Opinión
Ver día anteriorViernes 4 de octubre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Washington: jugar con fuego
E

n el tercer día de la detención de actividades de la administración pública de Estados Unidos, como resultado de la falta de acuerdo legislativo sobre la ley de presupuesto 2013-2014, continuaron las colisiones declarativas entre el gobierno estadunidense y la oposición del Partido Republicano, al tiempo que se extendieron y multiplicaron las expresiones de temor a escala mundial.

En uno de los pronunciamientos más significativos, la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, dijo que un fracaso en aumentar el techo de endeudamiento (de Estados Unidos) podría dañar seriamente no sólo a la economía estadunidense, sino a la economía global. Dicha perspectiva, en efecto, podría derivar en una suspensión de pagos de Washington que tendría efectos devastadores sobre el sistema financiero internacional y haría prácticamente inevitable el inicio de una nueva recesión económica.

Por lo pronto, la incertidumbre generó una nueva jornada de pérdidas en los principales mercados bursátiles del mundo. En nuestro país, la Bolsa Mexicana de Valores cerró con una caída de 1.11 por ciento, en tanto el peso alcanzó la segunda depreciación más alta entre la canasta de las principales monedas emergentes, al alcanzar 13.34 pesos por dólar.

El escenario es tanto más exasperante si se toma en cuenta que los obstáculos para lograr un acuerdo presupuestal en el Capitolio no están relacionados con concepciones diferentes sobre el modelo de política económica y fiscal en curso en la nación vecina, sino tienen que ver con regateos políticos –o, más propiamente, politiqueros– entre los dos bloques partidistas que se disputan el poder en ese país. Así, mientras los republicanos critican a Obama por su renuencia a negociar la derogación de la reforma al sistema de salud pública estadunidense, el mandatario –afectado por sus propias vacilaciones y ante la perspectiva de quedarse sin banderas sociales para su gobierno– se empeña en culpar a los opositores de destruir la economía del país.

Al poner en riesgo la estabilidad, de por sí precaria, de los mercados financieros, lo grupos políticos estadunidenses juegan con fuego, en la medida en que el nerviosismo actual del entorno bursátil podría generar una fuga masiva de capitales e iniciar una reacción en cadena de consecuencias catastróficas para la población de ese país y de todo el mundo. Parece inconcebible que los políticos estadunidenses hayan llevado sus disputas internas hasta el punto de casi paralizar las finanzas públicas y alimentar irracionalmente el riesgo de un descalabro económico internacional, cuyas consecuencias serían mucho más profundas que la crisis de deuda que explotó en 2008 en Estados Unidos y cuyas ondas expansivas aún afectan a gran número de países, México entre ellos.

En suma, el hecho de que una rebatiña doméstica estadunidense haga peligrar los precarios equilibrios en que se sustentan las finanzas mundiales y amenace con otra más a millones de seres humanos, ilustra en forma contundente las inequidades, la irracionalidad y la inmoralidad del modelo neoliberal y especulativo aún vigente en buena parte del mundo.