Opinión
Ver día anteriorMartes 19 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Muestra

Paraíso: esperanza

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Escena de la película de Ulrich SeidlFoto cortesía de la Cineteca Nacional
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ías perros. Conclusión de una trilogía llamada Paraíso, suerte de disección inclemente de los prejuicios morales y comportamientos extremos en la sociedad austriaca, Paraíso: esperanza, de Ulrich Seidl, sorprende por un tono mucho más mesurado que el de las entregas anteriores.

La sátira social y la crudeza visual de Paraíso: amor y Paraíso: fe, ceden el paso, al menos en apariencia, a una mirada más generosa y benevolente, como si luego de la desolación antes descrita hubiese hoy un espacio mínimo para la esperanza.

Seidl ha tomado a una familia como microcosmos social, y a algunos de sus miembros como figuras emblemáticas de una nación atrapada en viejas obsesiones y manías, y en prejuicios difíciles de erradicar.

Teresa era en Paraíso: amor la rubicunda turista en Kenia enfrentada a la miseria de una explotación sexual, de la que era primero beneficiaria y después víctima perpleja. Anne Marie, a su vez, era en Paraíso: fe, una fanática religiosa obsesionada con la flagelación de la carne como una vía para la redención de pecados jamás cometidos y una improbable salvación eterna. En Paraíso: esperanza, la radiografía de las perversiones se ha modificado: en un campamento de dietas, suerte de weight watchers juvenil, un grupo de adolescentes con sobrepeso libran la batalla contra la obesidad.

El realizador explora ahí la pasión desafortunada de Melanie, de 13 años, por su atractivo doctor quincuagenario, ya no desde el habitual esquema del abuso sexual de un adulto a una adolescente, sino desde el obsesivo acoso de esta última a un adulto cada vez más a la defensiva.

La noción de una baja autoestima evidente y de un despertar sexual por lo menos angustiante, propician el clima favorable no para una perversión manifiesta, sino para algo más insidioso aún, el desasosiego moral de la adolescente que posiblemente llegará a la edad adulta con los trastornos síquicos y emocionales de su madre y tía en las primeras dos partes de la trilogía.

Así, la cinta cierra su periplo con un final elocuentemente abierto. La aparente conmiseración del cineasta es sólo una malicia más refinada. En los paraísos del director austriaco no hay nunca un lugar bien definido para la esperanza.

Se exhibe en la Cineteca Nacional, sala 1, a las 12:00, 16:30 y 21:00 horas.