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Toros

Cuarta corrida: otro desfile de mansos pasadores, siete de marrón y uno de Campo Real

Macías, Rivera y Sánchez, en tenaces muleteadores, pero en deficientes matadores

Otra función de tres horas y media

Gran tarde de Gustavo Campos, con dos salidas al tercio

Foto
El matador Juan Pablo Sánchez participó en la cuarta corrida de la Temporada Grande 2013-14 de la Monumental Plaza de Toros MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de noviembre de 2013, p. a39

El reflexivo villamelón preguntó: ¿quién decidió que la combinación menos tonta de las 12 primeras corridas anunciadas en la Plaza México para la temporada 13-14 fuera, precisamente, con toros de la ganadería de Marrón?, ¿la empresa, los apoderados o el ganadero?

Haiga sido como haiga sido, que diría el otro villamelón que ocupó la presidencia, el hecho es que tres de nuestras mejores cartas de la actual baraja taurina se toparon con la reiterada mansedumbre del citado hierro, cuando una administración menos maternalista los hubiera enfrentado a reses de probado temperamento. Pero está visto que esas son para los triunfadores de la feria de Pachuca.

Advertido el público de la mezcolanza de toreros con gran potencial a punto de consolidarse y toros de discreta bravura, la plazota registró apenas un cuarto de entrada, lo que evidenció que nuestra afición lo es a dos o tres apellidos importados, no a la fiesta de los toros y menos a nombres con cualidades pero sin ambiente serio ni marketing taurino que los refuerce.

En el primer cartel sólo con coletas mexicanos, Arturo Macías, Fermín Rivera y Juan Pablo Sánchez, los tres con apoderados profesionales, en el pecado de la comodidad y del anhelado triunfo con toros de la ilusión, llevaron la penitencia de la frustración y, de paso, comprobaron que todavía no interesan al grueso del público taurino de la capital, así hayan salido a hombros de este coso o cortado apéndices en el mismo o triunfado en Europa.

Pero está visto que ni las empresas arriesgadas, ni las figuras importadas, ni nadie, tienen la menor intención de hacer repuntar el espectáculo taurino mediante el rescate de la bravura y que, instalados en la comodidad y el ventajismo, por no hablar del fraude sistemático explotarán, hasta que no aguante más, una tradición centenaria que no les pertenece. Pero es más cómodo culpar a los antitaurinos y festejar que otros países blinden a su fiesta de toros.

¿Y la corrida?

Ah, la corrida. Bueno, pues desfilaron siete mansos, sosos y deslucidos de Marrón –si don José tuviera tan buen olfato para criar toros como para editar libros taurinos de lujo–, apenas decorosos de presencia, tocados de un pitón dos de ellos y altos de agujas otros, que fueron al caballo a la manera moderna en México, es decir, por el puyazo de trámite, sin recargar en el peto, que les permitiera llegar a la muleta con motor, pero ni así. Más un octavo de regalo de Campo Real, igual de manso que los anteriores.

Arturo Macías, acostumbrado a triunfar en este escenario, no pudo repetir sus éxitos de provincia. Basto y tenaz con capote y muleta y poco certero con la espada, pudo salir al tercio en el de regalo. Fermín Rivera, con una tauromaquia honda y sólida, no logró remontar la insipidez de su lote, pues sigue sin asimilar el verbo vender, y Juan Pablo Sánchez, con un temple muletero privilegiado, algo logró con su primero y nada con las otras dos mesas con cuernos que enfrentó, incluido el regalito.

Lo más torero de la tarde estuvo a cargo del subalterno Gustavo Campos, que colgó dos precisos pares al primero y al de regalo de Sánchez. ¡Ah que los taurinos!