La gente sola tendrá que reconstruir
la montaña devastada
Gloria Muñoz Ramírez
Edith, es una mujer na savi de la Montaña de Guerrero. La misma que increpó a la secretaria de Desarrollo Social Rosario Robles en su gira por la zona devastada por los ciclones Ingrid y Manuel. Valiente y, sobre todo, indignada, Edith se involucra en los trabajos para volver a levantar a las comunidades indígenas de la región, las más olvidadas desde antes de que la naturaleza arremetiera contra ellas.
Desde Tlapa, luego de una reunión de pobladores organizados por el Consejo de Comunidades Damnificadas de la Montaña de Guerrero, Edith denuncia los abusos de las autoridades de todos los niveles de gobierno: presidentes municipales corruptos que embodegan la escasa ayuda que llega, o los 10 kilos de maíz por familia, que alcanzan para comer dos días, son parte de un panorama en el que la gente está tomando las riendas de la reconstrucción, ante un Estado rebasado.
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A casi un mes del paso de Ingrid y Manuel, hay comunidades enteras aún incomunicadas. Nadie ha llegado, por ejemplo, a pueblos de Acatepec, donde los damnificados acusan al presidente municipal de estar almacenando víveres en el ayuntamiento con el fin de lucrar electoralmente con ellos.
Ahora son el hambre y las enfermedades las amenazas más apremiantes. A diferencia de Acapulco, donde por fortuna llegó la ayuda para los turistas y los centros hoteleros, las comunidades na savi, nahuas y mephaa siguen limpiando los escombros. Con palas y picos abren brechas y carreteras, pues la maquinaria que se necesita, acusa Edith, no ha llegado. “No sabemos si hay más gente enterrada”, advierte la indígena que encaró a la representante del gobierno federal. En estos momentos, añade, “los pueblos se preguntan dónde está el gobierno que sólo se acuerda cuando necesita de nuestros votos”.
No hay avances, insiste Edith luego de la reunión en la que indígenas de Malinaltepec, Tlacoapa, Acatepec y Metlatonoc, entre otros municipios de la Montaña, se reunieron para denunciar la inoperancia y corrupción gubernamental. El Consejo de Comunidades Damnificadas no quiere intermediarios, sino que la ayuda llegue directamente a ellos a través de esta instancia creada para evitar la burocracia y lucro gubernamental y partidario.
El reclamo generalizado es que, además de que la ayuda no llega, el gobierno anuncia logros no obtenidos y apoyos no dados. Xoyondacua, Joya Real y Dos Ríos, en el municipio de Cochoapa; y Llano de la Rana, en Metlatónoc, son claras muestras de comunidades a las que no les ha llegado nada.
“No hay médicos ni medicinas; no hay maíz, ni abasto. Las carreteras siguen cerradas, al igual que las clínicas y las escuelas. Se necesita maquinaria pesada, pero nos dicen que lo hagamos nosotros con picos y palas. Y mientras las autoridades ofrecen un informe que la realidad contradice”, denuncia Edith.
Lo último es que el gobierno ahora utiliza a los promotores de la Cruzada Nacional contra el Hambre para ir a los pueblos a censar; pero, acusa la indígena na savi, “no es gente preparada, no conocen los pueblos, no caminan y no están llegando a donde se necesita la ayuda”.
El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, habla de que el paso de Manuel e Ingrid provocó la peor tragedia natural en toda la historia de Guerrero, y las autoridades no están a la altura de lo que se requiere. Por eso la gente empezó a organizarse y creó el Consejo de Comunidades Damnificadas, pero “las instancias distribuyen recursos a través de la figura de los presidentes municipales, pues al parecer no les es suficiente la voz de los pueblos, quienes conocen su zona, su región y su propia casa”.
El asunto, sintetiza Edith, “es que el gobierno no quiere atender a la gente organizada. Quiere administrar la ayuda, sacarle provecho y atender persona por persona, ignorando al Consejo para que la gente deje de organizarse y reclame menos”.
Mercedes Ortiz Ortiz, de San Lucas, municipio de Cochoapa el Grande, señala que los pueblos están dispuestos a participar: “es muy importante que las comunidades se organicen para gestionar apoyos, porque realmente son comunidades marginadas, olvidadas, que no se les atiende. Ahorita no es solamente la comunidad de San Miguel Amoltepec El Viejo, sino que son otras colonias que están cerca de ahí —por ejemplo, Llano de las Piedras, Llano de Lagunas— y comunidades que están afectadas en mínima parte, pero el alimento es el que está escaseando y para traerlo no se puede. Ni siquiera los animalitos pueden pasar”.
Y para el Centro Tlachinollan, referente indiscutible para la documentación y ayuda a los pueblos, “la participación de las comunidades en las tareas que vienen es una apuesta democratizadora que debería extenderse a todo Guerrero… Los llamados a la unidad frente a la tragedia no deben traducirse en la postración pasiva de la sociedad, pues eso equivaldría a usar la tragedia para apaciguar la legítima inconformidad que hoy campea entre todos los sectores excluidos de Guerrero. Por el contrario, la participación ciudadana y comunitaria tras el paso de Manuel hará retumbar su voz en demanda de sus derechos cuando se requiera, consciente de que estos desastres son todo menos naturales”.
Los gobiernos, remarca Edith, “ajenos a los pueblos, indiferentes a la realidad comunitaria, deben dejar de negociar con lo que está pasando, pues ahora más que nunca la Montaña necesita de gente realmente comprometida, no de gente que siga reproduciendo círculos de corrupción, cacicazgos y proselitismo partidista con miras a las elecciones que se avecinan el siguiente año, donde se estarán jugando diputaciones y presidencias municipales”.
El gobierno aún no acabará de llegar cuando empezará a irse. Y vendrá lo peor, por eso, insiste, “la gente sola tendrá que reconstruir la Montaña”