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Biodiversidad: una riqueza frágil
Yolanda Massieu e Irene Talavera La biodiversidad comprende a todos los seres vivos, que se relacionan en redes complejas con los diversos ecosistemas en que habitan. Su valor se ubicó por mucho tiempo en el goce estético, la recreación y la ética, pero con el advenimiento de la crisis ecológica actual se reconoce cada vez más su capacidad para proveer de bienes ambientales indispensables, como el agua y el aire limpio. Además, con la aparición de la ingeniería genética a fines del siglo pasado, la variedad existente de organismos vivos se vislumbra como fuente de genes con potencial valor económico. La polémica de la conservación se cruza cada vez más con la cuestión del acceso a esta riqueza. La existencia de la biodiversidad es frágil, pues la contaminación de suelos y aguas, la apertura de carreteras, la minería y la explotación petrolera pueden acabar en corto tiempo con los bosques, selvas, mares, aguas continentales y hábitats diversos de microorganismos, animales y vegetales, que se pierden así de manera irremediable. En el mundo, las zonas de más alta biodiversidad están comprendidas principalmente en los países periféricos, principalmente en los que están alrededor de la franja del ecuador, y es justamente Ecuador, atravesado por esta franja, con una superficie de 283 mil 520 kilómetros cuadrados, uno de los países con mayor biodiversidad. Ésta se encuentra tanto en la zona montañosa andina, como en la costa, la sierra y la parte amazónica. Además, a Ecuador pertenecen las Islas Galápagos, de gran importancia biológica, por su diversidad y su historia (al ser donde Darwin, a partir de la observación, concibió buena parte de las ideas que plasmó en El origen de las especies en el siglo XIX). Es importante destacar que la presencia y actividad de las organizaciones indígenas han sido muy importantes en Ecuador en las luchas por la defensa de los territorios y la naturaleza. Es el único país en el mundo que legisló, en su Constitución de Montecristi de 2008, los Derechos de la Naturaleza, un reconocimiento sin precedentes de que los seres vivos tienen derechos y éstos tienen que ser respetados por la actividad humana. Aún más, el Sumak Kawsay (Buen Vivir ecuatoriano) está planteado en el proyecto político actual como un concepto en construcción y una forma de vivir en armonía en la tríada: ser humano-colectividad-naturaleza. Esto ha sido difícil de ejercerse más allá de su registro en el papel. Para el proyecto político del presidente Correa, reelecto con una mayoría aplastante este año, el Buen Vivir consiste básicamente en dotar de bonos, carreteras, escuelas y hospitales a la mayoría de su población. Para lograrlo requiere de fondos económicos, y al parecer esto sólo puede obtenerse ampliando la explotación petrolera en el área amazónica, y aumentando las concesiones mineras en áreas como el Íntag. Evidentemente, ambas producciones extractivas tienen un alto costo ambiental, con pérdida de fuentes de agua, bosques, selvas y biodiversidad.
Ilustraremos con tres ejemplos: la resistencia desde hace más de una década de la región de Íntag contra las concesiones mineras; los proyectos Amazoónico y Selva Viva, y la lucha contra la ampliación de la explotación petrolera en el área natural protegida del Yasuní, en la Amazonía. El Íntag está ubicado en la Sierra, al Norte de Quito, en la provincia de Imbabura. Es una región de alta biodiversidad, en la que habitan animales en peligro de extinción (como el mono araña y el jaguar), con una gran riqueza biológica y de fuentes de agua. En ella se localiza la Asociación Agroartesanal de Caficultores Río Íntag (AACRI), organización productora de café orgánico; la zona está habitada por campesinos que producen café, maíz, frijol y frutales diversos, en pequeñas propiedades llamadas chacras. Tiene un área de 40 mil hectáreas de bosques en conservación y en ella está la Reserva Ecológica Cotacahi Cayapas. Las organizaciones regionales llevan varios años de resistencia a las concesiones mineras, que iniciaron en los 80’s. En esos años y hasta los 90’s, la organización Decoin, una alianza de los locales contra las mineras, tuvo éxito en la expulsión de compañías belgas, canadienses y japonesas. Silvia Quimburgo, líder de Decoin, nos expresó en mayo de este año que el problema es aún mayor desde que el gobierno ecuatoriano apoya a Coldelco, empresa estatal chilena, y se ha creado una similar en Ecuador. En 2012, los gobiernos chileno y ecuatoriano aprobaron el inicio del proyecto minero Íntag Junin, para iniciarse en el segundo semestre de 2013, y las recientes noticias de ataques a líderes locales y cierre de vías para impedir el paso de técnicos mineros, indican que se agudiza la confrontación por la defensa territorial del Íntag. Nos trasladamos a Tena, cruzada por el caudaloso Río Napo, afluente del Amazonas. En la Amazonía ecuatoriana habitan siete nacionalidades distintas, y son frecuentes los conflictos de tierras. Tiene una extensión de 120 mil kilómetros cuadrados, dentro de la cual existen tres zonas protegidas, una reserva y dos parques nacionales. Es en la Amazonía ecuatoriana en donde se realiza la mayor explotación petrolera del país. En contraste, aquí encontramos el proyecto de preservación Selva Viva, creado en 1993 ante la creciente destrucción de la Amazonía, aún en la bio-reserva Sumaco de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El proyecto comprende una extensión de selva protegida, el centro de rescate de animales Amazoónico, el hotel comunitario Runa Huasi, el Hotel Liana Lodge, una escuela local y ayuda financiera para los habitantes indígenas en caso de emergencia. Está sostenido por donadores europeos y trabajo voluntario. Resulta impresionante visitar el Amazoónico y observar la gran cantidad de especies animales que habitan esta región y que son usadas irresponsablemente como mascotas; están siendo cazadas o desplazadas de su hábitat por el avance de los proyectos petroleros y los asentamientos humanos. Se calcula que el 25 por ciento muere en el trayecto al refugio. Las guacamayas, monos, tortugas, caimanes, felinos y otros, que son rescatados y pueden aún adaptarse a la vida silvestre (aproximadamente un tercio de los que llegan), son liberados en la reserva Selva Viva, los otros residen en el Amazoónico, ante la imposibilidad de regresar a su entorno natural. Otro caso que no augura un buen futuro para la biodiversidad de la Amazonía ecuatoriana es la decisión gubernamental de autorizar la explotación petrolera, por la compañía estatal Petroamazonas, en el parque Yasuní (designado reserva de la biosfera por la Unesco en 1989 y una de las zonas más biodiversas del paneta), donde hay mil 73 especies de fauna y dos mil 113 de flora. Además de afectar los recursos biológicos, la decisión tendrá un fuerte impacto en la forma de vida de los indígenas tagaeri, taromenane (en aislamiento voluntario) y oñamenane. Luego de denodados esfuerzos de organizaciones sociales por detener esta medida, y de una propuesta del gobierno de Correa de recibir una compensación de la comunidad internacional por no extraer petróleo, ante la cual la respuesta fue insuficiente, el Congreso aprobó la decisión el 4 de octubre del presente. Correa critica a los ambientalistas por “infantiles”, sostiene que los derechos constitucionales de la naturaleza son “supuestos derechos”, y defiende el petróleo como necesario para superar la pobreza. Una vez más, queda en el aire la pregunta de si la única manera para lograrlo es con la destrucción de la naturaleza, los seres vivos y el modo de vida de los indígenas dueños de un territorio biodiverso.
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