Opinión
Ver día anteriorDomingo 3 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Entre la simulación y la recesión
M

ientras la recesión se apodera del territorio y las actividades económicas primordiales, los senadores se exentan del compromiso fiscal y eliminan el aumento a la tasa impositiva propuesto para ingresos cercanos a los suyos… o a los de sus asesores. Por su parte, el secretario de Hacienda asegura que todo está en orden, y se apresta a abrir el segundo juego de la liga fiscal de otoño.

Ahora serán los gastos del Estado los que tendrán que pasar la evaluación de todo tipo de vigilantes, que claman por rendición de cuentas pero que, en realidad, se devanan los sesos para encontrar la manera más rápida de reducir el gasto público a su mínima expresión. Donde está, a pesar de las pataletas de los émulos del Tea Party americano: en su mayor, casi absoluta, proporción el gasto público es inercial y no deja espacio para nuevos proyectos e iniciativas productivas mediante la inversión pública y otros gastos considerados corrientes pero no por ello menos productivos, como en salud, educación y capacitación, innovación.

Dos informaciones recientes del Inegi deberían ser el telón de fondo de las deliberaciones que vienen: La construcción hila su cuarto mes a la baja; el valor de su producción cayó en 5.6 por ciento en agosto, la mayor baja desde febrero de 2010 ( El Economista, 01/11/13, p.1). Contracción económica se profundiza. Golpea a 10 estados, cuando en el primer semestre de 2012 sólo afectó a dos (Ibíd., 31/10/13). Nadie apuesta a que estemos tocando fondo; más bien, parece que sigue la caída iniciada el año pasado.

La estrella de la temporada siguiente será el déficit propuesto por el Ejecutivo. Algunos, no pocos por desgracia, se refugian en la mala memoria y buscan revivir la leyenda negra del fin del desarrollismo repitiendo, a la Goebbels, una falsedad para volverla verdad inconmovible: fue el déficit fiscal el que llevó al país a la década perdida de los ochenta; fue el exceso populista irresponsable el que desató el cuasi estancamiento económico que ha vivido el país desde entonces. Ni un paso atrás en el equilibrio financiero del Estado… ¡Que venga la austeridad de todos tan querida!

No debería extrañar que el déficit cero sea el mantra preferido de la derecha silvestre, empresarial y mediática que padecemos. Su triunfo fue (contra) cultural y los elementales reflejos que la nutren, en especial cuando de economía se trata, saltan a la menor provocación entre otras cosas porque no saben de otra o porque, tal vez, intuyen que allí está el núcleo de poder donde se define la naturaleza y el sentido del Estado.

Lo que sí es novedad es que este rupestre conservadurismo fiscal haya contagiado a parte de la izquierda, donde no faltaron hilarantes advertencias sobre el peligro del endeudamiento, la vuelta atrás que también en lo fiscal nos ha traído el retorno de los brujos a Los Pinos y otras imaginerías.

Por lo pronto, el primer desenlace está a la vista: los ingresos derivados de impuestos serán menos que los esperados. Habrá que ver si el gobierno mantiene su propuesta de gasto, aumenta el déficit proyectado, o le pone veladoras a la Virgen para que los precios del crudo superen los inventados al vapor por los diputados, quienes creen que los hoyos fiscales por ellos decretados pueden llenarse con mayores precios internacionales, también por ellos decretados. Habrá que ver si los planes anunciados por la administración de Pemex, como el de los astilleros o la ampliación de la exploración difícil, se mantienen o si de nuevo el organismo será el tío oportuno y generoso que acuda en auxilio del sobrino papanatas.

Mucho está por verse, pero lo que hemos visto es suficiente para quitarle el sueño al más pintado. Más aún si al hacer estas cuentas rancheras se considera que senadores y diputados se las arreglaron para soslayar, en festiva fuga hacia delante, el tema crucial que el gobierno se atrevió a introducir al inicio de la jornada y luego optó por embargar, como se dice en periodismo: el Estado mexicano es fiscalmente impresentable, no tiene capacidad redistributiva alguna y no puede actuar con eficacia ni congruencia para salir al paso del ciclo económico en su fase más agresiva, recesiva, que es la que vivimos.

De no corregirse esta debilidad, todo o casi todo se sacrificará en el altar de la negociación inmediatista, se pospondrán obras y proyectos productivos de largo alcance y la disputa del federalismo salvaje se agriará hasta extremos no vividos. De vuelta, sin haberlo abandonado, al estancamiento estabilizador.

De este cuadro debería emanar un reconocimiento político puntual: ver la reforma fiscal precisamente como eso, como un primer paso para avanzar pronto hacia una reforma hacendaria congruente con el principio fundamental de la progresividad; que auspicie la recuperación de las capacidades perdidas del Estado para programar su gasto, formular proyectos, evaluar su ejercicio.

De aquí al verano, el Congreso debería abocarse a trabajar en esta dirección, por medio de auténticas consultas públicas, con expertos y gente sensata. Antes de que los sueños corporativistas de los directivos empresariales se vuelvan pesadilla y topemos con una cámara como la que quiso Benito… Mussolini.

Sin plantearse lo anterior como tarea prioritaria, ni el Congreso ni el Ejecutivo podrán salir al paso de las fuerzas centrífugas que hoy encarna la violencia criminal pero que tan bien vocean los, estos sí, irresponsables autodesignados representantes de la empresa y la clase media ciudadana. La lucha de clases que anunciara Carranza se pone de cabeza: es desatada por el capital, auxiliado por extraños compañeros de viaje que sueñan con otra expiación. Y que del receso se encargue el deceso.

Pd: Dicen que el señor Larrea se nos va. No estaría mal que sus preceptores le señalaran que el cobre se queda.