rímenes colaterales. El documentalista estadunidense Alex Gibney se ha vuelto en menos de una década el cronista más perspicaz e incisivo de los escándalos políticos mundiales. En Enron: los tipos que estafaron a América (2005) expone el fraude colosal que culmina con la quiebra de una empresa poderosa y el despido de miles de personas; en Taxi al lado oscuro (2007), denuncia la detención arbitraria, el encierro y la tortura de un ciudadano común en Afganistán por parte de las fuerzas estadunidenses de ocupación; y en Mea máxima culpa: el silencio en la casa de Dios (2012) penetra las redes de complicidad y encubrimiento organizado que desde el Vaticano protegen a la actividad criminal de sacerdotes pederastas en el mundo entero.
No sorprende que con la misma metodología profesional y claridad expositiva, Alex Gibney aborde en Robamos secretos, la historia de Wikileaks (2013), el modus operandi de la organización liderada por el australiano Julian Assange que expuso a la luz pública cientos de miles de cables con información clasificada que detallan fraudes financieros, evasiones fiscales, actos de corrupción en los gobiernos, y de modo especial los daños colaterales que durante las guerras de Irak y Afganistán las tropas aliadas infligieron a la población civil, en contraste con el discurso oficial de la Casa Blanca.
Uno de los primeros videos difundidos por Assange y su organización fue el del tiroteo indiscriminado desde un helicóptero a un grupo de civiles iraquíes en 2007, donde también fallecen dos reporteros de la agencia Reuters. En el audio del video se escuchan diálogos de fanfarronería bélica similar a la que muestra Francis Coppola en los ataques aéreos en Apocalipsis (1979).
El documentalista Gibney organiza el voluminoso material disponible de modo interesante. Centra primero la atención en la figura de Assange, mostrando sus inicios como explorador cibernético a lado de un grupo de jóvenes hackers en Melbourne (los subversivos internacionales
), con imágenes de Underground: la historia de Julian Assange (Robert Connolly, 2012), una cinta para la televisión australiana. Describe luego el rápido ascenso mediático del líder de Wikileaks y su colaboración con el hacker alemán Daniel Domscheit-Berg.
Las revelaciones que hoy todo mundo conoce se suceden intercalando imágenes de archivo y contrastando entrevistas con periodistas simpatizantes críticos de Assange y sus denostadores oficiales en la CIA y en la prensa televisiva más conservadora. Todo ello hasta la absurda reducción del mayúsculo escándalo político en un asunto de abuso sexual con preservativo roto y dos antiguas fans del ídolo mediático uniéndose al linchamiento oficial estadunidense para desmantelar la incontenible proliferación de la denuncia política en la red global.
Alex Gibney no toma partido en esta controversia delicada, se limita a exponer los hechos consignados en los diarios y opone las posturas de los bandos contendientes. Señala, eso sí, la doble moral de una poderosa prensa estadunidense y británica que abandonan a Assange cuando el asunto se vuelve más delicado, eximiéndose de una responsabilidad antes cabalmente compartida. En una segunda parte, más controvertida y dramática, el documental expone el caso del soldado Bradley Manning, experto en cibernética y filtrador máximo para Wikileaks de miles de documentos clasificados del ejército estadunidense. Su confusión sexual y sus inseguridades personales, el hostigamiento y escarnio por parte del ejército, la traición de un colega confidente suyo, su rencor personal, cierto candor y afán protagónico, le confieren en poco tiempo el papel de víctima vulnerable y propiciatoria que hasta la fecha el propio Assange ha sabido esquivar con habilidad sorprendente.
Por momentos el foco de interés de la cinta de Gibney se inclina peligrosamente hacia la figura patética de Manning oponiéndola al triunfo mediático del filtrador australiano, quien se vuelve figura carismática, casi ícono sexual.
Con toda la información a su alcance, el documentalista opta más por el análisis contrastante de estos dos personajes que por explorar el contexto político y las cuestiones delicadas realmente en juego: a saber, una corrupción política cuya vertiente más reciente son las labores ilegales de espionaje mundial realizadas por Estados Unidos y sus aliados con el pretexto de preservar la seguridad propia y la del resto del planeta. Con todo, el documental ofrece valiosas claves de interpretación y deja al espectador la libertad de extraer sus propias conclusiones en los temas más controvertidos y ambiguos. Algo muy distinto de lo que de modo efectista y manipulador propone el thriller político El quinto poder (Bill Condon, 2013), actualmente en cartelera, que aborda el mismo tema de modo muy poco inspirado.
Robamos secretos: la historia de Wikileaks se exhibe hoy domingo en Cinépolis Diana a las 17:55 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1