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La ciencia ante la explotación sexual infantil
D

uele pensar que existan personas que puedan beneficiarse al abusar de un niño. Es más doloroso aún imaginar el infierno que viven los menores que son víctimas de esos abusos. La explotación sexual comercial y el tráfico sexual de menores constituye uno de los actos más reprobables y es, sin embargo, uno de los problemas más extendidos en todo el mundo. Niñas y niños que viven todos los días y en todas partes esa pesadilla. Hay por fortuna otra cara. Es la labor de organismos internacionales, organizaciones públicas y civiles y personas independientes que luchan cotidianamente por acabar con esta lacra de la especie humana.

Me sorprendió encontrarme con un estudio que aborda este tema desde el punto de vista de la ciencia, realizado por el Instituto de Medicina y el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos, publicado el pasado 25 de septiembre, en el que consideran a la explotación sexual comercial y el tráfico sexual de menores un problema grave con consecuencias adversas a largo plazo para la sociedad en su conjunto.

El estudio se refiere a actos delictivos como el reclutamiento o transporte de menores con fines de explotación sexual a través de la prostitución, o lo que denominan relaciones sexuales de supervivencia (intercambio de actos sexuales a cambio de algo de valor como refugio o comida). Las y los jóvenes víctimas y sobrevivientes de estos delitos se enfrentan a consecuencias sociales, legales y de salud, se afirma en el reporte publicado por The National Academies Press (al que puede accederse gratuitamente).

El estudio reconoce que a pesar de su gravedad, no existen datos confiables sobre la incidencia de este problema en Estados Unidos y existen estimaciones que oscilan de entre mil 400 a 2.5 millones de víctimas en ese país, lo que equivale a decir que realmente se desconoce la cifra real. Pero el problema estalla continuamente en distintos lugares y en todas las áreas como los sistemas de justicia y en los de atención médica. El informe señala que estos crímenes se pasan por alto y no siempre se denuncian, porque con frecuencia ocurren en las zonas marginales de la sociedad y a puerta cerrada y (algo que es terrible) los jóvenes no se reconocen a sí mismos como víctimas de abuso.

Un aspecto interesante es sobre las consecuencias sociales y legales en los y las jóvenes que sufren el abuso, pues las leyes en varios estados juzgan estos hechos desde la óptica de la prostitución, lo que conduce a verlos como delincuentes en lugar de lo que realmente son: víctimas de la explotación. Las personas especialmente vulnerables a la explotación, dice el informe, son los jóvenes que han sido abandonados o maltratados, aquellos cuya crianza está al cuidado de personas distintas de sus familias (aunque también se reconoce que el abuso y la explotación puede ocurrir en el seno familiar), los que se encuentran en centros de detención de menores, las jóvenes lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, así como las minorías raciales o étnicas.

Si bien el estudio se centra en la explotación y trata de menores, que son ciudadanos o residentes legales permanentes en Estados Unidos, hace un llamado a considerar a todos los niños y adolescentes en general (lo cual tiene implicaciones importantes sobre todo para los miles de jóvenes migrantes mexicanos y de otras nacionalidades que llegan a ese territorio y que son uno de los blancos predilectos para la explotación y abuso sexual).

Gran parte de los casos de abuso puede detectarse y prevenirse en el campo de la atención médica. La mayoría de los jóvenes que son abusados tienen que recurrir en algún momento a los servicios de salud, a consecuencia de lesiones, enfermedades de transmisión sexual o abortos. Sin embargo, el estudio es muy enfático al señalar que el personal médico y paramédico carece de la preparación suficiente para detectar y saber qué hacer frente al abuso, por lo que entre las recomendaciones destaca la necesidad de la capacitación para que todos los profesionales que trabajan con jóvenes (no sólo en las áreas de la salud) puedan reconocer y ayudar a las víctimas.

El estudio citado resulta importante en mi opinión por la influencia que tienen en el mundo científico el Instituto de Medicina y el Consejo Nacional de Investigaciones que forman parte de las Academias Nacionales de Estados Unidos, lo que puede ser un estímulo importante para realizar esfuerzos semejantes de organizaciones científicas en otras naciones.

Nota: Para el caso de México, me parecen muy importantes estudios realizados sobre este tema como el de Elena Azaola, titulado Infancia robada, publicado en 2000 por el DIF, Unicef y CIESAS.