Aguirre y Gabino Cué.

Hoy, el Zócalo es territorio de Morena. Lo demás, quién sabe.