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Bajo la Lupa

Tecnofobia y miseria de la contrarreforma energética Peña/Videgaray/Aspe

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Recolección de firmas en defensa del petróleo, durante la movilización perredista el domingo pasado en el ZócaloFoto Cristina Rodríguez
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omo argumento nodal para privatizar Pemex, se ha desatado una incontinencia cacofónica sobre el término competitividad por la masiva propaganda de la fauna neoliberal, curiosamente, de parte de sus sectores más incompetentes, subsidiados indirectamente por la proclividad sectaria de la Secretaría de Hacienda bajo control del entreguista ITAM desde hace varios lustros (Aspe, Carstens, Gil Díaz, Cordero, Meade y Videgaray).

La fijación catatónica por el término competitividad carece de sustento cuando, según el ranking del Foro Económico Mundial, el “México neoliberal itamita” siguió desplomándose dos lugares más para ubicarse lastimosamente en el sitio 55 (http://www.weforum.org/issues/global-competitiveness ).

La inexistente competitividad es expectorada por la pléyade del bucanero Instituto (sic) México (sic) que dirige insólitamente el británico Duncan Wood.

La incompetencia de la kakistocracia (el gobierno de los peores) del México neoliberal itamita, aplicada a la actividad productiva del sector privado, es mucho peor cuando se enfoca exclusivamente al rubro de los hidrocarburos.

Hasta la revista británica interesada en la expropiación financierista de Pemex, The Economist –vinculada a los banqueros Rothschild, a su presunto hombre de paja, el megaespeculador George Soros, y a sus intereses en BP y Scotiabank, entre otros megabancos–, confiesa que las empresas privadas de México –en especial, las 10 magníficas expuestas para quedarse con el petróleo convencional de Pemex (ver Bajo la Lupa, 3/11/13)– no son competitivas a escala global, ya no se diga a nivel regional (Norteamérica) ni siquiera local (frente al mismo Pemex).

Perturba la profunda brecha entre el decimocuarto lugar mundial del PIB de México (que se desplomó cuatro lugares con el panista Calderón) y el raquítico sitio 55 en competitividad, lo cual expresa su consustancial ineficiencia que desnuda la ausencia de valor agregado y el abandono de la innovación tecnológica (podada en 17 por ciento en el nuevo presupuesto).

En su fase presente y dada la coyuntura, sería suicida la apertura competitiva de Pemex frente a las grandes petroleras anglosajonas (ExxonMobil, Chevron, Shell y BP) asignadas de antemano para expropiar por la vía financierista las aguas profundas del Golfo de México.

Surge un axioma inalienable: Pemex NO es competitiva frente a las cuatro petroleras anglosajonas, específicamente en exploración y producción de las aguas profundas, por lo que su irreflexiva apertura significa su entrega deliberada a los intereses mercaderes anglosajones, al carecer del know how, la expertise y la tecnología apropiada by the time being, ya no se diga de una banca nacional de inversiones ex profeso.

¿Por qué tanta prisa entreguista en las aguas profundas del Golfo de México para beneficiar exclusivamente a las petroleras anglosajonas?

Se han gestado aberrantes paradojas: hoy se produce menos petróleo pero se gana mucho más, mientras la gasolina y la electricidad siguen subiendo.

Quienes pregonan hoy la privatización de Pemex, vía la inasible competitividad, son los mismos fracasados de ayer que han cometido error tras error y se atreven todavía a pontificar a partir de su disfuncionalidad.

La privatización de los hidrocarburos se inició subrepticiamente con los panistas Fox y Calderón en el rubro del gas, entregado a las mediocres empresas españolas, lo cual ha sido una soberana catástrofe, a grado tal que requerirá el año entrante un subsidio por casi 2 mil millones de dólares a cuenta del Estado.

¿De que sirvió privatizar el gas, uno de los peores fracasos poco publicitados del PAN, hoy desbocado en su frenesí privatizador de Pemex?

¿De que sirvió que el PAN haya comprado casi 10 por ciento de las acciones-chatarra de Repsol?

Tampoco la tal tecnología madura de los hidrocarburos no convencionales en aguas profundas es del otro mundo, y se puede aprender en un lapso de dos a cinco años (nota: toma un promedio de 10 años su producción a partir de la exploración).

Por cierto, en el sector convencional, Pemex es de las más competitivas frente a las petroleras globales cuando se mide por su mano de obra baratísima y el parámetro financiero-contable del EBITDA (ver Bajo la Lupa, 14/7/13).

Y aquí entramos a uno de los graves defectos de la entreguista/masoquista contrarreforma de Peña/Videgaray/Aspe: su flagrante tecnofobia, sin contar su patente carácter ecocida: más allá de la toxicidad expuesta del shale gas (gas esquisto/lutitas), al carecer de resguardos ambientales en referencia al obsequio del Golfo de México a las máximas depredadoras petroleras anglosajonas del planeta.

Son las vilipendiadas entidades públicas de México –medible con el parámetro de las patentes– quienes concentran la inventiva y el avance tecnológico nacional, según la invaluable investigación de Jaime Aboites de la UAM-X (http://es.scribd.com/doc/185513134/Patente-ID ) donde brilla intensamente en el primer sitial el Instituto Mexicano del Petróleo, pese a su deliberado desmantelamiento neoliberal.

Cabe destacar que el TLCAN no aportó ningún beneficio tecnológico a México, en contraste con las trasnacionales subsidiadas por Conacyt (http://es.scribd.com/doc/185512663/patente-mexicoTLC ).

Las empresas privadas mexicanas, patéticamente ausentes de la inventiva tecnológica que nutre la competitividad, deberían ser alentadas con incentivos fiscales para consagrar parte de sus inversiones al rubro futurista de I&D.

Vale la pena puntualizar la orfandad de México tanto en la tecnología madura –nuclear, satelital y cibernética (primera generación)– como en la tecnología de punta vigente: cibernética (segunda generación)/supercompu­tadoras; genoma/biotecnología/células-madre; nanotecnología y robótica.

La miseria tecnológica del “México neoliberal itamita” resulta aterradora cuando emerge su tecnofobia, en general, y petrolera, en particular: una genuina petrofobia.

En cuanto al gas, el “México neoliberal itamita” se dio de baja para ceder su control a las mediocres gaseras españolas que empeoraron el desabasto local y han contribuido al alza de la energía eléctrica.

Hoy la contrarreforma Peña/Videgaray/Aspe está dispuesta a superar los inenarrables errores del PAN, sus aliados en el poder (con el sector antinacional del PRD), y su estela de azufre: las alucinantes cinco refinerías del fallido Plan Puebla-Panamá; la cataclísmica compra accionaria de Repsol; la entrega del gas a las mediocres empresas españolas; la corrupta compra del gas de Perú a cinco veces su valor, y la apuesta alocada del gas para el sector eléctrico. Pero mucho peor: se dispone a obsequiar por la vía financierista todo el subsuelo nacional, lo que no concibió ni siquiera Santa Anna, quien cedió la mitad del territorio mexicano.

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