El escritor y Thelma Nava ofrecieron un recital a dos voces en el encuentro editorial
La ciudad de México necesita más poetas y menos policías, afirmó Paco Ignacio Taibo II
Martes 22 de octubre de 2013, p. 6
Un momento inolvidable se vivió en el recital poético a dos voces con Thelma Nava y Enrique González Rojo en la edición 13 de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la ciudad de México.
La escena es emocionante: el poeta González Rojo, de corbata y traje gris, termina su intervención y el público con aplausos y gritos le pide leer un poema más, La ovación crece y el escritor Paco Ignacio Taibo II toma el micrófono para afirmar que la ciudad necesita menos policías y más poetas, pero por motivos de logística no se puede extender el acto. Llueven los aplausos y la programación continúa.
Los asistentes al Foro I, La casa de los Carlos, del encuentro editorial disfrutaron durante una hora de la lectura de poesía en voz de Nava y González Rojo.
Sabiduría y pasión
Thelma Nava inició la tertulia con la lectura del poema Los locos, que surgió de una visita que hizo con su esposo, el también poeta Efraín Huerta, a un familiar internado en un centro de rehabilitación.
Los he visto de cerca, solmenes y magníficos,/ poniéndose su cuerpo cada día mientras les duele el cráneo desvestido./ Los he visto en la tierra, azotándose, gusanitos de Dios sin esperanza./ Colgados de la vida, con su domingo a cuestas que tarda en regresar una semana
.
La poeta también deleitó al público, el cual permaneció atento y sensible a los versos, con Resonancia, Mujer inconveniente e Irrealidad, entre otros.
González Rojo leyó poemas en torno a la finitud de la vida, tema esencial en su poesía.
Compartió En el principio era el gerundio, de su libro El tránsito, donde utiliza la prosa para contarnos que los gerundios cabalgan en las pezuñas de sus puntos suspensivos
, mientras los verbos ser y estar, así en su forma infinitiva, son tarjetas postales que nos envía lo intemporal
.
Cual director de orquesta, con el movimiento de las manos dirigía el sonido de sus palabras, al final de cada poema. Como en un gran concierto se escuchaban los aplausos de los que escuchaban la sabiduría y la pasión del autor.
Palabra a palabra, ubicó “el gerundio entre el pretérito y el futuro como el pecado entre la excitación y el remordimiento. Es el pan nuestro, desmoronándose, de cada día. Es un pastor que lleva su majada de segundos desde quien sabe dónde hasta quien sabe qué.
Es, en fin, mi personaje, mi tema, mi ocupación, no de deletrear el infinito, sino de hallarme, oh lector, deletreándolo
.
González Rojo leyó un poema donde explica por qué no puede dormir del lado izquierdo, así como los poemas eróticos: Caperucita y El pozo.