Primera conferencia de prensa de la galardonada con el premio Cervantes 2013
Frente a sus pares señala que las mujeres están siempre en la parte de atrás, las olvidan, no les hacen caso
Me preocupa que el país retrocede y que seamos los condenados de la tierra
Miércoles 20 de noviembre de 2013, p. 4
Elena Poniatowska frente a sus pares. Periodistas de medios nacionales e internacionales se dieron cita en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE) para escucharla en su primera conferencia de prensa como Premio Cervantes de Literatura 2013.
Ahí estaba ella, le tocó estar sola en el escenario, mientras sus editores Marcelo Uribe, de Ediciones Era; Nubia Macías, de Planeta y Tomás Granados, del FCE, escuchaban sentados entre el auditorio. Felipe Haro, hijo de la escritora y periodista, tomaba fotos a diestra y siniestra.
Lleva toda la mañana hablando de lo que significa el premio, lo que hará con los 125 mil euros del galardón, del ser periodista, escritora, mujer. De qué es lo que le preocupa, si cambiará algo su vida ahora que es la primera autora mexicana en ser designada con este premio –cuatro escritores mexicanos lo habían recibido antes–, de su amor por personajes reales que llegaron a sus libros, lo que lee, lo que está escribiendo, de las cajas que le falta por ordenar de su archivo, y de ese tiempo que le falta para seguir haciendo cosas, para seguir siendo Elena Poniatowska.
En mi caso el problema del tiempo, el problema de edad. Tengo 81 años, el próximo entro a 82, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol son más jóvenes. No me queda mucho tiempo. Me tengo que apurar y no perderlo pendejeando
.
Dice que desde la mañana no ha estado sola un solo minuto. Para mí es una gran sorpresa y un gusto enorme
. Que se lo den a ella, que es mujer, “es una felicidad porque en general a las mujeres no se les da prioridad. La prioridad es siempre para los hombres, sobre todo en los países de América Latina. No creo que suceda lo mismo en Europa, no sucede en España, Alemania, Francia, pero en México sí.
Las mujeres están siempre en la parte de atrás, son siempre las leonas. El león era Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa. Las mujeres siempre acaban de dar a luz, son feas, las leonas son feas, las olvidan, no les hacen caso. Es muy bueno que se empiece a reconocer la literatura de las mujeres
, y puso de ejemplo a la escritora Rosario Castellanos, quien no perteneció a El Colegio Nacional, y no tuvo más reconocimiento.
A la pregunta de siempre, ¿qué hará con el premio?, responde que desde 2006 existe el proyecto de la fundación con su nombre. Están a la espera de que se done algún edificio para ponerla a funcionar. El edificio lo tiene que dar el (Gobierno del) Distrito Federal, no me lo va a dar Peña Nieto
.
Una fundación que trabaje desde México con mujeres, niños, que tenga talleres y albergue su biblioteca que no es muy buena
y sus cajas y cajas de su archivo, que está desordenado y por el que recibió ofertas de Princeton y Stanford. Su archivo se queda en el país. El dinero del premio creo que irá para la fundación, porque es lo más lógico para hacer algo que valga la pena
, dice carrereada a La Jornada, de camino al elevador que la llevará a otras entrevistas.
Respecto del hecho de que el premio se confiera a alguien que también es periodista, subraya: “Creo que nunca se toma en cuenta a los periodistas. Ser periodista es una gran lección de humildad: nos hacen esperar, nos ponen una valla, que van a dar una entrevista a tal hora y no sucede.
“Los periodistas son como de segunda, no llegan a ser escritores. A veces se les da la nota y a veces en el propio periódico –lo que uno considera que salió bien– a veces lo mutilan o no lo publican o le cambian la cabeza. El periodista está en desventaja. Con razón son borrachos porque tienen que curar su dolor y el maltrato por medio de gran cantidad de cerveza.
“En México hubo una época de periodistas que también se hicieron muy ricos, lo cual es horrible. Es bueno que haya muchas mujeres periodistas, porque nosotros no tenemos dónde meternos el chayote que daba la Presidencia. ¿Lo sigue dando? Hay una manera de comprar. Era muy fácil para un hombre: se lo metía en la pechera, cerca del corazón. Pero creo que las mujeres sí tenemos un grado de honestidad quizá por inocentes o porque es la primera vez que andamos en eso”.
Lo que más le preocupa, añade, es lo que sucedió en la Montaña, en Guerrero; el problema de los maestros, el petróleo, la reforma fiscal. Me preocupa es que toda la gente se vaya a dormir habiendo comido más o menos lo mismo; el parque de la Bombilla tiene indigentes que ahí duermen. Me preocupa mucho que nuestro país se vaya cada vez más para atrás y que seamos los condenados de la tierra, como África, y que ojalá no lo seamos y nos recuperemos o por lo menos salgamos adelante mediante la educación y ésta para quienes no tienen nada
.
Acaba de publicar el libro El universo o nada: biografía del estrellero Guillermo Haro, quien fue su esposo, y ahora prepara una novela acerca de Lupe Marín, y tiene que pensar en el discurso que dará cuando reciba el premio Cervantes.
“Se lo dedicaría primero a mi país, a México. A Felipe mi hijo, que como un merolico se paraba en las esquinas y decía ‘¿Por qué no le dan un premio a mi mamá? Merece un premio’. Me conmovió su constancia, su preocupación. Cuando me iba para abajo llegaba y me decía: ‘Mamá eres una chingona’. El apoyo de los hijos a cualquier persona creo que es el más esencial, el que más saca adelante. Tengo tres, Mane, Felipe y Paula y 10 nietos”.
Y después del premio, ¿qué sigue para Elena? “La vida no cambia, vivo en Chimalistac. Finalmente la estructura mental de uno, la manera de ser, no cambia. No creo que se registren otras maneras de ser, además el periodismo y la escritura están muy lejos del vedetismo, del ‘véanme’, porque la gran preocupación es qué voy a escribir, cómo lo voy a escribir, cómo me va a salir, ¿voy a lograrlo?, no está saliendo lo que yo quería, cuando pasa eso es desesperante”.
Y Elena sigue siendo Elena. Bajita de estatura, se pierde en la valla de editores que la rodea. Y sigue caminando. Va al elevador. Abajo la esperan más periodistas. Ella sonríe.