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Ver día anteriorViernes 15 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Obama: derrota y fracaso
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ometido a fuerte presión por parte de los legisladores republicanos y de una fracción creciente de los demócratas, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció ayer modificaciones en la aplicación de su reforma al sistema de salud de ese país –conocida popularmente como Obamacare–, que consisten en permitir que los asegurados que así lo deseen mantengan sus planes médicos durante 2014, en lugar de cambiarlos por pólizas que cumplan con los requisitos legales aprobados por el Congreso estadunidense en 2010. Dicha concesión constituye un revés a la columna vertebral del plan de sanidad de Obama, diseñado para que todos los habitantes de Estados Unidos cuenten con una cobertura mínima en materia de atención médica.

Aunque el propio mandatario afirmó que estas modificaciones son de carácter temporal y que está dispuesto a recuperar su plan de salud, el episodio equivale al derrumbe de la principal y casi única victoria política obtenida por su administración: además del rechazo que suscitó la referida reforma entre los legisladores de la oposición y de un sector de su propio partido, el titular del Ejecutivo estadunidense enfrenta una creciente desconfianza de la ciudadanía por las dificultades en la operación de la mencionada modificación legal.

De esa forma, Obama se enfila al último trienio de su mandato sin contar con el único factor de cambio impulsado por su administración, cuya defensa representó un prolongado desgaste político para su gobierno –como quedó demostrado con el reciente paro de actividades gubernamentales en Estados Unidos, como consecuencia de la negativa de la oposición a avalar el paquete fiscal 2013-2014 a menos que se retrocediera en la aplicación del Obamacare–, e implicó la realización de numerosas concesiones a la oposición: en efecto, en sus casi cinco años, la presidencia de Obama ha moderado todos los aspectos avanzados de su agenda de transformación social; ha continuado el belicismo y la inmoralidad diplomática de Washington en el mundo; ha evitado regular el sistema financiero y fiscal estadunidenses, y ha renunciado incluso a los aspectos de su agenda que generaban mayor consenso, como el cierre de Guantánamo.

El anuncio efectuado ayer por Obama coloca al mandatario en una virtual muerte política: desprovisto de sustancia social en su administración, y exhibido como un mandatario incapaz de hacer contrapeso a los poderes formales e informales que se oponen a la transformación política y social de Estados Unidos, el mandatario no parece tener la fuerza ni la voluntad suficientes para impulsar en los siguientes tres años otras de sus propuestas originales –como una reforma migratoria integral– y su función parece reducida a desempeñar un papel meramente gerencial y de gestoría de los intereses que mueven los hilos del poder real de su país.

Un ejemplo de esa gestión de intereses corporativos es la negociación del Acuerdo de Asociación Transpacífico que Estados Unidos lleva a cabo junto con una docena de gobiernos en un contexto de total opacidad.

Para los ámbitos liberales y progresistas que llevaron a Obama a la Casa Blanca en 2008, y para los ciudadanos de todo el mundo que cifraron esperanzas de cambio en el actual mandatario, el fracaso de la actual administración estadunidense es desesperanzadora, en la medida en que coloca a ese país sin rumbo de solución para los vicios, las miserias y las distorsiones que padece en lo económico, lo político, lo diplomático y lo social.