|
|||||||||||
Decepciona la política agrícola: Análisis académicos manifiestan decepción sobre los efectos concretos en el desarrollo social y económico del campo de Ecuador y en materia de soberanía alimentaria obtenidos como resultado de las políticas públicas, planteamientos constitucionales y restablecimiento de instituciones para el agro durante el gobierno de Rafael Correa. Un amplio estudio, Ecuador rural del siglo XXI: Soberanía alimentaria, inversión pública y política agraria, publicado en 2011 por el Instituto de Estudios Ecuatorianos, Oxfam, Fundación Rosa Luxemburgo y otras organizaciones, dice que la Constitución de 2008 “pone al campo en el centro de las oportunidades (…) y podría permitir las posibilidades de ensayar, en América Latina y el mundo, alternativas de desarrollo no capitalistas que han sido largamente trabajadas por las organizaciones campesinas en el mundo, con la soberanía alimentaria como nuevo modelo de agricultura”. Sin embargo, dice, las acciones gubernamentales –aparentemente positivas, pues sí han incrementado el gasto público y han recuperado la institucionalidad y política agraria que se había perdido en 20 años previos de neoliberalismo- no han beneficiado a los campesinos, comunidades indígenas, a los sin tierra o a las mujeres rurales. Más bien “muestran una enorme complicidad con el modelo primario agroexportador (…) favorecen los intereses del gran capital”. Esas acciones “desplazan los mandatos constitucionales que favorecen las políticas de soberanía alimentaria y sitúan a la agricultura familiar como beneficiaria de los programas de inclusión económica y asistencia social, y no como sujetos de la política que incentiva la producción y el desarrollo agropecuario”. Y aún más. En las conclusiones, el libro –que fue coordinado por Diego Carrión y Stalin Herrera y cuenta con la participación de otros expertos-, afirma que la política del gobierno de Rafael Correa “ha ampliado las brechas de oportunidad entre los grandes y pequeños productores, y los mínimos avances en la distribución de tierras muestran la falta de voluntad política para levantar acciones redistributivas de recursos productivos a favor de un modelo de soberanía alimentaria”. Apoyado en estadísticas y gráficos, el documento señala que el Producto Interno Bruto real del agro ha registrado durante el gobierno de Correa una reducción en su ritmo de crecimiento (entre 2002 y 2010), debido a “un comportamiento nuevo que está ligado a un cambio de la estructura agraria, donde el efecto más nocivo es el decrecimiento de la producción campesina frente a la agroindustria”. Dice que mientras la agroindustria y la agroexportación “gozan de buena salud”, pues sostienen precios buenos y estables, crecen sus exportaciones y dominan los circuitos comerciales y de consumo, la agricultura campesina se observa debilitada, con precios de sus cultivos estancados y un decrecimiento de su producción. Afirma que la balanza comercial agroalimentaria de Ecuador es superavitaria, pero existe déficit en algunos bienes sensibles para la alimentación del pueblo ecuatoriano. Esto “es un síntoma de lo que podría pasar si el crecimiento de la agroindustria sigue minando a las capacidades de los agentes campesinos que han garantizado históricamente el autoabastecimiento interno”. Como ejemplos expone: entre 2009 y 2010 decreció la producción de cebada, choclo, trigo, yuca (en 13, 22, 33 y 22 por ciento, respectivamente). Y otros cultivos típicamente campesinos, si bien no disminuyeron su producción, sí sufrieron reducción en superficie de siembra: fréjol tierno, en siete por ciento, y tomate riñón asociado, en 26 por ciento. Asimismo, se ve un estancamiento en los precios de arroz, trigo, ajo, papa, cebolla y choclo en el periodo 2000-09, mientras que los precios de productos agroindustriales crecieron más, como en maíz duro, leche, carne de res y de pollo, y todavía más los productos de exportación, como banano y café, fundamentalmente y en menor medida cacao y palma. El estudio señala que el gasto público para el agro ha crecido significativamente en el gobierno de Rafael Correa, en particular en 2007-09, pero el análisis de cómo se aplica el recurso revela sesgos que favorecen a los productores de mayor escala y a la agroindustria. Por ejemplo, destaca que en 2009, el año de mayor inversión sectorial agropecuaria de este gobierno, el 80 por ciento del presupuesto se destinó a la Costa, la región con el mayor peso agroindustiral y agroexportador. El documento señala por otra parte que en Ecuador hay “una enorme desigualdad en la distribución de los recursos (en especial tierra, agua y capital), herencia de la colonia y la hacienda, y condición estructural del modelo primario agroexportador”, y esto no se ha modificado durante el gobierno de Correa. “La concentración de los recursos productivos se combina con el control de los canales de comercialización y precio por parte de los intermediarios, y la agroindustria. De tal forma que, el mercado y la estructura agraria, (ambos elementos del patrón de acumulación primario agroexportador), operan como una estructura de actores, relaciones de poder, instituciones y prácticas socio-culturales, que se articulan eficientemente en función de captar la producción, excedente y riqueza generada por la economía familiar campesina. Una estructura y dinámica en la cual el Estado participa de manera cómplice a favor de los sectores más modernos´’ de la economía”. Una conclusión fundamental del texto es que: “Los datos muestran un ‘nuevo’ escenario para la economía familiar campesina que está por estudiarse y verificarse a nivel nacional: a) la apuesta estatal por una agricultura de exportaciones ha creado un marco institucional que beneficia a los empresarios agrícolas (precios, infraestructura, crédito, seguridad en el mercado, disponibilidad de tecnología, políticas de fomento), y que ‘empuja’ a que los pequeños campesinos reconviertan su producción hacia cultivos agroindustriales en detrimento de la producción para el consumo interno b) la coyuntura internacional de altos precios para los cultivos agroindustriales favorece un incremento de los cultivos de exportación que compiten por tierra, agua y trabajo; c) como síntesis del primer y segundo proceso, dada la debilidad estructural de las economías campesinas (minifundio, falta de riego y tecnología) y la falta de un entorno institucional para su promoción y protección (políticas públicas adecuadas, crédito, mercado y precios, asistencia técnica, etcétera) estas familias se ven obligadas a migrar hacia otras actividades, convertirse en jornaleros o trabajadores precarios, funcionalizar o vender su tierra a la agroindustria”. Con esto, dice, surge la hipótesis de que “la soberanía alimentaria enfrentaría un grave riesgo en el mediano y largo plazos”, pues la economía campesina, que ha sostenido en volumen y calidad la alimentación de los ecuatorianos y ecuatorianas, es el modelo de producción que tiene menos oportunidades de reproducción en el tiempo. (LER)
|