Un triplete del camerunés Achille Emana dio la victoria 3-0 a Cruz Azul sobre el hatiano Valencia FC en la Liga de campeones de la Concacaf.

Fue un partido que dominó el cuadro cementero en su casa, pero que desperdició una cantidad abrumadora de oportunidades, en parte por imprecisión y otra por la espectacular actuación del arquero visitante Frandy Montrevil.

Con este resultado el cuadro celeste llega a nueve unidades en tres partidos y es líder de su grupo, en espera del duelo ante el costarricense Herediano, en el que se decidirá el pase a cuartos de final.

La Máquina se hizo pronto del balón y lo puso a circular con dinámica y buen enlace. Siempre verticales y con pocos descuidos que pudieran ser atendidos por el equipo hatiano para el contragolpe. En esa combinación destacó la mancuerna integrada por Mariano Pavone y Emana, para poner en aprietos a la defensa del Valencia.

Apenas pasados los primeros cinco minuto ya estaba la constancia de la superioridad celeste, con la mancuerna Pavone-Emana.

El camerunés apostó a su velocidad y se encarreró por la izquierda; hizo una pared con Pavone, quien devolvió el esférico con precisión a la carrera de Emana, quien punteó como artista para meter el primero.

A la media hora, otra vez Emana y Pavone participaron en el segundo gol de Cruz Azul. El argentino filtró una pelota al área, otra vez con precisión, y Emana picó con gracia, y casi en pleno salto sobre un portero que lo quiso barrer, para empujar el segundo tanto.

Todavía se dieron el lujo de fallar un penal, cuando en una mano que parecía involuntaria se decretó la pena máxima.

Cobró Pavone y disparó justo como dice el canon no hacer: jamás apuntar al cuerpo de un arquero. El disparo se estrelló contra la humanidad de Montrevil.

En la segunda parte el dominio de los cruzazulinos continuó, pero se volvieron imprecisos. Eso, aunado a que el arquero Montrevil lució impecable, rechazando y atajando balones que parecían destinados a la red.

Emane volvió a aparecer, esta vez desde el borde del área para disparar un derechazo al fondo del arco, con todo y el ligero desvío del portero que no pudo echar fuera por la potencia del disparo.