o se aceptan devoluciones, debut como director del cómico Eugenio Derbez, es la prueba consumada de que sí se puede conseguir un arrollador éxito de taquilla si se sigue una fórmula, calculada hasta el último detalle y cimentada sobre una popularidad televisiva.
La historia sigue a un improbable Casanova acapulqueño, Valentín Bravo (el propio Derbez), cuando un ménage à trois con un par de turistas es interrumpido por la llegada de la gringa Julie (Jessica Lindsey), un acostón del pasado que ahora le endilga el fruto de su efímera relación. Sin idea de cómo criar a un bebé, el hombre y su recién adquirida hija viajan de aventón a Los Ángeles, en la búsqueda infructuosa de la desafanada madre. Por accidente, Valentín demuestra tener dotes de stuntman al productor de cine Frank Ryan (Daniel Raymont), quien lo contrata en esa especialidad.
El tiempo pasa, Valentín consigue mantenerse en ese trabajo a pesar de su cobardía y la niña Maggie (la simpática Loreto Peralta) cumple siete años. Los dos viven en un mundo de fantasía, en lo que parece ser un salón de juegos; mientras tanto, el padre alimenta la presencia imaginaria de una madre heroica que le manda a su hija cartas inventadas por él. El problema surge cuando reaparece Julie con deseos de recuperar a su hija.
El concepto de un adulto irresponsable que se transforma con la compañía involuntaria de un niño ha probado su eficacia desde El chico (1921), de Charles Chaplin. Incontables películas hollywoodenses –y de otros lugares– han seguido esa fórmula, sobre todo porque se presta para mezclar la comedia con el melodrama. Lágrimas y risas
, Yolanda Vargas Dulché dixit.
La opera prima de Derbez funciona para un público nada exigente, porque dosifica ambos géneros en partes iguales. Prácticamente toda la segunda mitad se concentra en una copia fiel de Kramer vs Kramer (Robert Benton, 1979), con un proceso jurídico en el que la madre es la villana. Pero eso no es suficiente para el efecto lacrimógeno: todavía se inventará otro elemento sentimental para alargar innecesariamente una película de por sí cargada de secuencias gratuitas.
No se aceptan devoluciones no es sólo un híbrido genérico, sino también un híbrido entre cinematografías. Aunque la producción es 100 por ciento mexicana, el intento es hacerla parecer hollywoodense (es significativo que esta semana ocupara el cuarto lugar de taquilla en los Estados Unidos). Incluso es una cinta bilingüe cuya acción se lleva a cabo en su mayor parte en un Los Ángeles recreado en México. Derbez no es ningún tonto. Los valores de producción, aunque modestos, pretenden no asomar la cara del tercermundismo. Formalmente, es una película superior a su anterior éxito No eres tú, soy yo (Alejandro Springall, 2010), con una cuidada fotografía a cargo de dos egresados del Centro Capacitación Cinematográfica, Martín Boege y Andrés León Becker. Vaya, es a lo que Televisa Cine le ha tirado siempre: el humor simplón y el sentimentalismo tramposo del Canal de las Estrellas, empaquetado como un producto gringo.
El calculadísimo resultado tiene el potencial de desbancar a Nosotros los nobles (Gaz Alazraki, 2013), recién encumbrada como la película mexicana más taquillera de la historia. Que el cine mexicano gane toneladas de dinero es sin duda positivo, al menos para convencer a los exhibidores que puede significar más negocio que el favorecido hollywoodense. Sin embargo, ambos éxitos confirman que el camino a seguir es el de un cine adocenado, derivativo, ajeno a la realidad nacional y carente de propuesta estética alguna. Podemos anticipar una avalancha de productos similares.
No se aceptan devoluciones (Instructions Not Included). D: Eugenio Derbez/ G: Guillermo Ríos, Leticia López Margalli, Eugenio Derbez/ F. en C: Martín Boege, Andrés León Becker/ M: Carlo Siliotto/ Ed: Carlos Bolado, Santiago Pérez Rocha León/ Con: Eugenio Derbez, Loreto Peralta, Jessica Lindsey, Daniel Raymont, Alessandra Rosaldo/ P: Alebrije Cine y Video, Fulano, Mengano y Asociados, Fidecine, Banco Inbursa. México, 2013.
Twitter: @walyder