esde hace tiempo Elena Poniatowska merecía el Premio Cervantes. Tan activa hoy como cuando tenía 20 años, ha logrado compaginar el trabajo literario con el periodismo y ha hecho que se alimenten uno a otro. Su talento logró sacar a las mujeres de las secciones femeninas
a las que eran confinadas por las publicaciones de entonces y las llevó a la primera plana.
El título de sus entrevistas reunidas es elocuente: Todo México. Hizo de este género antes desdeñado un ejercicio ejemplar, a medias drama, a medias retrato. La noche de Tlatelolco es una tragedia coral y el libro clásico sobre la matanza del 2 de octubre de 1968. Hasta no verte, Jesús mío inaugura para México la novela sin ficción y es el gran testimonio de vida, una existencia que resume la del país entero. Renueva la novela corta con Querido Diego, te abraza Quiela, un breve libro demoledor sobre el precio que pagan algunas mujeres por el éxito de quienes han sido sus compañeros.
Si el arte, según Picasso, es una mentira que sirve para decir la verdad, muchos libros de Elena Poniatowska son ficciones que nos permiten entender las más hirientes realidades mexicanas. Por otra parte, en su conducta civil Elena Poniatowska es una mujer muy valiente que no ha temido pagar el precio de sus convicciones.
Del grupo sin grupo de los amigos que comenzamos hace más de medio siglo en las revistas de Fernando Benítez, se han ido Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis. Quedamos Elena Poniatowska, Sergio Pitol y yo que en modo alguno pretendo compararme con ellos.
Noviembre 19 de 2013